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Al manifestarse, podían sentir como su otro yo se comunicaba y actuaba de acuerdo a que género salió, los betas pocas veces podían oír a su lobo y eran bastantes serenos, ellos al no tener algún celo y sus feromonas eran escasas, su lobo solo salía para advertirle antes de realizar algo inapropiado de ellos, los alfas eran otra historia, sus lobos salían antes y durante su rut, también amenazaban con tomar el control cuando sentían feromonas omegas, también cuando querían demostrar su superioridad ante otros alfas, si no podían controlar a su alfa, terminarían en grandes problemas, por ultimo los omegas, ellos tomaban el control en sus días de celo, también cuando su alfa soltaba feromonas y con frecuencia se comunicaban, soltando gemidos y tratando de tomar el control para sacar su lado sumiso, Kazutora era la excepción, su omega no era para nada sumiso. 

No lo entendía, tal vez sea por lo abusos de su padre, o el convivir con alfas el mayor del tiempo posible, su omega no se inmutaba ante las feromonas, ya lo había comprobado cuando Hanma quiso someterlo pero fracasó ridículamente, también se había dado cuenta que era algo agresivo, tampoco fue exigente en su primer celo, cualquier persona tendría miedo de si mismo por el comportamiento de su omega, pero Kazutora no lo veía de esa forma, lo veía como una ventaja, su resistencia, más aquella condición y si mejoraba en sus golpes a mano limpia, podía mandar a la mierda aquella jerarquía de la sociedad, era algo codicioso, pero no todo siempre iba a estar de su favor, si no cuidaba su glándula olfativa, todo su potencial se iría por el caño. 

—No te preocupes omega, ningún idiota nos dominara.— Viéndose en el espejo analizaba la parte trasera de su cuello. 

Su omega estaba despierto, usualmente dormía y permanecía escondido, pero ahora estaba algo intranquilo al sentirse en peligro por tener expuesto su glándula de olor, gruñía a su receptor.  

—Relájate, me compraré un collar.— Resoplo harto de los gruñidos, tomó una capucha negra y se la puso.

El día de hoy estaba nublado y Hanma no lo había llamado, suponía que no había nada interesante por hacer, iba a disfrutar de su día libre e ir a comprar el maldito collar. 

Era normal encontrarlo en una tienda de conveniencia, al ser usado por omegas era primordial que lo vendieran, entró y tomó el collar que era de su medida, también agarró una cajilla de cigarrillos para relajar a su ansioso omega, estaba por ir donde el cajero pero chocó contra un niño, agacho su mirada encontrándose con dos menores. 

—¿Otra vez tu? ¡¿Nos estas persiguiendo?!

—¿Por qué perseguir a un duende como tú? ¿Me darás oro?— "Vaya suerte" pensó, sin ganas de discutir con un niño comenzó a caminar hacia el cajero, pero sintió un dolor en su pantorrilla haciendo que casi cayera al suelo. —¡¿Que mierda?! 

—¡Nadie me dice duende y se va así nomas! 

Su omega si estaba irritado, a la mierda el instinto materno, su omega no estaba para ridiculeces y solo pensaba en como darle una lección aquel rubio, estaba apretando su puño, preparándose para golpearlo pero otra vez, como la anterior vez, fue detenido por ese niño pelinegro de grandes colmillos. 

—¡Mikey! ¡Le diré a Shinichiro que sigues metiéndote en problemas!— Sin disimularlo bien, movía sus ojos hacia el collar que tenía el mayor en sus manos. 

El pequeño rubio dirigió su vista hasta el collar y se moderó, no iba a disculparse por su gran orgullo, solo se escapo de ahí. 

—Eres un asco para fingir.

—¿Qué?— Un poco nervioso, se sentía como si hubiera hecho algo malo. 

—¿Ahora te doy lastima? "Es un omega, no debemos de hacerle daño" Fue lo que pensaste. ¿No?— Forzando una sonrisa se agachó a la altura del pelinegro, y golpeo su frente con su dedo. 

Algo intimidado soltó un quejido por el golpe, no comprendía. Según tenía entendido, lo omegas eran personas dulces, y delicadas, al comprobar el collar que tenia en manos, ese adolescente de ojos ámbar era un omega, pero su comportamiento no era como los pintaban. 

—¡No! No era mi intención, perdón.— Arrepentido y avergonzado por clasificarlo por su género se mordió la lengua, se sentía un idiota. 

—No todo lo que te enseñan en la escuela es cierto niño, un alfa no siempre es la salvación de un miserable omega como yo, tenlo en cuenta y no trates a los demás por como se manifiesten. 

Volvió a golpear su frente y ya con ganas de dormir se alejó del menor para ir donde el cajero y largarse de una vez.  

Mientras tanto, el de orbes cafés se quedo inmóvil en el mismo lugar, sentía un cosquilleo en su frente algo roja por los golpes, solo podía pensar en una sola palabra, "Increíble" ese omega no era como los demás con los que convivió, su presencia desbordaba dominancia, esperaba volverlo a ver y poder saber más sobre él, su pecho subía y bajaba, no sabía si su corazón se había acelerado por la intimidación o por la vergüenza. 

Trató de calmarse y comprar por lo que había venido a la tienda, tomó los supresores de la marca que necesitaba y salió una vez que las compró.  

También estaba impresionado, según lo educaron, un omega tenía instinto materno, tendría empatía ante cualquier cachorro que estuviera cerca, pero cuando su amigo estuvo por pelearse con ese chico, vio como este no dudaba en golpearlo sin importarle que fuera un cachorro, ahora se arrepentía por no haberle preguntado siquiera su nombre. 

Cuando llegó a su casa, fue a la habitación de su madre llevando consigo una botella de agua y los supresores que compró.  

—Kei.— Habló con dificultad mientras estaba en el pequeño nido que se había hecho, su rostro estaba algo ruborizado, su cabello algo despeinado y sus mechones se pegaban a su frente por el sudor. —Querido, dame el supresor. 

 El pelinegro hizo caso, se acercó al nido hecho por su madre y con cuidado se aseguró de que lo tomara, se quedo a su lado dándole caricias en su vientre, no entendía su dolor, pero iba a estar a su lado para calmar un poco sus días de celo. 

Su madre era una omega con un lazo roto. 

Domar al Tigre. || 「BajiTora」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora