Invencibles

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Omnisciente

El nuevo día comenzaba con algunos claros de luz filtrándose por la ventana, al parecer la tormenta ya había pasado y se auguraba una bonita jornada para disfrutar, la feliz pareja dormía plácidamente y la postal era perfecta, sus rostros frente a frente, sus suaves exhalaciones fusionándose y sus manos en medio entrelazadas sobre el borde de la almohada dejando a la vista sus argollas matrimoniales que resplandecían como el sol de verano.

Cuando Macarena froto suavemente sus ojos intentando abrirlos se sorprendió al percibir la mirada penetrante de Rubí posada en su rostro

-¿Y tú que haces despierta tan temprano? –preguntó con una sonrisa algo burlesca en el rostro

Pero Rubí no dijo nada, simplemente le sonrió de regreso y concentró la mirada en sus manos enlazadas

-¿Qué pasa? –volvió a hablar la rizada fijando también la mirada en la unión de su manos

-¿Tú te dai cuenta que para mí esto es como un sueño? –replicó Rubí –desde la primera vez que te vi no te pude sacar más de mi cabeza y ahora estar aquí, contigo, así, a veces me parece irreal, como si fuese un sueño del que no quiero despertar

-No es un sueño hermosa, es real, tan real como tú, como yo y como este besito –acortó suavemente la distancia de sus rostros y la besó en los labios de forma tierna y dulce

-¿Nos vamos a quedar todo el día encerraditas? –interrogó pícaramente la castaña

-No po mi amor, como nos vamos a quedar encerradas si vinimos a conocer, a pasarlo bien no a encerrarnos

-¿Y quién dijo que quedándonos encerradas no lo podemos pasar bien? –rebatió en tono provocador Rubí

Macarena sonrió y no pudo evitar que sus mejillas se tiñeran de rubor, con algo de vergüenza llevó sus manos hasta su rostro para ocultar su bochorno, a pesar de los años y de que ya había aprendido a conocer perfectamente a Rubí esta última siempre lograba sonrojarla con alguna acción o comentario y eso a la rizada la encantaba, le encantaba que todos los días Rubí consciente o inconscientemente la hiciera sentir ese ejército de mariposas revoloteando en su estómago.

Rubí sonrió al ver la reacción infantil de su esposa, luchó con ternura hasta quitarle las manos del rostro e inició a llenarla de fugaces besos, en la frente, en los ojos, las mejillas, el mentón, la punta de la nariz y finalmente su parte favorita, los labios, aquellos labios que no podía dejar nunca de ver.

En más de una ocasión había recibido comentarios de su hermana, su cuñada o incluso de la propia Macarena señalando que sus ojos estaban más arriba pero es que a la castaña le resultaba francamente imposible apartar su vista de aquella boca a la que se había vuelto adicta desde aquella tarde en el Cajón del Maipo donde se besaron por primera vez.

-Ya, menos flojera y más acción –dijo Macarena levantándose

Rubí desde la cama simplemente se dedicó a observarla en completo silencio, silencio que interrumpió cuando vio a Macarena ponerse la bata

-¡Que se la saque! ¡Que se la saque! –repetía incesable Rubí

Macarena solo volteó a verla entre risas y con su índice le hizo la señal que no mientras ingresaba al baño pero antes de lograrlo Rubí alzó la voz nuevamente

-Oye Maca, es mentira que le tengo miedo a las tormentas eléctricas –sonrió descarada ante su confesión

-Siempre lo supe, solo fingí que te creí –respondió desafiante la diseñadora lanzándole un beso y guiñándole el ojo para adentrarse definitivamente al baño.

Se supone ♡Rubirena♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora