10. Moviendo Hilos.

909 147 37
                                    

Mi marido fué un hombre noble desde cuna. Nació y se crió con grandes riquezas y educación desde que era solo un pequeñito. No como yo.

Nací y crecí en una pequeña casa en las montañas, muy humilde, no aprendí a leer sino hasta los 10 años. Y mi máximo entretenimiento fué mi magia y corretear alguna que otra gallina. Andar con el mismo vestido cada día, sucia y despeinada.

Ah~ que lindos recuerdos. Ser libre y sin preocupaciones.

Mis padres tomaron la decisión de casarme con alguien de alto rango, después de todo, había pasado toda mi vida preparándome, no solo aprendiendo magia negra, también aprendí todo lo que una dama de la alta sociedad necesita saber, como para encajar como anillo al dedo en ella.

Caminar.

Leer.

Tocar un instrumento.

Peinarme.

Maquillarme.

Vestirme.

Manejar correctamente mi abanico.

Un lenguaje apto.

Otro idioma, incluso.

Era una mujer tan admirada, no solo por las mujeres. También por hombres. ¡Llegué a administrar la casa por 3 años! Y si se me permite alardear de ello, tengo que decir que esa casa nunca brilló tanto en su existencia.

Tal vez a una mujer no se le permita estar presente en reuniones de hombres.

Oh hablar si no se le permite.

Incluso opinar.

Pero, creo que la vida tiene que tener...cambios.

Cambios interesantes.

Tres días después de la muerte de mi ya difunto marido, Walter. Su entierro fué rápido y "Doloroso" para mí. No dejé de llorar en ningún momento. Pero la vida seguía.

Y la repartición de los bienes también.

—Señora Walter—Me llaman, el apellido de mi difunto marido aún sigue siendo parte de mí, y hace un ligero eco en la oficina privada de la casona.

Me levanto, limpio mi ojo ligeramente y levanto mi mirada. Un hombre con barba y lentes me mira expectante.

El abogado de la familia de mi marido.

Espero que continúe hablando—¿Usted y el señor Walter tuvieron heredero?—Me pregunta.

Niego—No caballero. Lamentablemente no pude darle ningún heredero a mi marido antes de morir.

El suspira, no parece feliz.

—Me gustaría hablar con usted sobre la repartición de bienes.

¡Ay sí, por favor!

—Oh...No me interesa—Limpio mi vestido mientras, con disimulo, limpio una lágrima—Puede dársela a algún familiar cercano a mi marido. Un primo, sobrino, tío...

Él da un largo paso hacia la mesa frente a mí, pone unos documentos sobre ella mientras conserva su silencio—Asumiré que no sabe leer, así que lo leeré por usted—Frunzo el ceño ante sus palabras—Estos son unos documentos médicos los cuales...-

—Disculpe—Lo interrumpo—Me parece de mala educación que asuma sin mi consentimiento palabras que no he dicho.

Él me mira extrañado—¿Disculpe?

—Sé leer. Señor Mich—Mi tono no es agradable, me a ofendido de gran manera —Soy una mujer de clase, la ignorancia no es de mi interés.

El infla su pecho—Ya veo, le pido una disculpa—Suspira—Entonces. ¿Le importaría leerlo?

Un poder superiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora