La familia Na siempre había tenido cierta reputación en cuanto a encantar los corazones de las personas se trataba. No es que fueran abejas de flor en flor, ligando con todo el mundo y haciendo caer tanto a mujeres como a hombres a sus pies, simplemente era un talento natural que con unas sonrisas y miradas, pudieran enamorar a todo el mundo y en la familia Na trataban de no aprovecharse de aquello para no hacer daño a las personas que los rodeaban. No obstante, el talento estaba ahí, y el hijo mayor de la familia, Yuta, era un maestro del ligue que a pesar de tener solo 22 años había encandilado a más chicos y chicas de los que podía recordar.
Pero aunque la familia Na se caracterizara por tener aquel don, había una persona que no lo había heredado. Esa persona era el hijo menor de la familia, JaeMin, quien, al contrario que su hermano mayor, era completamente incapaz de hacer que las personas se enamoraran de él simplemente mostrándoles una sonrisa encantadora. Por ese motivo, porque JaeMin no había heredado aquello, se encontraba en una encrucijada y necesitaba de la ayuda de Yuta para poder salir de ella.
—Hyung, por favor, ayúdame —dijo JaeMin, agarrando del brazo a su hermano mayor y zarandeándolo levemente—. Te lo suplico.
—¿Por qué debería ayudarte? —cuestionó éste.
—Porque eres el único de la familia que puede ayudarme a conquistarlo —replicó el menor—. Por favor, hyung. Me gustaría poder tener el don de la familia para no tener que molestar a nadie por esto, pero no lo tengo y necesito conquistarlo.
JaeMin esperó que aquellas palabras llevaran a que su hermano aceptara ayudarlo, pero mientras Yuta se lo pensaba, el chico no pudo evitar estar muy nervioso. ¿Qué pasaba si no aceptaba? ¿A quién le iba a pedir ayuda? Porque él solo ya había quedado patente que era incapaz de ligar con nadie y no quedar en ridículo el 90% del tiempo y su amigo Jeno traía loquitas a todas las chicas del instituto porque era un as en los deportes y guapo además, pero en chicos no estaba muy puesto. Y a quién JaeMin necesitaba conquistar era a un chico... y antes de que se acabara aquella semana.
Parecía imposible... pero, al menos, JaeMin quería intentarlo.
JaeMin se había enamorado por completo de RenJun, aquel muchacho de intercambio que había aparecido en su clase al inicio de ese trimestre. Era un chico encantador y JaeMin no había podido evitar gravitar a su alrededor hasta que habían acabado siendo amigos... pero la realidad era que JaeMin no quería seguir siendo su amigo, quería ser algo más, y aunque había intentado en varias ocasiones tratar de encandilarlo, no había podido hacer nada más que el ridículo porque no tenía ningún encanto.
Pero lo peor de todo aquello era que a RenJun solo le quedaba una semana en Seúl antes de volver a su ciudad natal en el norte de China y JaeMin necesitaba que el chico también se prendara de él antes de que se fuera, porque si lo hacía, podían mantener su relación, aunque fuera a distancia, hasta el año siguiente, cuando acababan el instituto y comenzaban la universidad, porque ese año, RenJun iba a volver a Corea para estudiar de nuevo.
Así que, JaeMin necesitaba por todos los medios convencer a su hermano mayor para que le enseñara qué era lo que debía hacer para enamorar a RenJun, cómo debía comportarse para que el chico cayera en sus redes. JaeMin necesitaba que Yuta le enseñara cuál era el secreto de la familia para hacerlo.
—Vale... te ayudaré —dijo finalmente Yuta—, pero solo porque haría cualquier cosa antes de tener que ponerme a terminar este maldito trabajo.
—Hyung, eres el mejor —replicó JaeMin, saltando a los brazos de su hermano. El mayor trató de deshacerse de él, pero éste se había pegado a su cuerpo como una lapa y no lo iba a dejar escapar porque estaba demasiado feliz.