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— Uf, allá vamos— hoy toca disección de rana, cosa que me da...un poco de pena y asco a la vez. Cojo el bisturí mirando al anfibio sin vida, pobre animal— Lo siento, amigo— sé que no me escucha, pero así me siento mejor. Abro la tripa del animal en forma de "Y", estoy haciéndolo sola porque Ginny tiene baja por maternidad y no volverá hasta dentro de un par de semanas. Siento de nuevo cómo cogen mis senos, como la otra noche. Me duele, me está haciendo daño y algo duro toca mi trasero también.

— ¿A que lo notas? Eso me haces, mortal. Te voy a convertir en mi sumisa...— después de eso, los toqueteos y las voces aparecen, pero me sorprende sentir una mano en mi zona femenina. Nadie ha escuchado el grito por suerte. Ha tocado la hora del descanso al fin, estaba ansiosa por ir a verlo.

— Hola— le digo cuando lo veo tomando un café, él se gira— Te echaba de menos, maestro— nos reímos mientras nos acercamos mutuamente. Vaya parejita, tío. Sí que somos raros.

— Yo a tí también, alumna— sonríe de nuevo, ahora me besa aprovechando que está sólo en la sala— ¿Qué tal se te da disecar ranas?— me hace reír, lo ha dicho con tono de asco.

— No ha estado mal tampoco. Lo que es que...— me mira— Hay algo o alguien que aprovecha y empieza a tocarme cuando más tranquila estoy. Me hace daño en los pechos, me susurra cosas y a veces... toca también— le digo señalando mi zona femenina— Y me incomoda. No serás tú, ¿verdad? Porque tú no me tocas de manera lasciva.

— No soy capaz ni de dejarte pagar en una cafetería, cielo. Cuando descubra quién es, se va a enterar. Con mi Lilith no se mete nadie— sonrío. Paso el recreo con él, hablamos de diversos temas y nos reímos también— Tengo tu nota.

— ¿Me la enseñas? ¿Me la enseñas? Anda, mi amor— me da el examen— ¡Tomaaa!

— Enhorabuena, tú y Alan sois las notas más altas.

— ¡Un nueve! Oh, me equivoqué en esto— justo dan el timbre— Mierda. Se ha acabado, profesor— digo juguetonamente, él se ríe.

— Pues, deme su examen— le entrego mi examen viendo cómo se levanta, me encanta que vaya con esos vaqueros. Negros, pegaditos más o menos, y una camisa blanca. Me encanta mi hombre— Ahora tengo contigo, señorita— me río.

— ¿Me va a castigar, profesor?

— No me tientes. Como me vean con una tienda de campaña en la clase, se van a reír de mí toda la vida— acabamos riendo los dos mientras terminamos de darnos un último beso antes de las clases. Me coge del brazo haciendo el teatro y abre la puerta de la clase— Y que no se vuelva a repetir, señorita— me dice guiñandome un ojo a espaldas de la clase.

— Está bien, maestro. Lo siento— pero qué buena hora pasé, madre mía. El cachondeo que tenemos es mortal.

Tom
— Eh, os doy doscientos euros a cada uno si violais a esta señorita— le digo a tres compañeros de Lilith. Ellos aceptan encantados— Y lo quiero grabado— les doy la cámara y todo el jueguecito empieza. Se va a enterar

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Bill
— ¡Lilith!— aparece llorando a mares. Mientras me cuenta, mi sangre hierve de ira. Pobrecita mi niña. Después de una ducha, se acuesta a descansar. Mañana no irá al instituto—

Cartas para Lilith. (Bill Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora