YukHei tenía su cabeza echada sobre la ventanilla del autobús, sintiendo la vibración del vehículo a través del cristal, mirando sin mirar hacia el infinito horizonte. A aquellas horas no estaba demasiado despierto, de hecho, ni siquiera tenía sus ojos grandes totalmente abiertos del sueño que todavía sentía —definitivamente, la noche anterior no tenía que haberse quedado despierto hasta tan tarde jugando con SiCheng al Overwatch—. El chico bostezó y cuando exhaló el aire un trozo de cristal se empañó por el vaho, YukHei alzó su brazo y dibujó un pequeño corazón con su dedo de forma melancólica. Quería enamorarse aunque fuera una sola vez mientras estuviera en el instituto, como sus demás amigos y compañeros de clase, pero eso no iba a ser posible porque tenía que encontrar a su persona especial.
Aun medio dormido como estaba YukHei no podía evitar ponerse melancólico con aquel tema porque a le había tocado llevar una pesada carga que él no había querido nunca llevar; sin embargo, aunque no lo hubiera elegido, le había tocado que su mente almacenara los recuerdos de su anterior vida, una vida que había compartido con un chico dulce y encantador al que había amado más que a nadie en el mundo. Al principio, cuando era un niño, simplemente había visto retazos de su rostro, completamente distorsionados, a veces su cálida sonrisa, a veces su mirada dulce; pero a medida que había ido creciendo, en la memoria de YukHei habían aparecido pequeños fragmentos de su anterior vida con aquel muchacho y desde entonces, el chico no había podido evitar sentirse como si le faltara algo muy importante a su lado.
YukHei suspiró profundamente, cerrando sus ojos. No había ni siquiera amanecido y allí estaba él, poniéndose melancólico sobre un chico que no sabía si volvería a encontrar otra vez. El chico negó con su cabeza. Tenía que dejar de pensar en ello y pensar mejor en cómo ganar a SiCheng en la siguiente partida, porque no iba a volver a soportar una derrota tan deshonrosa como la que había sufrido la noche anterior. Con aquello en su mente, dejó de pensar en aquel chico de sus recuerdos y el chico miró hacia el exterior del bus, para ver por dónde iba y cuánto le quedaba más o menos para tener que bajarse; sin embargo, seguía todo estando bastante oscuro y YukHei no podía ver más que algunas de las luches de los coches y de la ciudad, porque más que nada, se reflejaba el interior de autobús, que no iba muy lleno, pero en el que todos los asientos estaban pillados y había algunas personas de pie.
Sin nada más interesante que hacer hasta que los altavoces anunciaran la parada en la que se tenía que bajar, se puso a observar a las personas que allí se encontraban, la mayoría estudiantes o gente que se dirigía a sus respectivos trabajos. Algunos de los estudiantes llevaban su mismo uniforme, mientras que otros llevaban diferentes, pero todos ellos tenían una cara de sueño que no podían con ella —parecía colectivo el sentimiento de que tener que ir a clase cuando ni siquiera el sol había salido era colectivo—. Su parada fue anunciada en ese momento y YukHei se dispuso a levantarse de su asiento para bajar del bus, pero en ese momento, un chico bastante alto que llevaba su mismo uniforme se movió del sitio en el que había estado agarrado a uno de los postes, haciendo que YukHei viera a un muchacho que no había visto antes, un muchacho que reconocería en cualquier parte.
YukHei se quedó clavado en su asiento, sin poder moverse, sin poder reaccionar, sin poder hacer nada más que observar a aquel chico porque era él, era la persona de sus recuerdos, el chico que llevaba en su mente desde que tenía memoria. Estaba seguro de que era él, no podía ser absolutamente nadie más porque YukHei podía reconocer cada uno de sus rasgos y sus ojos no podían estar engañándolo porque su corazón había comenzado a latir rápidamente dentro de su pecho y su respiración se había vuelto algo irregular. Allí estaba la persona que había estado buscando toda su vida, prácticamente al alcance de su mano, solo a unos pocos metros de distancia de él.
Ensimismado como estaba, YukHei se pasó su parada, pero aquel muchacho había captado toda su atención, cada gesto o cada pequeño movimiento que realizaba lo encandilaban y no podía hacer más que mirarlo desde la distancia, sin poder ordenarle a su cuerpo que se moviera en su dirección, que se acercara a él, que lo envolviera entre sus brazos y le dijera lo mucho que lo había echado de menos. Sin embargo, antes de que su cuerpo pudiera reaccionar para hacer algo de aquello, el muchacho se levantó de su asiento y se dirigió hacia una de las puertas. Como si tuviera un resorte, YukHei se levantó también y lo siguió fuera del autobús, pero solo pudo quedarse en la parada viendo cómo el muchacho se alejaba de él.