El amor

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—¿Yo te salvé? ¿En qué momento?

—Desde que apareciste en mi vida, no has hecho otra cosa que no sea darle color y alegría a mis días. En un momento dado, tomé malas decisiones por cobardía. Pensé que la única manera de liberarme de esta soledad, de este peso que cargaba en mis hombros y de los ataques constantes por parte de todos, era partiendo de este mundo. No le encontraba ningún sentido a la vida, hasta que apareciste tú, en medio de esa oscuridad y desasosiego, para demostrarme que había perdido el rumbo y que todavía hay razones para seguir aquí luchando. Un día como hoy, Dios envió a uno de sus mejores ángeles para alumbrar mi camino y despertar en mí algo que creía ya muerto. Quiero darte las gracias por decidir quedarte aquí, haciéndole compañía a este pobre infeliz.

—Te quiero mucho, Bayron.

No sé si haya sido muy prematuro, pero eso salió de lo más profundo de mi alma, porque realmente lo siento y ella habló por mí. Sus ojos adquirieron un brillo peculiar pero extremadamente hermoso.

Esta vez quien se atrevió a romper el hielo fui yo. Mi necesidad por él se vio reflejada en mis labios. Realmente luego de esas palabras tan lindas, mi corazón bombeó tan rápido y fuerte, que las emociones se esparcieron por todo mi cuerpo.

Cada beso es mejor que el anterior. Había pensado tanto en esto durante esos días que no habíamos podido vernos. Extrañarlo se ha vuelto un martirio. Quisiera verlo y besarlo más a menudo.

En realidad, mi cabeza se sentía muy liviana con todo lo que estaba ocurriendo entre los dos. Las cosas habían escalado tan repentinamente, el calor aumentó y la ropa simplemente estorbó.

El traje cayó a mis pies y, aunque estaba nerviosa con ese hecho, me sentía cómoda y segura entre sus besos y caricias.

Hundió su rostro en mi cuello, besando suavemente mi piel en dirección a mi hombro. Mordía instintivamente mis labios, en el intento de poder controlar mi voz, pero era imposible.

—Perdóname, Abril. Debí preguntarte primero. No quiero que pienses que te quiero solo para esto. Creo que lo mejor es detenernos ahora que todavía puedo.

—Jamás pensaría eso de ti. No te detengas, por favor — lo besé dándole mi aprobación a continuar.

Nunca me había puesto a pensar en que llegaría a esto con alguien, tal vez de cierto modo tuvo que ver con mi crianza. Siempre fui juzgada por ser diferente a las mujeres de mi edad, porque mientras mis compañeras dejaban a un lado sus estudios por irse detrás de chicos, yo me sumergía en libros y trataba de llevar un patrón determinado.

Una vez tuve un amigo, no podría considerarlo novio, porque la verdad es que nunca llegamos a darnos ni un apretón de manos, pero la verdad es que no sentía atracción ni nada parecido hacia él o hacia alguien más. Pero desde que conocí a Bayron, las cosas son diferentes. Todo fluye tan naturalmente que a veces me cuesta asimilarlo.

Me guió hacia la cama y me quedé sentada en el centro, con mis brazos hacia atrás, pues me servían de apoyo para mantenerme en esa postura. Retomó sus besos, sumando poco a poco las caricias en mis muslos y piernas, alternando entre cada una. Un calentón se agudizaba en mi parte más íntima cada segundo que transcurría.

Sus labios recorrieron lentamente mi clavícula en dirección a mi pecho, mientras sus manos soltaban por completo el sostén.

Acariciaba pausadamente el centro de mi espalda, descendiendo hacia mi espalda baja, mientras su boca cubría cada cierto tiempo mi pezón y su lengua jugaba con el, alternando entre ambos sin prisa. La manera en que me miraba era distinta. Cuando sus ojos cafés conectaban con los míos, hacían vibrar todo mi ser y hervir mi piel.

Tumbé mi espalda en la cama, sin perder de vista su recorrido con sus labios por el valle de mis senos, creando un húmedo camino hacia mi ombligo y más abajo de el.

Sus manos quitaron la última pieza para quedar completamente desnuda debajo suyo. Juntó mis piernas, plasmando muchos besos en ellas e incluso en mis pies. Sentía que la sábana estaba húmeda, sé que debía tratarse de mis fluidos, pues me sentía ardiendo y mojada.

Luego de pasearse por mis muslos y entrepierna, entre delicados besos y caricias, su lengua encontró el preciso lugar que estaba deseoso de ser atendido, robándome un sinnúmero de gemidos.

Mi mente se fue en blanco al sentir por primera vez la lengua de un hombre en mi intimidad. Tenía la sensación de que sus movimientos con la lengua drenaban mis energías. Mis piernas temblaban sin posibilidades de evitarlo. Oía la suavidad en que succionaba mis labios y dibujaba círculos en mi clítoris, a la par de sus suaves gemidos.

Cuando se detuvo, me quedé en la expectativa por saber qué pasaría ahora. Estaba totalmente segura del paso que iba a dar. Aunque una parte de mí se sentía nerviosa, la otra estaba impaciente por cruzar esa línea.

Mi mirada se centró en su torso desnudo, principalmente en esos brazos que me cargaron esa noche. Tomó de su gaveta un preservativo y antes de entrar de vuelta a la cama, se quitó el resto de ropa, permitiendo que pudiera verlo como Dios lo trajo al mundo.

No pude deleitarme, o más bien contemplarlo mucho tiempo, al menos no de la cintura para abajo. Se acomodó entre mis piernas, pero sin hacer ninguna otra movida, solo retomó esos apasionados besos que me provocan tanto.

De mi garganta se escapó un fuerte gemido al sentir cómo abrió paso a mi interior tan lentamente que mis piernas se entrelazaron en su cintura y mis uñas en su espalda. Por unos segundos un calambre y corriente se situó en esa zona, pero se fue disipando a medida que me besaba y se movía despacio. 

Se adueñó de cada suspiro y gemido provocado por sus movimientos. Cada segundo se volvía más tolerable e increíble. Es como si una presión quisiera ser liberada cada vez que presionaba de esa forma. Sus caricias, besos y atenciones nunca faltaron. En todo momento fue gentil, cariñoso y apasionado.

Me sentía tan feliz, tan querida, tan protegida entre sus brazos. Sus manos entrelazadas a las mías, la fricción de nuestros cuerpos, y la pasión que desataba cada beso y caricia. No podía parar de contemplar esos hermosos ojos cafés que no dejaban de mirarme ni un solo instante.

Mi cuerpo se vio levantado por el suyo, y se sentó en la cama conmigo encima, cambiando la postura radicalmente, permitiendo que pudiera estar a su altura, cara a cara a él. Sus fuertes brazos se cruzaron en mi espalda, simulando un abrazo. Me sujetaba firmemente, ayudándome a moverme, mientras besaba mi cuello y mi barbilla.

Me sentía emocionada, feliz, dichosa, por ser tratada de esta manera. El hecho de hacer esto con alguien sumamente especial, como lo es él, me llena inmensamente. Mi corazón no puede con este torbellino de emociones y sensaciones.

¿Así que esto es lo que se siente al hacer amor con la persona que compartes este hermoso sentimiento? Quisiera congelar el tiempo. No quiero que esto se acabe.

Prometo Amarte [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora