XI

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—Diablos...—

Diego urgaba algo adolorido aquella venda precaria que cubría su mano, intentando aliviar la picazón.

—Que vendaje de mierda ¿te lo hizo tu papá?—

La voz de Kala proveniente de la ventana puso alerta a Diego, quien no tardó en sonreír al ver a su amiga.

—¡Kala!—

El repentino abrazo que Diego le dio a la chica la tomó por sorpresa, pero no tardó en corresponderle.

—Ya... demasiado cariño.—se alejó un poco, mirando conmovida la alegría que el chico demostraba al tenerla ahí.

—Me tenías preocupado... ¿dónde estabas?... ¿y ese moretón?—

Kala apartó la mano de Diego apenas intentó tocarla.

—Pasaron algunas cosas, Diego. Pero no te preocupes, no vine a amargarte la noche... Vine por eso.—señaló su mano—. La transmisión desde la academia, cuando tu padre te hizo llorar.—

—No lloré...—

—Pero hiciste pucheritos.—frunció sus labios divertida—. ¿qué te hizo?—

—Me vio distraído con una medalla... me apretó la mano fuerte... Y me clavé el prendedor en la palma. No es para tanto.—Kala frunció el ceño.

—¿"no es para tanto"? Siéntate, tonto.—

El chico obedeció mientras miraba como Kala se descolgaba aquella mochila y sacaba un pequeño bolsito.

—¿llevas botiquín ahora?—

—Pff, por favor. Soy la mejor espía y arquera de Yara, y ahora también la mejor doctora de campo... O al menos practico para llegar a serlo.—Diego sonrió.

Con sumo cuidado, Kala retiró el vendaje de Diego, frunciendo el ceño al ver la fea herida en la mano. Estaba hinchada.

—Esto se está infectando...—tomó un algodón y lo empapó con alcohol—. Aguanta un poco ¿si? Arderá bastante.—

Antes de poder alardear de su valentía, Diego reprimió un grito de dolor al sentir aquel líquido penetrar la herida. Kala no tardó en consolarlo.

—Ya, ya... Mira, si lo soplo duele menos.—exhaló suavemente sobre la herida—. ¿lo ves? Nada de que preocuparse.—

Diego miraba casi hipnotizado como la chica terminaba de tratar la herida y finalmente la vendaba.

—Sana, sana, colita de rana. Si no sana hoy...—dejó un pequeño besito en su muñeca—. Sanará mañana... ¿mejor?—

Kala sonrió al ver que Diego asentía una y otra vez.

—Me alegra escucharlo, bebé gigante... No vuelvas a rascarte.—

—Gracias...—

—No es nada... Y ahora que me encargué de lo que más me preocupaba, dime... ¿qué haz hecho en estos días?—la chica comenzó a guardar el botiquín.

—No mucho, las cosas han estado bastante tensas desde que mataron a McKay.—

—Oh, no lo matamos... Al final hicieron un acuerdo con él y ahora esta con Libertad.—Diego se sorprendió al escuchar aquello.

—Vaya, todo se puso raro últimamente.—

—Bastante, sí...—

—¿y... qué hay de ti?—Diego volvió a mirar el moretón en el cuello de la chica,  pero apartó la mirada rápidamente.

—Veamos... Hice nuevos amigos... A la mayoría los he perdido.—el semblante de la chica cambió en un segundo—. El Tigre y Jonrón... Aún no supero lo que pasó con ellos.—

El Tigre...

Diego frunció el ceño.

—Oye... ¿de casualidad le has dado más brazaletes a otras personas?—el chico miró su tobillo, donde aquel brazalete blanco y azul se encontraba amarrado.

—A miembros de la Moral, sí. Pero los de ellos son de otro color, el tuyo es ultra especial y limitado.—sonrió—. ¿por qué?—

—Un anciano en la cárcel tenía uno... Era un guerrillero del 67.—

Por la sorpresa en el rostro de la chica, Diego supo que lo conocía.

—Hablas de Iván... ¿sigue vivo?—

—No, papá lo mandó a fusilar.—

A Kala le molestó el tono natural con el que dijo aquella barbaridad.

—¿por qué?—

—... Porque yo lo golpeé.—

Si Kala se había enojado por lo del fusilamiento, aquello terminó de sacarla de quicio.

—Era un anciano... Diego...—

—Uno que asesinó a mis abuelos.—

—Sí, los Castillo que esclavizaron a Yara.—

—Oye, no es así. Ellos-

—No quiero pelear contigo. Creo... Creo que lo mejor será irme.—la chica negó vagamente antes de colgarse la mochila al hombro.

Diego se arrepintió de haber dicho aquellas cosas apenas vio que Kala tenía intenciones de marcharse.

—¿no volverás?—siguió de cerca a la chica que salía al balcón.

—... Iremos por Máximas Matanzas ahora... No sé si volveré.—Kala notó la desesperación en el rostro del chico.

—P-pero sigues armando ese mapa de la isla ¿o no?—

—¿el mapa? Esa cosa la terminé hace semanas, Diego.—

—¿y por qué seguiste viniendo entonces?—

—Pues por ti, tonto.—Kala sonrió apenas—. Así que deja de golpear ancianos si no quieres que me enoje.—

—Lo lamento... No volveré a hacerlo... Pero no dejes de venir, por favor.—

Kala sabía que estaba siendo injusta con el chico, estaba recibiendo mucha presión de todos los lados posibles. Pero para él siempre era gente que no le importaba perder, simples secuaces de su padre y ya.

Pero para ella eran amigos, compañeros...

—... Cuídate, Diego.—

El pequeño yarano miró con cierta tristeza como Kala volvía a desaparecer del lugar. Estaba solo nuevamente.

A pesar de que volver a ver a la chica le daba una alegría inmensa, Diego sabía que las cosas poco a poco se estaban yendo al diablo.
José, McKay y Benitez... Quedaban solo unas pocas personas del círculo íntimo del presidente, y eso era un problema importante para su papá. Lo preocupaba. Pero tampoco deseaba que Kala siguiera sufriendo.

Pronto tendría que elegir un bando, y eso lo aterraba.

Pronto tendría que elegir un bando, y eso lo aterraba

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~° Familia ~ Diego Castillo. Far Cry 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora