Ya estaba oscureciendo cuando Venti acabó apresurado su mandado, corriendo por los empinados caminos que conducían a su hogar, una caminata de unos 20 minutos que era todo menos segura para un niño tan pequeño. Un vacío se arremolino en su estómago, una incertidumbre y miedo que no sabía a qué aludir. Tocó frenéticamente la puerta, moviendo hacia los lados entre sus manos la bolsa de papel donde estaban los medicamentos, su padre le abrió, una mirada sospechosa surcando sus ojos verdes, Venti lo escaneo un momento, observándolo de pies a cabeza con una pequeña expresión de curiosidad y duda.
- Mira, los traje. - dijo el niño, estirando las manos para entregárselo.
Corrió tan pronto como pudo al segundo piso, entrando lentamente en la habitación donde reposaba Xiao.
- Xiao, te traje algo de medicina, ¿ya te sientes mejor? - preguntó, adentrándose.
Retrocedió un par de pasos cuando observó la cara del niño. No comprendió que había ocurrido mientras él no estuvo o de qué forma lo había afectado el mareo, pero tenía los labios y las comisuras de los ojos hinchadas y su camiseta estaba algo levantada. Venti parpadeó, sintiendo un repentino deseo de llorar.
- Papá va a darte una medicina. - continuó.
Xiao no abrió la boca, le dedicaba miradas esporádicas, desorientadas. Le dolía la barriga, le ardía el brazo, sentía la cabeza palpitar y evitaba la mirada del otro niño, rodeando su estómago con sus brazos y acostandose hacia su costado. Lucía tan frágil.
- Quiero a mi mamá, tengo miedo, ya no quiero estar aquí. - murmuró, su voz era casi un hilo. - ya no quiero verte.
Casi parecía al borde del llanto y el niño lo miraba, lo miraba y lo miraba otra vez. Estaba confundido y se preguntaba porque le decía esas cosas, el porqué sus ojos no lo miraban.
- Es porque estás enfermo. Mi papá te va a traer medicina. - recalcó Venti.
- Quiero irme a mi casa. - continuó el otro niño. Era casi como si no lo oyera, como si hablase para sí mismo.
La puerta rechino cuando se adentró el adulto en el dormitorio, traía una pastilla en la mano y un vaso de agua. Venti lo miró por encima del hombro, levantando ligeramente el cuello. Xiao se puso alerta, sentándose en la cama, aunque sentía el vientre retorcersele por dentro, se hizo hacia atrás, retrocediendo todo lo que pudo, hasta casi caerse de la cama.
- ¿Qué pasa, Xiao? Sólo es una pastilla, ¿no te gustan? - preguntó el hombre, calmado como ninguno.
- No quiero nada de usted. - dijo el niño.
Venti lo miró, como sus manos de repente comenzaban a temblar.
- Papá, ¿qué le pasó a Xiao? - preguntó el niño.
- No lo sé, Venti, no lo sé. - contestó el hombre.
- Quiero a mi mamá. - volvió a decir el niño, sus ojos dorados se humedecieron, al borde del llanto.
- Mi papá puede llamar a tu mamá. - dijo Venti, mirando otra vez a su papá, sus ojos sólo parecían mirar a su amigo. Su inocencia no descifraba qué significaba esa mirada.
- Está bien, la llamaré, aunque no hay razón para ponerse así. - concluyó el hombre, saliendo de la habitación, dejando otra vez a los dos niños solos.
- Xiao. - llamó Venti, subiendo en la cama, intentando acercarse a su amigo, tomar su mano, que siempre le creaba paz.
Pronto sus ojitos dorados humedecidos se acompañaron de un sollozo. En cuanto sintió el mínimo contacto de la mano ajena, cayó de la cama, tras retroceder aún más y pegar un brusco manotazo.
- No me toques. - murmuró Xiao, ignorando el golpe que se había pegado en la cabeza y abrazando las piernas en su estómago.
Venti bajó de la cama y se puso de pie frente a él. Observó cómo se mordía el dedo índice, pero no volvió a tratar de darle consuelo.
Bien entrada la madrugada, los otros adultos volvieron a casa. Guizhong caminaba algo callada, con los hombros bajados y las albinas pestañas golpeando bajo sus ojos en parpadeos largos y cansados. Zhongli llevaba a Ganyu entre los brazos y a pesar de que si tenía más porte que su esposa en aquel instante, también estaba agotado. La niña dormía pulcra y tranquila sobre el hombro de su padre. Desde luego, el papá de Venti nunca hizo lo que le pidieron y no les avisó a los padres del frágil estado emocional de su hijo.
Xiao seguía quieto, en una esquina de la habitación y Venti ya había desistido de tratar de ayudarlo. El niño estaba en un completo estado de shock y ni siquiera le comentaba el porqué. Salió de la habitación y corrió hacia los adultos, desesperado, no sabía que más hacer para ayudarlo y eso le lastimaba en lo más hondo.
- Maestro Zhongli. - llamó y sus redondos ojitos sucumbieron al llanto. - Mamá...
El niño agachó la cabeza y se limpió las cristalinas lágrimas. Su madre se apresuró a mirarlo, lo observó de arriba a abajo y le acarició los brazos, en busca de alguna dolencia física. Se puso en cuclillas, dispuesta a escucharlo.
- Xiao... - continuó y los padres del mencionado le prestaron especial atención, incluso los cansados ojos carmesíes de Guizhong se abrieron con preocupación maternal. - no sé... no sé qué le pasa, estoy asustado, no quiere hablarme.
El llanto lo continuaron sollozos por parte del niño, que se veía indefenso y solo en su minúscula posición, su madre lo tomó en brazos y lo dejó recargar la cabeza en su hombro. La albina corrió en dirección al cuarto y en cuanto abrió la puerta, observó a su hijo como un pequeño animal asustado en un rincón del cuarto. Xiao levantó los ojos de sus rodillas y en cuanto se encontraron con la preocupada mirada escarlata, comenzó a sollozar y se levantó en medio de temblores.
- Mamá, mamá, mami... - repitió una y otra vez, el niño no solía usar aquellos diminutivos con sus padres, pero en ese momento no tenía forma de camuflar su miedo y su mejilla se paseaba por el muslo de su madre, como un gato. - Mamá, me duele, me duele todo el cuerpo, tengo miedo.
Inmediatamente Guizhong se puso en cuclillas, observándolo, quitando con ternura las manos del niño de sus ojos y dándole un beso en la muñeca. Las comisuras de sus orbes dorados estaban hinchadas y rojas.
- Mi precioso Xiao. - murmuró. - dime qué te pasó, ¿hace cuánto estás así? ¿Por qué no se lo dijiste al padre de Venti?
Xiao tenía demasiada información qué contar y no sabía cómo expresarlo. Era sólo un niño.
- Ese señor... él... - Xiao no completó la frase, sino que volvió a apegarse a su madre, escondiendo la cabeza en el pecho de la más alta y permaneciendo callado de repente. Soltó una lágrima tras otra, pero entonces no sollozó, tal vez estaba demasiado asustado como para poder exteriorizarlo. - Mamá, toca la flauta para mí.
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Un Respiro De Mar [XiaoVen; AU]
FanfictionLa situación escolar de Xiao no es la mejor, por no decir que es miserable, sus compañeros lo odian y está solo, sin una mano amiga que recurra en socorro suyo. Sólo tiene a su pequeña familia, que tienen la maravillosa idea de enviarlo a pasar el v...