XXIV.

493 55 0
                                    

La ansiedad crecía en él mientras que con un ramo de rosas rojas entre sus manos caminaba con pasos pequeños, se detuvo frente a él y suspiró. La respiración se entrecortaba y soltó el primer sollozo, cubierto de silencio, la miseria hacía doler su corazón. Lágrimas caían sobre el ramo de rosas. Sus rodillas perdían la fuerza.

Las vistas, los susurros detrás de él no paraban.

¿Por qué tanto dolor? ¿Por qué esa sensación en su pecho solo puede ser calmada con medicamentos?

No se preparó para esto, jamás pensó en pasar por esto, aún así estaba enfrentándolo, a algo que dejará un hueco en el corazón y espacio entre los pensamientos.

¿De qué sirve creer en las divinidades cuándo se basan en una premisa falsa? Prometiendo que rezando y confesándose vendrán “milagros” a la vida; burlonamente hablando: Revivirán los muertos y caerá dinero del cielo. No hay un Dios que nos ayudará a salvarnos de una situación, en ese momento, todo el peso que recae en sus hombros es por una causa, es el único que puede salvarse a sí mismo.

Giró sobre sus talones, miró a los abuelos barados en medio del gran velorio, había algo de lástima en sus ojos. Ellos jamás se mostrarán ante un público con debilidad, aún así ese sentimiento brillaba en sus ojos, no decían nada. Respiraban con calma.

Duele ver de la peor manera como perdimos a una persona por no entender sus señales. Porqué apesar de no ser nuestra culpa, sentimos el peso de su miseria.

Está tan confundido y frustrado que su mente sigue en blanco. No debería interesarle, de todas maneras, hizo cosas crueles con él.

Los golpes flojos estrellaban contra su piel. Chenle miró a Jisung, el cual se alejaba con dificultad, como si se controlara a sí mismo para no llegar a ellos.

¿P-por qué haces esto?

—¿Él no te merece? —Recibió en respuesta, de forma casi dolorosa que se confundía con la ira en sus ojos— Eres una puta, Omega inútil.

Quería ir con su madre y contarle todo, pero la arruinaría más.

Kunhang era bueno, midiendo todo lo malo que le ha hecho con sus buenos actos. O se está aferrando a su pasado.

No está porqué ya no es feliz.

Chenle mordió sus labios soportando las pesadas lágrimas que salían de sus ojos.

Antes de llegar al funeral, su madre lloró una vez más a gritos, golpeó y casi rompe el teléfono. En ese lugar, mantenía la cabeza baja mientras negociantes hablaban restregándole en la cara lo débil que fue. Sus labios temblaban cada vez que una palabra salía de ellos.

Un extraño pensamiento llegó a su mente, lo ignoró.

—Te mortificas al verlo ahí —La voz de Jisung lo sobresaltó.

Otro sollozo tras otro, no podía detenerse ahora.

—Tengo miedo, Jisung. —Murmuró con la mirada fija en el ataúd.

Sentía la mirada de los demás sobre él, debía mantenerse al margen. Él y Jisung no podían tener contacto, siendo Chenle un Omega y Jisung un alfa. Sin embargo, él puso una mano en su hombro.

Algo de la presión se fué.

—Está bien tener miedo en este momento, puedes contar conmigo, confía en mí.

Jisung decidió que era suficiente permitirle a Chenle seguir viendo el ataúd y lo que contenía, lo guió afuera, donde el aire frío de la mañana chocó contra sus rostros.

Se alejaron de la multitud, entonces Chenle rompió en llanto; sus gemidos de dolor lo atormentaban. Deseaba calmarlo.

—Estarás bien —Decía Jisung atrayendolo a un abrazo.

Chenle lo rodeó con sus brazos con fuerza, presionando tanto que era casi doloroso. Continuó llorando.

—No —Dijo Chenle, miró a Jisung—. Haz que se detenga, no lo soporto. Es demasiado.

Se retorcía, se clavaba en su interior; la agonía. Se estaba ahogando con sus propias lágrimas.

Nunca fué bueno recibiendo estímulos de sentimientos pesados, eran agotadores y en ocasiones lo hacían desmayarse. Cuando era jóven Kunhang se encargaba de eso. Alejaba a todo lo malo y lo protegía, ahora solo quedaban las malditas pastillas.

—Respira, calma.

Él frotó su espalda con sus manos mientras seguía entre sus brazos. Jisung podía sentir los latidos acelerados contra su pecho.

—¿Por qué soy tan débil? —Cuestionó aferrándose al pecho del alfa.

—No eres débil, solo estás pasando por un mal momento.

Jisung tomó su rostro entre sus manos y besó sus labios, el toque fue corto e inocente.

Nuevamente cayeron más lágrimas.

—Jisung...

A Sweet Omega | JiChenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora