Capítulo 3

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La peculiar pareja conversó durante un buen rato, sus voces mezclándose con el suave murmullo de la noche. King, había encontrado en Hermes una compañía inesperada pero curiosamente agradable. El dios, con su porte imponente y mirada eterna, escuchaba atentamente las historias del hada, cada una de ellas llena de vida y magia ancestral.

Mientras King hablaba, Hermes no podía evitar fijarse en los delicados gestos del hada, en la forma en que sus ojos brillaban al relatar sus aventuras. Había algo en la inocencia y pureza de King que lo atraía profundamente, algo que no había sentido en mucho tiempo... No desde...

King, vencido por el cansancio, finalmente se rindió al sueño, apoyando su cabeza en el hombro del dios como si este fuera la almohada más cómoda del mundo. Hermes sintió una oleada de ternura al notar la confianza que King depositaba en él. El hada no se percató de una pregunta crucial: ¿por qué lloraba Hermes? En su mente, King había concluido que el dolor de Hermes debía estar relacionado con un amante perdido, basándose en los fragmentos de información que Artemisa había compartido. Sin embargo, esta suposición estaba lejos de la verdad.

Cuando la madrugada se asomaba, antes de que el sol fuera mandado a brillar por Apolo, Hermes se vio obligado a despertar. Sabía que tenía que cumplir con su deber de guía de las almas al Hades antes de que los guerreros se levantaran. Pero un dolor intenso y persistente en su espalda le dificultaba moverse.

Intentó levantarse con cuidado para no despertar a King, pero al hacerlo, soltó un leve quejido de dolor que, inevitablemente, despertó al hada.

—¿Estás bien? —preguntó King, su voz llena de preocupación.

Hermes sintió un escalofrío al escuchar la ternura en la voz de King. —Sí, solo no quería despertarte —respondió Hermes, intentando ocultar su dolor y disimular sus heridas bajo la prenda blanca que llevaba.

King frunció el ceño, no convencido. —¿Me estás ocultando algo? Es muy temprano para despertar —dijo, frotándose los ojos con sus pequeñas manos, aún somnoliento. —El sol ni siquiera ha salido.

—Soy el guía de las almas al inframundo. Debo cumplir con este deber antes de que tus compañeros despierten, para evitar más retrasos en su viaje —Hermes intentaba mantener la compostura, pero la cercanía de King hacía que su corazón latiera más rápido.

King asintió lentamente, levantándose con intención de ir a ver a sus compañeros, suponiendo que seguirían dormidos. Pero, adormilado como estaba, perdió un poco el equilibrio en su vuelo y, sin querer, se apoyó en la espalda de Hermes. El contacto provocó un grito de dolor en el dios y una sensación de humedad en la mano del hada.

—¡¿Qué te pasó?! —exclamó King, alarmado, al notar el líquido rojo en su mano y en la espalda de Hermes.

—Es solo un castigo... —Hermes trató de restarle importancia, pero el dolor era evidente en su rostro.

—¿Por qué? —preguntó King, acercándose más para inspeccionar las heridas, sus dedos rozando suavemente la piel de Hermes.

Hermes cerró los ojos por un momento, disfrutando del tacto de King. —Por pisar el Olimpo sin los guerreros. Recibí un azote por cada uno de ellos, dados por mi padre, y se prohibió a Apolo y Asclepio interferir en mi sanación como parte del castigo —Hermes soltó un suspiro, el ardor de las heridas era casi insoportable y anhelaba descansar, pero sabía que debía cumplir con su trabajo para evitar más castigos.

King miró a Hermes con determinación en sus ojos verdes. —Lanza Sagrada Chastiefol modo ocho: Jardín de Polen —invocó su poder sin dudar.

—El Árbol Sagrado emite un polen capaz de curar cualquier herida, aunque de manera lenta. No es como la magia de las diosas, pero es lo mejor que puedo hacer —explicó King, su tono sincero y preocupado.

Χάος [Meling]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora