MarkRen

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            "¿Qué está haciendo?" no pudo evitar pensar MinHyung mientras observaba fijamente al chico que daba vueltas de un lado a otro de la habitación, resoplando y murmurando cosas en un tono de voz tan bajo que no llegaba a entender nada.

Todavía no se acostumbraba a la nueva asignación que le habían hecho, todavía se sentía un poco fuera de lugar en aquel espacio extraño y la compañía tampoco era especialmente alentadora, un muchacho que tampoco se acostumbraba a aquel nuevo lugar, alejado de todos y todo lo que había conocido nunca y rodeado de extraños que deseaban su muerte —incluidos entre ellos la persona que le había ordenado estar lo más cerca posible de él—. No obstante, MinHyung había pensado que el joven trataría de adaptarse a la nueva situación de otra forma, no arreglando la nueva habitación que se le había asignado, que hacía las veces de oficina del Sumo Sacerdote y su propio dormitorio, más allá del par de biombos que se encontraban separando ambas estancias, la personal y la pública.

Era un chico interesante. MinHyung ya había pensado eso en alguna que otra ocasión desde que lo había conocido prácticamente un año atrás, cuando había capturado a su tribu, matado a todos aquellos que habían tratado de luchar contra él. El chico que ahora se encontraba ante él, vestido con ropa vaporosa y delicada, su pelo lleno de flores frescas y recogido, había vivido durante todo aquel tiempo como un esclavo, lleno de suciedad y de golpes, algunos de los golpes propiciados por el mismo MinHyung. No se arrepentía de ello, jamás lo haría. Le habían ordenado que lo hiciera y él jamás había cuestionado o desobedecido una orden; su primera orden había sido capturar a aquella tribu y la había acatado... su actual orden era proteger y vigilar al nuevo Sumo Sacerdote hasta que nuevas órdenes fueran dadas y cumpliría aquello que le habían ordenado.

Echaba de menos el bullicio de sus compañeros, pero el silencio de aquel templo tampoco le era molesto, de hecho, era agradable y combinaba a la perfección con el silencio que le había sido impuesto, aquella prohibición de hablar que él había cumplido a rajatabla durante todo el tiempo que había estado entrenando para ser el arma de doble filo que ahora era. La compañía del Sumo Sacerdote era extraña —mucho más porque el tiempo que habían pasado anteriormente no había sido especialmente bueno y no debía de traerle buenos recuerdos— pero era más agradable de lo que MinHyung había pensado que sería en un primer momento.

—Desde que llegué a estas tierras muchos me dicen que soy extraño —dijo el joven, girándose hacia él, esbozando una media sonrisa en su rostro—, pocos han dicho que sea agradable, más bien, me desean muerto.

"¿Puedes oír mis pensamientos?" no pudo evitar pensar MinHyung tras escuchar al chico responder a lo que había estado dando vueltas en su mente.

—No todos, es algo que va y viene —replicó el chico, encogiéndose de hombros y sentándose en uno de los cojines que se encontraban en una zona del suelo del amplio lugar—. Tampoco escucho a todas las personas, pero por alguna razón tus pensamientos resuenan bastante... supongo que es porque no te puedes expresar verbalmente.

"¿Cómo?"

—Ni yo lo sé —respondió el chico—, pero es agradable saber que tú no quieres matarme... al menos por ahora.

MinHyung estuvo tentado a replicarle al chico que se encontraba ante él, de apariencia delicada y frágil, pero que había sido más fuerte y valiente que muchos de los guerreros que había conocido a lo largo de su vida; no obstante, antes de poder hacerlo, un ruido extraño resonó en el lugar y todo su cuerpo se puso alerta. Aquella mañana no debían tener visita, aquella mañana nadie debía de molestarlos en aquel lugar y, si alguien hubiera ido a avisarlos de alguna noticia nueva, los sonidos de sus pasos resonando en el pasillo lo habrían alertado mucho antes. Aquello no había sucedido.

NCT Drabbles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora