Yo soy Aramis

252 46 68
                                    

—¡Aramis! Llegaras tarde — gritan desde la cocina.

—Ya voy mamá — le respondo saliendo de mi cuarto y viéndola.

—Hoy empiezas la Universidad mi amor — dice mi mamá emocionada —¿No te alegra? — pregunta al ver que eso no es algo que cause alguna reaccion en mí.

—Desde que entré a la primaria mi estancia en la escuela se resume en niñas que se burlan de mi físico y niños que me estrellan contra paredes y me encierran en los salones por "mi nombre de caballero" — le respondo a mi mamá con una mueca —Y ni siquiera soy un caballero, soy un MOSQUETERO, no es lo mismo

—Pero será diferente esta vez, ya verás — responde mi madre.

—Lo mismo dijiste cuando pasé de primaria a secundaria y de secundaria a preparatoria — le respondo.

—Pero esta vez es enserio — dice aún optimista.

—Eso dijiste cuando pasé de secundaria a preparatoria — replico de nuevo.

—Bueno, irás a la Universidad te guste o no, ¿entendido? — refuta mi mamá.

—Sí madame — le respondo haciendo una reverencia, ella ríe y me da el dinero para mi comida y mis pasajes — Adiós mamá — le digo dándole un beso.

—Adiós mi niño — me responde y me da un beso.

Salgo de mi casa y camino por la acera, giro la cabeza hacia los lados y cuando veo que no pasan coches me lanzo a la mitad de la carretera y voy corriendo por ahí con los brazos extendidos fingiendo que soy un avión.

La gente me mira, los que me conocen me saludan, algunos ríen y me despiden con las manos, otros muchos se quejan de mi actitud infantil.

Tomo una vara larga caída de algún árbol y me la meto entre la mochila y la espalda, sosteniéndola con mi cinturón, cuando llego al andén del metro me detengo y la saco adoptando una posición de combate.

—En guardia —digo riendo —Universidad, allá voy —digo y me lanzo por el barandal de las escaleras hasta el pasillo.

Compro mi boleto del tren en las taquillas y subo a los andenes, me recargo en una de las paredes y pienso que hacer en el camino, casi es la línea completa.

—Puedo leer, dibujar o escuchar música —pienso detenidamente —O puedo hacer las tres —me digo y busco en mi mochila, genial, no traigo ni el libro que estoy leyendo ni mi libreta de dibujo.

Saco los audífonos de mi bolsa y pongo mi lista de canciones para llorar, así, si pasan cosas buenas en la Universidad me alegraran, y si no, pues no podrán ponerme peor.

Alzo la vista cuando termino de poner la lista y veo del otro lado del andén a una chica sentada en una de las bardas que tienen las escaleras, está leyendo algo, pero desde donde estoy no puedo ver qué, solo veo su pantalón azul, lleva una camisa verde claro y unos lentes morados, su cabello castaño cae por su espalda y en su oreja cuelga una pluma, es muy linda.

—Cálmate Aramis, no hagas el ridículo enamorándote de la chica del tren a la que seguramente no volverás a ver — digo para mí riendo un poco, que estúpido.

Escucho el silbido de el tren y me paro a esperar, yo subo al segundo vagón, ella al quinto.

Okey, este día no pudo empezar mejor. 

La chica de los librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora