2. Última vez

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Nos encontramos sentados en el sofá. Cada uno en una esquina. De vez en cuando cruzamos miradas.

— ¿Por qué haces esto? — me pregunta. Se aclara la garganta tras sentirla seca.

— ¿Y vos? — pregunto.

— ¿Yo qué? — se gira para quedar frente a frente conmigo.

— Vos me soltaste después de armar semejante show allá fuera — digo, molesta.

— Te solté porque te quiero — dice, frustrado. ¿Le frustra quererme?

— Vos no querés a nadie, solo a vos mismo — se acerca bruscamente a mí, sin levantarse del sofá.

— Miráme y decime si miento — clava su mirada en la mía.

Me quedo callada, esperando a que hable.

— Te metiste acá — señala su pecho, el lado del corazón. — Y me duele que me humilles de esta manera.

— ¿Qué a vos te duele? Charly me cagaste la vida, me enamoraste, me encerraste en una cárcel durante diecisiete años. ¡Diecisiete años! — grito. — Me mandaste a matar dos veces, ¿y ahora me decís que te duele que te haya engañado? — cojo aire al final.

— Yo no te mande matar, fue el psicópata de mi tío Manin— se defiende.

No digo nada más, hay tanto silencio que se vuelve tenso el ambiente. No se que haces, ni decir. No quería que se entregara, y por más que lucha conmigo mismo para entender por qué, llegué a la conclusión de que no lo odiaba como antes.

— Yeimy tenés que irte — susurra, rompiendo el silencio.

— ¿Por qué te molestas en traerme acá, para luego dejarme como si nada? — pregunto, confusa.

— ¿Por qué te molesta tanto que te deje ir?— me dice, frunciendo el ceño.

— Porque no tiene sentido, Charly. Me traés acá contra mi voluntad, y ahora me dejas ir así como así — pone los ojos en blanco.

— Deja la preguntadera. Andáte y ya — dice señalándome el pasillo, donde al fondo se encuentra la puerta.

— ¿Vas a huir? Claro, por eso me diste tu carro y me dejaste libre — asiento con la cabeza convencida. Charly arquea una ceja como si no entendiera nada.

— Yeimy, no voy a ningún lado. Me voy a quedar acá a esperar a los tombos que vos vas a llamar cuando llegues a tu casa — dice confiado.

— ¿Qué ha cambiado? Vos dijiste que no ibas a pisar una cárcel, ¿y ahora querés? — me quedo mirándolo fijamente.

— ¿Ahora te importo? No me jodas — dice ofendido.

— No me importas en absoluto — Abre los ojos de par en par y esboza una sonrisa.

— ¿Ah no? Pues para no importarte estas acá. ¿No tenés ganas de ver a tu amado Juanchito? — dice molesto.

— Si hubieras tenido el alma como él, todo hubiera sido muy diferente — me levanto del sofá y noto como me recorre con la mirada.

— Claro, es que Juanchito es el mejor. No te importó mucho cuando me besaste hace una hora — dice serio. O más bien, celoso.

— Fue un error, yo... estaba asustada y....

— Yeimy no me mientas, yo se que vos sentís lo mismo que yo — dice convencido. Me empiezo a reír sin parar, irónicamente.

— Yo por vos no siento nada. Entre vos y yo solo hay odio — subo un poco el tono.

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