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Sawamura había logrado acostumbrarse a la rutina del Rugido del Rey, aunque casi siempre trabajaba horas extra después del horario acordado. No era que se lo pidieran; Sawamura sólo sentía la necesidad de mantener el café luciendo tan perfecto como era posible. No podía evitarlo, ya que siempre había querido dar el más cuando las cosas le importaban demasiado. Y vaya que necesitaba el dinero.

Sawamura sabía que no era el empleado más grácil ni mejor educado que el Rugido del Rey podría haber contratado antes, pero lo compensaría a su propia manera. Se encontraba constantemente limpiando las mesas, asegurándose de que no quedaran anillos de condensación sobre ninguna superficie, y se encontraba a sí mismo recogiendo las migajas para prevenir que las pestes entraran.

Para su suerte, no había pestes a la vista, excepto por una muy grande y sarcástica que vivía justo al lado.

Sawamura estaba totalmente desconcertado de que alguien pudiera soportar lidiar con o hablar con Miyuki Kazuya. El chico sacaba a Sawamura absolutamente de sus casillas cada vez que interactuaban. Parecía ser como si Miyuki existiera solamente para molestar a Sawamura, zumbando en su espacio personal como una mosca que no había sido bienvenida, y Sawamura odiaba cómo no podía concentrarse en nada a parte de Miyuki cada vez que el maldito chico se encontraba cerca de él.

Se sentía extraño cada vez que Miyuki le sonreía; como si sus interiores se apretaran y retorcieran, como si su sangre se prendiera en llamas, como si su piel cosquilleara con calidez y como si su corazón estuviese listo para salírsele del pecho. Él enfurecía absolutamente a Sawamura, y Sawamura no tenía idea de por qué Miyuki lo hacía sentirse de esa forma: nadie más lo había hecho antes, así que maldita sea, ¡¿Por qué Miyuki Kazuya, tan de repente?!

Sawamura no tenía la suficiente suerte necesaria, ya que constantemente tenía que lidiar con que Miyuki ocupara parte de su espacio en el trabajo (a pesar de que técnicamente no trabajaran en el mismo lugar), pero para empeorar las cosas, Miyuki también era un estudiante de la universidad de Seido (la cual se encontraba cerca).

Sawamura no sabía de esto, pero cuando entró una mañana al tren para dirigirse a clase, escuchó un "Con permiso~" demasiado familiar resonando justo detrás de su oído.

Estremeciéndose, Sawamura miró por encima de su hombro, registrando un par de ojos brillantes detrás de anteojos de armazón oscuro.

―¡¿Por qué estás aquí, M-Miyuki Kazuya?! ― gritó Sawamura, y todos en el tren se volvieron apresuradamente a quedársele mirando. Era una regla tácita el que nadie hablara en el metro: Sólo era extraño hacerlo, por alguna razón.

Miyuki tenía sus manos en sus bolsillos y la cabeza ladeada con casualidad mientras miraba a Sawamura ―¿No tengo permitido tomar el transporte público como el resto de la sociedad?

Sawamura hizo un puchero ―¡Sabes qué es a lo que me refiero...! ― Él bajó la mirada y tomó nota de una mochila a los hombros de Miyuki ―¿Eres un estudiante?

―¿Realmente parezco tan grande? ― preguntó Miyuki, mostrándose ligeramente ofendido ―¿Cuántos años creíste que tenía?

―¡No lo sé...! ― se defendió Sawamura. Realmente no había pensado al respecto. ―¿Estarías... como a más de la mitad de los veintes?

Miyuki rió. ―Sólo cumpliré veintiuno este año. No te adelantes demasiado allí~. ¿Y cuántos años tienes tú? Pareces un niño.

Sawamura abrió su boca para responder, pero las puertas del tren se cerraron y este comenzó a moverse. El repentino traqueteo hizo que Sawamura perdiera el equilibrio y se tropezó, cayendo justo en el pecho de Miyuki por un momento que había sido mortificante.

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