VEINTIUNO

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Mi departamento es amplio, es un pent-house pero ahora mismo está lleno, me detengo y detengo a Akutagawa.

-Ryu

-¿Qué sucede?

-Tú habitación está ocupada, lo siento.

-Descuida Chuuya, puedo dormir en el sofá.

-No, solo ven a dormir conmigo – él se sonroja un poco.

-No puedo – comienza a toser.

-Es una noche fría, aunque tengo buena calefacción, será perjudicial para tu salud.

-No dormiré contigo, ahora también eres una señorita.

Frunzo el ceño molesto, de acuerdo testarudo tendré que hacer algo que no me gusta.

-Y una mierda, no soy una señorita, soy un hombre y soy tu superior – abro la puerta de mi habitación – así que es una orden, dormirás en mi cama.

Me meto en la cama, acurrucándome entre las suaves almohadas, abrazo mi oveja de felpa, me da vergüenza, solo pocos lo saben, y confió en Ryunnosuke

-Aún lo conservas – se acomoda a mi lado.

-Cállate es muy suave y estoy acostumbrado.

-Y te lo regalo Dazai-san.

-Mierda sí, me lo regalo – respondo rápido - es lo único que me recuerda aquel breve instante de mi felicidad, ¿Qué se supone que debo hacer? – se que he perdido los estribos, pero estoy alterado - ¿Tirarlo? ¿destruirlo? – mis ojos se humedecen – no puedo - me aferro al peluche escondiendo mi rostro en él.

-También quiero que lo olvides – susurra, coloca su mano en mi espalda frotándola con suavidad.

-Me arruinó dejándome vacío – sollozo – era mejor cuando no conocía nada más que el valor de ser utilizado como arma, sus mentiras me ilusionaron me hicieron sentir humano.

-Dazai-san es demasiado bueno con las palabras – murmura amargamente – te dice lo que quieres escuchar, lo que necesitas escuchar con tal de conseguir los resultados que desea es un dulce veneno.

Me giro, lo abrazo acurrucándome en su cuerpo, no es nada sexual, es simplemente una muestra de cariño fraternal, el consuelo de dos seres utilizados y desechados por una persona sin escrúpulos, sin remordimientos por habernos arrastrado a la oscuridad de su vida, de su mundo, para luego huir de esa oscuridad dejándonos botados como basura, como herramientas rotas e inútiles.

.

.

.

-Kyouka-chan – susurro - ¿ya te dormiste?

-No – se sienta en la cama - ¿aún te duele?

-¿Eh? – parpadeo – no, no es eso, es solo que

-Atsushi, aunque la mafia del puerto tiene su lado oscuro siguen siendo personas – se acerca y comienza a acariciarme el cabello, es raro, ella es menor pero siempre sabe cómo actuar – Akutagawa no es la excepción

-¿Como sabias que Akutagawa me inquietaba?

-Eres alguien bastante transparente – sonríe – los miembros de la agencia no se opondrán, créeme, me aceptaron a mí.

-No es lo mismo – juego con mis manos nervioso – tu no querías hacer lo que hiciste, tú te integraste a nosotros como Dazai-san.

-Mis manos están llenas de sangre, yo estaba vacía, yo quería morir - se queda callada un momento, no sé qué decir – tú me salvaste, pero, los de la mafia tampoco es que fueran malos es solo que Akutagawa no tuvo el mejor ejemplo.

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