Capítulo 18

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El día se sentía diferente, además de levantarse un poco más tarde de lo normal era como si se hubiera quitado un peso de encima, la conversación de la noche anterior y la pequeña sorpresa que había encontrado recién bajando las escaleras le recordaban que no estaba sola.

Inspeccionó la tela entre sus manos, eran de buena calidad, los colores destacaban con los rayos del sol, y bien podría sacar más de una prenda de ellas.

Volvió a leer la tarjeta que tenía encima:

"Tómalo como pago por la tarta de ayer, me hubiera encantado dártelo en persona pero  tuve que salir temprano"
-Tu gato favorito

-Tonto, no tenías que pagarme nada- pensó en voz alta y sonrió, su día empezaba bien.

**********

Llegó tarde al desayuno, ganándose una mirada de desaprobación por parte de su padre, pero no le importaba, estaba seguro que la sonrisa de Marinette valía el hecho de despertarse temprano para ir al mercado, conseguir la tela, pasar a la cabaña y volver corriendo a la mansión.

Desde hace tiempo que quería agradecer a la peli-azul por las cenas que compartían y por guardar en secreto su estadía en la cabaña sin preguntar de más, al escuchar sobre su idea de vender las tartas para comprar tela, no dudo en conseguirlas y así matar dos pájaros de un tiro, compensar su ayuda y sorprenderla para alegrarle aunque sea un día entre toda su mala situación.

-Adrien- una voz lo saco de sus pensamientos.

-¿Mandé?- contestó torpemente al verse distraído.

-El señor Bourgeoise preguntaba sobre la visita a Versalles- pronuncio amonestando su padre.

-¡Oh! Claro, la salida, sin duda fue bueno volver después de tanto tiempo, pude notar que las fachadas del palacio que dan al lado del parque, fueron arregladas y decoradas con esculturas. - mencionó recordando lo poco que había visto durante  el recorrido.
-Pero lo mejor fue la compañía- agregó como cortesía para la chica de a lado.

Todos en la mesa sonrieron ante el cumplido, era buena señal que los dos jóvenes se llevarán tan bien.

-Tu compañía también fue grata Adrien, aunque me hubiese gustado que vieras conmigo el templo del amor o el teatro de la reina, sin duda el lugar le hace justicia a su majestad Antonieta- habló la joven uniéndose a la conversación.

-¿No estuvieron juntos durante todo el paseo?- preguntó inocentemente Audrey, la madre de Chloé.

-La mayor parte si, pero Adrien desapareció un buen rato, por un momento creí que me había abandonado en los jardines- comentó en broma, pero aún así el chico se llevó las miradas de los presentes.

-Discúlpenme, pero como el lugar es tan amplio, además de que hace 10 años que no lo visitaba, me distraje un segundo y termine perdido, fue una suerte volver a encontrarte antes de que él recorrido terminará- hizo uso de sus clases de actuación para que su excusa fuera creíble.

Los Bourgeoise asintieron aceptando la disculpa, pero el Agreste mayor lo miró con duda.

En cuanto terminó el desayuno, los invitados se retiraron a sus habitaciones, tenían mucho que hacer y arreglar, pues su estancia en la mansión había sido interrumpida, debido al trabajo del señor Bourgeoise tenían que volver antes a su ciudad.

- Adrien, acompáñame- En cuanto se quedaron los dos solos Gabriel habló.

El rubio lo siguió, pensó que lo llevaría al estudio para reprenderlo por su mala excusa y haber dejado sola a Chloé durante el paseo, pensó rápidamente en cien maneras de persuadirlo para salir bien librado, cuando notó que se dirigían a la habitación principal, algo raro sin duda pues desde la muerte de su madre no se acercaba a ese lugar, incluso siendo la propia recámara de su padre, este evitaba usarla por los tristes recuerdos.

Al llegar se encontró con una habitación en perfecto estado, todo estaba en su lugar, justo como solía tenerlo ordenado su madre, era como si el tiempo no hubiera pasado por ahí y en cualquier momento su madre lo recibiría desde la pequeña terraza donde solía pintar.

Sus sentimientos estaban a flote, busco con la mirada, necesitaba un vestigio de que aquella ilusión no era real, y el rostro de su padre lo confirmo.

El hombre tenía una expresión de nostalgia y tristeza, amaba a su esposa por sobre cualquier cosa, tanto que cuando ella murió su mundo se vino a bajo, pero no se permitió caer, le había hecho una promesa y tenía la determinación de cumplirla.

Se acercó al viejo alhajero que estaba sobre el tocador, metió la mano entre las joyas y tomo la pieza que tanto buscaba.

-Adrien, este es el anillo de tu madre- Lo colocó en la palma de su mano para que el joven pudiera apreciarlo bien.

-Lo sé, es el gemelo del que tú llevas siempre puesto- dirigió la mirada a el dedo anular izquierdo de su padre.

-Los anillos gemelos han pasado como una tradición por generaciones dentro de la familia Graham de Vanily, él día en que me comprometí con tu madre, su padre me los entrego confiando en que la haría la mujer más feliz del mundo. - mientras hablaba, sus ojos parecían perdidos en otro lado, o tal vez entre recuerdos.

-Tuvimos nuestros momentos bajos y altos, pero siempre permanecimos juntos... durante todo el tiempo en el que ella me acompaño fui el hombre más afortunado.-

Miro al joven que estaba en silencio a su lado.

-Estas por cumplir 21 años, pronto te convertirás en un hombre hecho y derecho, por lo tanto debes saber que...-  puso la mano sobre su hombro para que supiera que hablaba en serio.

-El matrimonio no es una simple ceremonia, mucho menos un papel, es estar conciente de que la mujer que este a tu lado en ese momento, será tu compañera por el resto de tu vida- sonrió.

-El día en que tu madre murió, me hizo prometer que te daría ambos anillos cuando estuvieras listo para dar ese gran pasó- se quitó el pequeño aro que cubría su dedo y juntando el par los colocó en la palma del menor.

-Hoy ha llegado el día- cerró la mano del chico.

-Pero...- no sabía cómo reaccionar, el lugar y las palabras de su padre lo habían tomado por sorpresa.

-Hijo, sabes bien que tu madre soñaba con el día de tu boda, tanto que desde pequeño busco a quien podría ser una buena compañera para ti- mencionó para que captará a lo que se refería.

-Lo sé, fue ella misma quien nos presento- respondió entendiendo la idea.

-Bien, lo mejor sería que antes de que nuestros invitados se vayan pidas la mano de la señorita Bourgeoise- dió por sentado antes de retirarse.


Perdida en el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora