3. Punto de encuentro

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Siete días después de que el joven bicolor dejara su hogar, el pesar no se iba de ese espacio. Tal vez nunca fue algo lleno de alegría, pero cada persona que sabía lo que pasó no tenía ánimos para intentar ignorarlo.

—¿Cómo están los príncipes y la princesa? —cuestionó un joven de cabello negro azulado.

—Ellos tratan de mantenerse ocupados para no pensar —respondió una joven pelinegra—, todo el día se la pasan fuera ayudando en lo que sea. La princesa parece la más apagada, ya no hace las cosas que solía, la mayor parte del tiempo se la pasa en el jardín.

Iida Tenya y Momo Yaoyorozu, ambos pertenecientes a la guardia real del castillo. Su trabajo es vigilar que el palacio esté protegido, pero también se le solicita en otros trabajos.

—Trato de acompañarla para que no se sienta sola, pero está muy preocupada por Todoroki-San.

—¿Y el rey?

El chico fue llamado para ayudar en los alrededores toda la semana, solo estuvo presente en la despedida del heterocromatico. Los demás días, al no estar en esa fortaleza, no pudo saber acerca de los familiares.

—Ocupado con varios papeles, casi no sale de su oficina, pero es evidente que también lo extraña. El principe Keigo trata de animar a todos, pero no es algo donde podamos ser de mucha ayuda.

Ellos eran amigos de Shoto, no al mismo nivel de Izuku pero eran apreciados. También sintieron su ida, pero confiaban en que el chico estaría bien y que regresaría.

—Yo también extraño a Todoroki-San —se lamentó la chica—, pido por el todas las noches.

—Sé de lo que es capaz, por algo fue a quien el consejo reclutó.

Porque lo único que podían hacer, tanto familia, amigos y los trabajadores que sabían de la partida del Todoroki menor; era pedir que todo saliera bien.

[...]


En las lejanías de un bosque, el ahora pelinegro cabalgaba con una postura cansada.

Su papel era el de alguien que había huido y que tenía días vagando sin alimento. Al estar cerca del Sur prefirió empezar con su actuación para prevenir que alguien lo encontrara antes.

Ya había terminado con la comida para el trayecto, en esa bolsa iban los botes con la pócima que ya usó.

Los botes le durarían mucho tiempo, así que era seguro que incluso sobraría.

—¡Alto!

El juego había comenzado.

Como lo pensaba, un grupo lo rodeó al verlo tener el camino directo a su territorio. No era la primera vez que veían gente cerca, pero todo tomaban un camino diferente.

Para entrar al Sur se tenía que tener un permiso de los reyes con días de anticipación, al llegar revisaban que todo estuviera en orden y al irse se les volvía a revisar.

Pero ahora veían como un joven llegaba de la nada.

—Por favor, ayúdenme —habló con voz tambaleante.

Batalla CardinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora