—Ella es…
—Sí, eso soy, señora— terminé de decir, sin siquiera saber si a Bayron le iba a incomodar mi mentira—. Debo aclararlo, ya que alguien por ahí piensa que soy la enfermera de su hijo y debía corregirlo.
Rodrigo negó con la cabeza visiblemente disgustado y sonreí.
—Quiero saberlo todo. Ven, siéntense aquí conmigo.
A Rodrigo no le agradó la idea en lo absoluto, y sin decir palabra alguna, salió de la casa, tirando la puerta detrás. Bayron no dejaba de mirarme, y me encogí de hombros.
—No le prestes atención a mi hijo. Su carácter siempre ha sido así.
—Me he dado cuenta— me senté a su lado, con la cara que se me quería caer de la vergüenza.
Ahora sí me siento bastante incómoda con haberle dicho eso.
—Te ves muy joven. ¿Cuántos años tienes?
—Veintidós años, señora.
—¿Estudias o trabajas?
—En este momento estoy estudiando.
—¿Y qué estudias?
—Educación preescolar.
—¿Te gustan los niños?
—Sí, me encantan.
—Ah, ¿será que tendré la dicha de ser abuela antes de estirar la pata?
Reí nerviosa, cruzando mirada con Bayron, rogándole a través de ella que me ayudara, que dijera algo o cambiara el tema, pero su respuesta fue encogerse de hombros también y sonreír.
—¿Y dónde se conocieron?
—Pues…
—A decir verdad, nos vimos por primera vez cuando ella tenía siete años— respondió Bayron por mí, sentándose al otro lado de ella.
—¿Cómo se vieron?
—Su hijo me salvó la vida cuando tenía siete años. La verdad es que por haberlo hecho es que le ocurrió esa quemadura en el rostro. Nos reencontramos hace casi un año y nos hicimos buenos amigos. No supe sobre eso hasta hace unos días.
Nos miró perpleja a los dos, y en sus labios se ensanchó una sonrisa.
—¿Es ella la razón detrás de que hayas dejado de ponerte esa máscara tan fea, que no te permite lucir tu encanto? Ahora lo entiendo todo. Debes estar pensando que a esta vieja no se le escapa nada, y estás en lo cierto. A veces el amor nos cambia para bien como para mal. Me alegra que en el caso de ambos, haya sido para bien. Pensé que debía resignarme a no volver a ver el rostro de mi hijo. ¿Te das cuenta, hijo? Nunca has creído en los milagros, pero considero que este es uno de ellos. Dios ha escuchado mis súplicas. Ha traído a tu vida una buena mujer. Podré irme tranquila sabiendo que has decidido levantarte, que has encontrado a alguien que te apoya, que te defiende, que te quiere, porque se le nota en los ojitos — llevó su mano a mi mejilla y ladeó la cabeza—. Cuida bien de mi hijo, ¿sí? Lo ves ahí, luce bien tosco, grande y rudo, pero es el hombre más dulce, atento, dedicado, apasionado, y cariñoso que puedas encontrar en la vida. Y no, no lo digo porque sea mi hijo, es que conozco lo que tengo y su valor.
—Debo darle la razón en todo lo que dijo. Su hijo es el hombre más maravilloso que haya conocido alguna vez. Por eso lo aprecio y lo quiero tanto.
—Saben que puedo escucharlas, ¿verdad? — carraspeó.
Las dos reímos por su reacción.
—Debo retirarme ya. Espero no te sigas desconectando más de tu mamá.
—No lo haré más. Te prometo que te visitaré y te llamaré más a menudo.
—Espero lleves a mi nuera también.
—Fue un gusto conocerla, señora.
—Soledad; ese es mi nombre, preciosa — se levantó con dificultad y le ayudé en conjunto con Bayron.
Quise darles el espacio para que se despidieran, por lo que regresé a la cocina. Cuando él regresó, se le notaba a simple vista que quería decir algo, pero no lo soltaba.
—Espero no estés molesto. Sé que no debí decirle eso a tu mamá, pero…
—No estoy molesto en lo absoluto — entrelazó su mano en mi cabello, y me quedé quieta.
—Sabes, en tres días cumplimos un año de conocernos. Bueno, de amigos.
—Como pasa el tiempo, ¿verdad?
Tragué saliva al tenerlo tan cerca. Sus labios estaban a solo centímetros de los míos.
—Sí. Es increíble — humedecí mis labios instintivamente.
—Me gusta la amistad que tenemos, la confianza que hay entre los dos, pero cada vez se vuelve más difícil ocultar esto que siento. Me gustas mucho, Abril. No como amiga, sino como algo más.
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Prometo Amarte [✓] [EN FÍSICO]
RomanceDice una antigua leyenda que el amor de tu vida está atado a ti por medio de un hilo rojo invisible amarrado de tu dedo meñique. Ese hilo se puede doblar, estirar y hasta torcerse, pero bajo ninguna circunstancia se romperá; todos tenemos a ese algu...