17.

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La ciudad estaba oscura, fría, e inusualmente callada. Miyuki y Sawamura paseaban por la calle hacia el club que Miyuki había seleccionado. El camino principal por el que pasaban consistía en pequeños negocios y restaurantes que habían cerrado hace horas atrás, y sólo unos cuantos peatones deambulaban alrededor, dirigiéndose probablemente hacia casa después del trabajo.

Las calles eran silenciosas a comparación con el ruido y bullicio del metro. Miyuki podía escuchar cada sonidito que hacía Sawamura; cuando él no estaba hablando tarareaba por lo bajo, trotando a la altura de Miyuki. Tenían sus manos entrelazadas y metidas dentro de la chaqueta de cuero de Miyuki, para calentarlas.

Él notó la forma en la que Sawamura lo miraba con timidez, sus mejillas sonrojándose al mismo tiempo que sus ojos brillaban mientras deslizaba sus ojos de arriba a abajo por el cuerpo de Miyuki. Esto le ayudó a Miyuki a sentir un poco más de confianza en sí mismo; a pesar de que no era muy inseguro de su apariencia, el ver la obvia manera en la que Sawamura se lo comía con la mirada le hizo estar un poco más seguro de que, sí, claramente su novio sentía mucha atracción hacia él. Miyuki sonrió, ligeramente engreído mientras miraba a Sawamura a los ojos, cachándolo en el acto de mirarlo.

Los ojos de Sawamura se ampliaron antes de que se sonrojara y desviara la mirada a otro lado. Sawamura murmuró, con una voz ligeramente tímida. ―¿Por qué sonríes, Miyuki Kazuya?

―Por nada ― respondió Miyuki juguetonamente, inclinando su cabeza a un lado mientras notaba la forma en la que las mejillas de Sawamura se sonrojaban y las puntas de sus oídos se volvían rojas. Qué lindo. Su corazón se calideció mientras apretaba con fuerza la mano de Sawamura. Miyuki llevaba puestos un par de pantalones grises que le quedaban holgados y que brillaban en la tenue luz, las curvas de sus muslos y pantorrillas prominentes contra la prenda. Llevaba puesta sobre su camiseta de cuello de v su chaqueta favorita de cuero, la cual cubría una hoodie, dejando el gorro gris a la vista en su espalda.

Por el otro lado, Sawamura lucía completamente adorable. El suéter que llevaba puesto era de un suave color gris con mangas negras que llegaban un poco más debajo de sus codos, y no había duda alguna de que llevaba puesto un par de pantalones skinny que le llegaban a la cintura. Le quedaban a la perfección alrededor de su hermosamente formado trasero, dejando poco a la imaginación, para el placer de Miyuki. Él deslizó su lengua por sus labios al mismo tiempo que miraba a Sawamura, impaciente por sentir su cuerpo mientras se encontraban en la pista de baile.

Una fría ráfaga de aire cortó el aire y mandó un escalofrío recorriendo la espina dorsal de Miyuki. A pesar del hecho de que llevaba puesta su chamarra de invierno, Sawamura también se estremeció, inclinándose un poco más cerca hacia Miyuki mientras arrugaba su rostro como un conejito disgustado. Era algo precioso, y él se rió mientras caminaban por debajo del puente que indicaba lo cerca que se encontraban de la entrada.

―Ya casi llegamos ― aseguró Miyuki, guiando a Sawamura a lo más profundo de la ciudad. Como había sido de esperar, emergieron del otro lado del puente, y una escalera que llevaba hacia el subterráneo apareció a la vista. Había letreros indicando el acceso al metro, pero habían sido parcialmente borrados y marcados con grafiti. Era una estación de metro abandonada.

― ¿Es aquí abajo? ― preguntó Sawamura con curiosidad, caminando detrás de Miyuki mientras él bajaba por las escaleras. Miyuki simplemente emitió un sonidito de aprobación como respuesta y continuó guiándolos hasta que llegaron a la base de las escaleras. Allí abajo había un gran túnel, y Sawamura pausó para mirar con atención a su alrededor: cada metro cuadrado del lugar estaba cubierto por un hermoso grafiti. Miyuki dibujó una pequeña sonrisa, ya que todo ese arte había sido hecho por todos los fundadores del club hace décadas atrás, añadiéndole cada vez más cada año, hasta haberse convertido en la obra maestra que era ahora. Colores vibrantes empapaban la pared derecha, variando desde tonos de azul real hasta verdes vívidos, lilac os y amarillos dorados.

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