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- Míralo, será guarro- niego mientras sigo observando el cómic- Este es el regalito, ¿no?- mi novio me mira- Lo voy a tirar.

- No, espera- me lo quita. Sale al jardín y lo empieza a quemar, yo me río- Nadie tiene por qué verte desnuda y en ese apuros, es un guarro.

- Buena tu idea- sonríe. Espero que todo siga así de bien, la verdad es que soy muy feliz con él. Quiero pasar toda mi vida a su lado, y no es una decisión tomada a la ligera. Me encantaría estar siempre a su lado, soy la mujer más feliz cuando él está conmigo- ¿Tienes hambre?

- Sí.

- Voy a hacer la cena entonces.

- Pero no ese tipo de hambre- se me acerca al cuello y lo lame levemente, noto sus colmillos de nuevo- Joder, tu sangre...

- Pruébala.

- No. Una vez que empiezo no puedo parar, eres demasiado dulce- le sonrío.

- Hazlo, un poquito- no se lo piensa otra vez, clava un poco de sus colmillos. Me duele pero a la vez me gusta. Me empuja levemente separandome de él, sonríe tras limpiarse la boca con el dorso de la mano.

- Mierda, joder. Mira- me río- Me pongo con tan solo probar tu sangre.

- ¿Me vas a comer, vampirito?- le pregunto mientras lo echo al sofá. Me subo encima suya mientras me quito la camiseta, él me mira atentamente- Venga, vamos. Hazlo ya- me coge de la cintura y, en un abrir y cerrar de ojos, me tiene en la cama otra vez.

- Tú lo has buscado, pequeña mortal.

- ¡Mm!- sonríe otra vez- Serás....- y se pueden imaginar lo que ocurre. Horas y horas llenas de placer y amor, horas y horas que me enseñaron cosas nuevas sobre él, como que al ser un vampiro puede cambiar de forma. A parte de ser un lobo se transformó en él de joven, cuando llegó a Los Ángeles en mil ochocientos cincuenta- ¿En serio eras así?- asiente sonriendo- Que guapo- acaricio su melena pelinegra, le llega hasta la mitad de la espalda y tiene mechas blancas. Sus ojos están delineados por un poco de sombras negra al parecer y las uñas de sus manos están pintadas de negro también- Cariño, eres guapísimo seas rubio o pelinegro- me sonríe otra vez y me vuelve a besar. Es raro no sentir su barba, pero me gusta así también, me encanta.

- Nunca le enseñé a nadie mi yo de hace tanto tiempo- se ríe- Siéntete afortunada, vas a ser la única que me vea así.

- Genial, doble vampirito- vuelve a reírse- Pareces un adolescente.

- Gracias por llamarme viejo.

- No iba con esa intención, idiota- los dos nos reímos- ¿Sigues siendo un lobo gris cuando tienes el pelo negro?- niega.

- Mi pelaje cambia, es negro.

- Pero, ¿por qué? Si eres rubio deberías de ser de pelaje blanco, no gris, entonces.

- No lo sé, cariño. Soy raro supongo- me río- Una pregunta.

- ¿Cuál?

- ¿Eres feliz?- asiento- ¿Lo eres conmigo?

- Claro que sí.

- ¿De verdad?- vuelvo a asentir- A veces tengo dudas.

- Pues no dudes más, me haces muy feliz.

- ¿Te da igual lo que sea?- asiento.

- Como si eres un centauro- vuelve a sonreír. Me abraza y cuando lo miro, está dormido. ¿Se transforma dormido? Está volviendo a ser rubio. No conocía esto de él, me gusta. Es como su yo gótico y su yo normal, me encanta. Es tan tierno conmigo.

Cartas para Lilith. (Bill Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora