04. Redención

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Los viejos favores son más importantes que los nuevos.

Desconocido 9.09






Suspiro viendo el reloj que marca tres ceros fríos e inexpresivos en el gran reloj central.

La exterminación ya terminó.  Y los pecadores ya están ahí afuera escudriñando los residuos, desechos, cuerpos y demás que quedaron del desastre de anoche.

Mis ojos dorados emiten un reflejo brillante cuando poso la vista en la lanza angelical que quedó abandonada en mi mansión, la imponente arma me devuelve la mirada peligrosa, imponente. Ladeo la cabeza.

¿Cuántos demonios murieron por tu culpa? Me pregunto internamente mientras acaricio la punta afilada de la lanza.

De inmediato me imagino a un ser de luz, alto e intimidante, sosteniendo el arma entre sus fuertes manos para luego empuñarla contra lo que tuviera en frente. Niego con la cabeza, había estado rondando por mi mente la imagen de ese Ángel herido

Por estar pensando en ello, una corriente eléctrica y dolorosa me recorrió desde el dedo hasta los pies. Un descuido...y había acabado con un dedo cortado.

Miro mi dedo. La sangre sale lentamente, espesa y oscura. Espero unos segundos para que la herida cierre por sí sola, pero...no sucede.

La herida no cierra. No sana. Se queda abierta y palpitando.

—Era de esperarse—Río—Sólo un ángel puede matar a un demonio para siempre. Y solo un arma puede herirnos de verdad.

Le extiendo la lanza a Tenebris. Pero este no la agarra. Le tiene miedo. ¡Y con justa razón! Estas lanzas han acabado con varios de nuestros lobos ...para siempre.

—Tómala, Tenebris. Fundela, tírala, vendela. Lo que sea. No la quiero cerca.

Tenebris la toma desde la puntita como si le tuviera asquito. Y con el brazo bien extendido se dirige a la puerta.

—A-ama...¿Pero no es peligroso dejarsela a un pecador cualquiera?—Opina antes de hacer cualquier cosa.

Pongo mis manos tapando mi rostro. Aaaahg. Tiene razón. ¡Tiene razón!

Asiento—...Supongo—Muerdo mi labio—Vale. Vale. Guárdala por ahí en un lugar seguro. Qué sé yo. Hablaré con Lucifer o ya veré qué hacer con ella.

Asiente.


####

El teléfono no dejaba de sonar. Y me era irritante a este punto. Llevaba todo el día sonando. Sabía quién llamaba. Pero me negaba contestar.

—¿No va a contestar, Ama?—Pregunta Tenebris sentado en el suelo mientras lee un libro.

¿Cuándo aprendió a leer?

No tengo idea.

—Nop.

—¿Sabe al menos quién es?—Cambia de página.

—Mhmm. Lo sospecho.

Tenebris levanta la vista del libro para mirar el celular nuevo descansando sobre la mesita de la sala—¿Vox?

—Sep—Cambio de canal el televisor una y otra vez en busca de algo interesante. En verdad estaba dispuesta a ignorar a como diera lugar la llamada número 19

Tenebris ríe.

—¡________! ¡Contesta el maldito celular!—Es el correo de voz del celular. Iba a reproducir el último mensaje recién llegado.

Un poder superiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora