12. Las consecuencias de la magia.

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Jadeo.

Arde.

Arde.

Arde.

¡¿Por qué arde tanto!?

Me sostengo de la mesa, me duele. Caigo al suelo, ya mi pierna no puede sostenerme. Está podrida.

Levanto mi vestido hasta la rodilla. Hay un montón de venas negra y piel muerta cayendo a pedazos desde mis tobillos hasta la pantorrilla. Y parece expandirse hacia arriba, la piel gris, la evidente muestra de la putrefacción.

Una silueta me hace fruncir el ceño. Levanto la mirada y no puedo evitar gruñir.

—Mamá...

Ella suspira—Ya te está consumiendo ¿Eh?—Ella da un paso dentro de la cabaña.

Me quejo del dolor.—¿Consumir?

Ella me da la espalda, pone la cesta que tenía en la mesa y va sacando las cosas poco a poco—La magia. Ese es el precio.

Frunzo el ceño. El ardor me hace sollozar con fuerza—¿Cómo... cómo evito que...—Jadeo—Duela?

Mamá suspira—La magia te consume el alma, o el cuerpo. Y en tu caso, hija mía. Te está empezando a consumir la piel, la magia se alimenta de tí.

Mis manos se encajan en mi pomposo vestido, no lo soporto. Siento como si metieran una bola de lava dentro de mí piel, todo se derrite, se muere.

—Si quieres impedir que la magia consuma tu piel. Entonces. Dale otra piel.

—Piel...—Emito un ligero grito, ya no puedo más—Bien. Regresaré a casa y le diré a alguna sirviente que me prepare un...

Mi mamá se agacha a mi altura, sus ojos penetrantes me atraviesan, de un momento a otro el dolor en mi pié es lo de menos.

Esa mirada.

Que aterradora mirada.

Es ese tipo de mirada que te dice que algo muy oscuro atraviesa su mente.

—No esa carne—Me dice.

—¿Entonces cuál?

Sus ojos resplandecen en un brillo blanco, veo como sus labios se mueven pronunciando un hechizo incompresible para mí, sus largos cabellos negros se levantan ligeramente, como si la gravedad no existiera en esas largas hebras por cortos momentos.

De un momento a otro, mamá tiene un pastelillo en su manos—Comelo. Retrasará el que tú magia te consuma mientras encuentras algo que hacer—Ella toma un profunda respiración. Y me da la espalda para salir de la cabaña.

Su hermosa silueta está en la puerta, me va a dejar. Se va a ir.

—Mami...—Me avergüenzo por llamarla así. Soy una mujer adulta. Decirle mami, es como regresar a esos días de infancia.

Ella gira a verme, sus ojos demuestran unos lagos de amor y esperanza congelados en sus profundas cuencas.

—¿No...me consideras peligrosa para tí?—Sorbo mi nariz—Soy un monstruo. Maté a mi marido, maté a muchos sirvientes, hombres y mujeres que se atravesaron en mi camino. Practico la magia que temes...y aún así...¿Me ayudas? ¿Cómo puedes?

Su sonrisa arruga ligeramente sus expresiones, no parece afectada por mis palabras en lo absoluto. Vuelve a acercarse a mí, se sienta en el suelo a mi lado, puedo sentir su calor a mi lado. Me mira con amor.

Las arrugas en su rostro me hacen sentir mal. Los años no pasan en vano.

—Mi hermosa. Preciada. Y hermosa hija—Su mano se extiende hacia mí, es tan caliente, su tacto calienta mi mejilla y yo no puedo evitar cerrar los ojos sintiendo la melancolía—El amor de una madre es tan poderoso. Es muchísimo más poderoso que cualquier otra magia, puedes ser Satán encarnado y yo te seguiré viendo como la chiquita curiosa que fuiste siempre ¿Entiendes eso?—Sus manos toman mis mejillas para que la mire—No importa lo que pase. No importa nada ¿Vale? Te amaré hasta que...-

Un poder superiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora