4. Un poco de suerte

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—Bienvenido a nuestra humilde morada —dijo Kaminari cuando llegaron a la casa que era la más cercana al palacio.

Su caballo lo dejó en el reino para que lo pusieran con los demás animales, solo tenía su bolso. Lo guardaba bien para que nadie sepa su verdadero contenido.

Esa casa era igual que las demás que había ahí. Que los reyes lo hayan puesto con cuatro guardas era algo que se podía esperar.

Pasaron hacia lo que era la sala, el pelinegro con ayuda de Mina encendió velas y abrieron ventanas para que el lugar se iluminara. Solo estaba con ellos tres ya que Kirishima había dicho que iría al comedor por algo de cena.

En su reino también había algo que quizás se parecía. Era un lugar grande donde entraba todo el pueblo, se usaba tanto para comer como para resguardarse.

—Espero no ser una molestia.

—Para nada —habló el rubio—. ¿Quieres darte un baño? Seguro te caería bien.

Había un arroyo por el camino por donde llegó, pero eso había sido hace tres días y necesitaba volver a bañarse.

—Me gustaría.

—Te prestare ropa —agregó Sero—, estoy seguro que te quedara.

La ropa de ellos era de pantalones, pantalones cortos, faldas y la parte de arriba siempre se les veía con camisas holgadas. Cualquier persona de ahí podría compartir alguna prenda con otra persona.

—Cuando sea posible te podría llevar donde venden más —habló la pelirosa sonriendole—. Encontraremos muchas cosas.

Le indicaron dónde estaba el baño, no tardó mucho ya que solo era el cuerpo, su cabeza prefería lavarla no tan seguido para que no hubiera riesgo.

Se vistió, admitía que eran prendas cómodas que le gustaban, con un pantalón y una camisa. El rubio le había pedido su antigua ropa para quemarla ya que estaba muy descuidada para intentar arreglarla.

Escuchó una cuarta voz en la sala, seguro que el otro chico ya había llegado.

—Hombre, te queda bien —comentó ese sonriendole.

Parecían ser amables, desde que salieron del castillo se comportaron diferentes a la primera vez. Era entendible, después de todo estaban en su trabajo de protejer.

—Antes se notó, pero ahora no hay duda de que eres muy atractivo —habló la chica—. Serás muy popular aquí.

—Pero seguro tendrás hambre —interrumpió Kirishima—. Ven, come todo lo que quieras.

La pequeña mesa estaba repleta de mucha comida que se veía deliciosa. Los cinco se sentaron al alrededor para empezar con su cena.

—Por cierto, soy Kaminari Denki —empezó el rubio.

—Mina Ashido, dime cómo quieras.

—Sero Hanta.

—Kirishima Eijiro, soy el jefe temporal de la guardia. Perdón por lo de hace rato, pero tenía que hacerlo.

—No hay problema, lo entiendo. ¿No reciben a muchas personas?

Todo, incluso lo más pequeño que pudiera saber podría serle de gran utilidad. Todavía faltaba que aprendiera a adaptarse entre esas personas.

Batalla CardinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora