"ojitos de corazón"

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6:15 am.

Harry estaba exhausto. Como novatillo entre el escuadrón de aurores, le habían asignado las rondas con horarios más pesados y extensos. Hoy era su día libre y aunque Draco procura ser silencioso en la habitación, Harry se despierta con facilidad cuando no siente el calor de su cuerpo.

Era una rutina mimada. Lo hacía por la cálida sensación en su pecho. Tan, tan egoísta porque Draco se preocupa mucho por sus horas de sueño. Pero a Harry poco le importaba, con una sonrisa adormilada, se enderezó en la cama para ver el espectáculo que Draco brinda en la mañana.

Draco siguió hablando desde el baño, estaba arreglando su cabello. Reprobaba que su novio se despertará cuando debería estar descansando, pero no quería pucheros y berrinches a tan temprana hora que hacía cuando lo mandaba a dormir de nuevo. Lo complació hablando con normalidad, como si fuera un almuerzo al mediodía.

—... los inútiles creen que tienen una oportunidad si me lamen las botas con todas sus halagos pobres sobre mi fortaleza por seguir adelante tras la Guerra. Mi valentía al vivir bajo el mismo techo que el sin nariz. Ugh. Es peor cuando tú llegas a la conversación.

Harry talló su ojo izquierdo. Susurró un leve y poco duradero hechizo de corrección de vista.

Soltó un bostezo y habló con voz ronca— ¿Por qué?

Él ama las conversaciones de Draco. Y su voz. Y sus manos al hablar. Y sus expresiones.

Suspiró. Ama escuchar a Draco.

—Muchos creen que está relación es mi punto cúspide en la vida. —salió del baño abrochado los puños de su camisa— Tener al sensacional Salvador colgado en mi meñique, mientras ruega por un poco de mi buenísima voluntad y atención supera los cuatro años de estudios acelerados de finanzas mágicas y muggles. ¡Oh, mi pobre Merlín! Un Malfoy teniendo lo mejor de lo mejor. ¿De qué se sorprenden?

Soltó un sonido lastimero mientras se acercaba al espejo de cuerpo completo.

Harry miró el trasero de Draco. Los pantalones formales le van espectaculares, sin llegar a ser condenadamente apretados pero ajustados donde más le gusta. Subió hasta su espalda, menos ancha que la propia, pero siempre está enderezado con elegancia; Harry sabe los lugares exactos donde tiene que apretar sobre su cadera y omóplatos para que Draco se arquee contra su cuerpo.

Le vio tomar una corbata negra, anudando la tela con experiencia y rapidez. Sus manos delgadas tomaron el chaleco a juego y lo abotonó. Ahora su cintura lucía más estrecha, Harry suspiró viéndolo casi con ojos de corazón.

—Vas muy guapo —susurró recargando la mejilla sobre su mano flexionada- Ni un solo de esos lameculos son dignos de tu presencia, mi amor. Ah. -giró un poco la cabeza viendo de nuevo la parte baja de su espalda—. Si debo morir, por favor que sea ahogado entre tus piernas.

Draco está acostumbrado a los halagos espontáneos y terriblemente desvergonzados de Harry. A veces, pensaba seriamente en buscar un hechizo de filtro para evitar las olas de excitación desprevenidas.

—¿Es tu forma de decir que quieres comer mi trasero?

—Cada minuto de mi jodida vida —Harry rio e hizo ojitos de cachorro—. No vayas al trabajo, Draco.

El rubio le miró a través del espejo— No puedo darme el lujo de dejar la oficina descuidada. Esos hijos de puta están esperando el mínimo desliz para tirarme del pedestal.

Harry volvió a suspirar enamorado— Me encanta cuando habla así, señor.

El cambio de trato hizo que las mejillas usualmente pálidas se tornaran rojas y el calor molestara a Draco. Tragó saliva. Debía contenerse y no caer en la trampa de la tentación.

Por su parte, Harry sabía que esa forma de llamar a Draco es para complacerlo... o para conseguir algo. Un poquito de mimo no le vendría mal.

—Basta, no me mires así.

—¿Así cómo?

Draco parecía haber perdido la serenidad. Fue hasta la cama y se inclinó sobre el cuerpo de Harry.

—Con la mirada de anhelo. Ojitos de corazón todo el tiempo.

Harry le besó castamente los labios— Es mi mirada normal cuando te veo a ti. Y a esa maldita cintura de muerte.

Sonrió y le regaló un beso en la mejilla— Baja a desayunar conmigo, Potty.

Se colgó de su cuello— Claro, señor. Pero, ¿me puede cargar? Me duelen las piernas.

Draco aceptó la derrota, lo tomó por los muslos y con cuidado, bajó hasta el comedor con su mimado novio sonriendo satisfecho.

A pesar de los berrinches, preocupaciones y excitaciones incómodas, ninguno cambiaría su rutina al despertar.

Mil y una Vez MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora