I
TaeIl estaba estresado con su examen de acceso a la universidad, muy estresado. Nunca antes en su vida había estado tan estresado. Por ese motivo, se pasaba los días con los libros por delante, estudiando, memorizando una y otra vez cada cosa que le podía ser preguntada. Prácticamente no salía de su habitación, solo comía lo que su madre le llevaba hasta su mesa y lo hacía mirando de reojo sus apuntes, casi ni dormía porque tenía que aprovechar al máximo cada hora del día y solo se detenía cuando la nariz comenzaba a sangrarle —y eso solo lo hacía porque se lo había prometido a su vecino DongYoung y cumpliría con su promesa aunque el menor no lo estuviera viendo—.
Las semanas pasaron volando para él, demasiado rápido, el tiempo escapándosele entre los dedos y dejándolo sin opciones cuando el día del examen llegó. Se había preparado, lo iba a hacer bien, tenía que hacerlo bien sí o sí porque debía entrar a la universidad que había elegido, y para ello debía de tener la mejor nota posible. Por eso, aunque tenía mucha presión, cuando se sentó en el pupitre, su mano comenzó a volar por la hoja de respuestas, marcando sin vacilación las opciones verdaderas hasta que todo terminó.
Cuando TaeIl salió del instituto después de haber dado lo mejor de sí, vio cómo sus compañeros corrían a los brazos de sus padres —algunos felices y otros tristes— y él simplemente emprendió su camino a casa porque los suyos estaban trabajando y no podían ir allí a llevarle un ramo de flores o a llevarlo a comer. Sin embargo, antes de poder dar un paso fuera del recinto del instituto, sintió cómo unos brazos se enlazaban en su cintura fuertemente y su cuerpo se tensó, hasta que escuchó una voz muy conocida hablar justo contra su nuca, haciendo que el vello se le erizara.
—¿Cómo te ha ido, hyung? ¿Lo has hecho bien?
—Claro que lo he hecho bien, ¿por quién me tomas? —replicó.
—Sabía que te iría bien —murmuró—. Eres el mejor.
Aquella era la primera vez que DongYoung lo abrazaba por la espalda, tratando de sorprenderlo, pero sí que fue la primera vez en la que TaeIl sentía un nudo en su estómago.
II
Ver partidos de fútbol era algo que su familia solía hacer cuando había algún evento importante. Era como una tradición. A ninguno le gustaba realmente el fútbol, pero comer pollo frito y beber coca-cola o cerveza mientras el partido se emitía, era algo maravilloso y no solo para la familia Moon, sino también para sus vecinos de enfrente, los Kim. Hacía mucho tiempo que sus familias se habían combinado porque los Kim tenían un hijo de la edad de TaeIl, DongHyun, y pronto se habían vuelto amigos inseparables, junto con el menor, DongYong. Se quedaban los unos en la casa de los otros, iban todos juntos a jugar al parque de abajo o a la sala de juegos de la esquina, a comprar helado a la tienda 24h que había en su misma calle o al colegio, pasaban todo el tiempo del mundo juntos y, las tradiciones de una familia se habían pasado a la otra. Por ese motivo, aunque poco a poco, los hijos iban creciendo y ya no estaban tan juntos como antes porque todos estaban tomando caminos diferentes, seguían reuniéndose con los partidos de fútbol.
TaeIl había ido a la cocina a por más patatas fritas y a por una coca-cola fría del frigorífico y cuando había vuelto, su espacio en el sofá había sido ocupado por DongHyun sin ningún reparo. TaeIl le bufó a su amigo, tratando de quitarlo de allí, porque ya no eran niños para estar jugando a aquellas cosas, ambos estaban ya en la universidad; pero por mucho que lo trató, no llegó a absolutamente nada y tanto su padre como el señor Kim los mandaron a callar porque apenas quedaban unos minutos de la primera parte y estaba muy interesante. TaeIl quiso protestar, pero no le habría servido para nada, así que, simplemente esperaría a que el otro se tuviera que levantar —ya se había bebido muchas latas de cola, así que no le quedaría otra más que ir al baño en cualquier momento—.