Compañía

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—Me gusta tu risa — dejé escapar en voz alta y, al darme cuenta, traté de cambiar el tema—. Hay que irnos antes de que se nos acabe el tiempo y debamos entregar el kayak.

Nos detuvimos frente al kayak con el número asignado. Él se adelantó a tomar los dos chalecos salvavidas y antes de ponerse el suyo, rodeó mi cuerpo para ayudarme con el mío. Puse de mi parte en abrir mis brazos y ajustó las correas.

—Sabía que te quedaría muy suelto. Debemos ajustarlo así para asegurarnos de que te proteja como corresponde.

—Ahora es mi turno de ayudarte. Aunque no creo que deba ajustar mucho.

—Más bien soltarlas — dijo en un tono jocoso.

—Definitivamente— sonreí al momento de confirmar que estaba en lo cierto—. ¿Visitas el gimnasio todavía?

—Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez. Aunque intento mantenerme mi peso en base a una dieta balanceada y saludable, y algunas veces corriendo en las mañanas. Todavía hay mucho que bajar.

—Te he hecho romper la dieta con mis dulces.

—Vale la pena endulzarse la vida de vez en cuando. Me gustaría que me enseñes algún día a prepararlos.

—Ya te imagino con un delantal puesto. Un delantal te quedaría muy pequeño — tapé mi boca para evitar reírme muy alto, es solo que es inevitable no imaginarlo.

—¿Sabes? Nunca me he puesto uno.

—Debemos conseguir uno adecuado para la ocasión.

Con su ayuda, logramos agregar la sombrilla casera al asiento y mantenerla elevada con los amarres que le hizo. Las personas que se habían reunido en el puerto ya se habían ido, a nosotros nos tomó más tiempo de lo que pensamos. Aun así, nos divertimos en el proceso, por lo que no cuenta como tiempo perdido.

Se subió él primero al asiento trasero y me extendió la mano para ayudarme a subir. Es muy atento y caballeroso. El tramo donde remamos fue muy emocionante; el vaivén, el ambiente, la vista, la compañía. Había peces pequeños saltando en el agua.

—Habías remado antes, ¿cierto?

—No. Nunca.

—Bueno, es que cuentas con exceso de fuerza en los brazos… esto para ti es pan comido.

—¿Te gusta aquí? Aunque a mí no me dé el sol por esta capa protectora que has creado, tú también necesitas protegerte, por eso pienso que este lugar es perfecto, pues los árboles nos dan sombra.

—Me gusta este lugar.

Preparamos nuestras cañas de pescar, cuento con todo el equipo y accesorios gracias a mi abuelo. Le enseñé algunas técnicas que mi abuelo me había enseñado y nos mantuvimos conversando tranquilamente mientras esperábamos.

—¿Cuáles son tus planes futuros? — indagué curiosa.

—¿Mis planes futuros? No lo sé. ¿Y los tuyos?

—Seguir estudiando. Solo me faltan tres años y medio para graduarme como maestra de preescolar.

—¿Te gustan los niños?

—Me encantan. Me hubiera gustado tener un hermano o quizás una hermana.

—Sé que serás una gran maestra.

—¿Eso crees?

—Eres una chica hermosa, bondadosa, simpática y dulce. Con tu encanto y personalidad, estoy seguro que vas a enamorar a todos esos niños.

—Me halaga tu forma de pensar. Creo que eres la única persona que me dice algo tan bonito — llevé mi cabello por detrás la oreja, desviando la mirada hacia los árboles—. ¿Realmente no tienes planes futuros en mente? No sé, encontrar a alguien en tu vida, casarte, tener hijos.

Las palabras de mi abuelo se cruzaron por mi mente y realmente sentí curiosidad en saber su respuesta. 

—Sería exigir más de lo que merezco.

Su respuesta no fue lo que esperaba, pero me hizo sentir un hueco gigante en el pecho; y a su vez formó un nudo en mi garganta.

Prometo Amarte [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora