Frío.
Era una palabra con la que siempre tuvo que vivir desde que se había convertido en lo que muchos temían en ese tiempo. Era espantoso.
Odiaba tener que mezclarse entre miles de personas solo para cumplir una labor sumamente inútil como si fuera ayudante del ser divino y celestial que regía por el bien de todos, pero sabía muy bien que a quien servía era un ser repugnante que le gustaba juzgar a las pobres almas que llegaban al purgatorio, algunos, decían que él era el verdadero héroe, torturando a los pecadores, que se arrepintieran de sus crueles aptos, otros, solo lo tomaban por lo que decía la biblia, el diablo.
Pero él no es el protagonista de esta historia.
La noche eran tan oscura y helada que podía ver el rostro de los transeúntes lo suficientemente rojos como para ser igualados a una fresa, ella ya estaba acostumbrada a ver tantos rostros desconocidos y ver el cambio radical de la ropa, el estilo cambiaba conforme pasaban los años y ella siempre, siempre, se veía igual mientras que los demás se volvían más...ancestros.
Como un artista admira su arte, se sentó en el filo de la cima de un edificio y observó el panorama lleno de edificios que con el tiempo se volvían más altos y bien vistos, pero ni el atardecer más brillante le producía algo en su pecho, ni la noche más hermosa hacia latir su congelado corazón con emoción suplicando entre sus adentros que la noche del día siguiente fuera como esa. No, ella no era como sus demás "colegas" que pasaban por lo mismo...ella tenía una maldición de la que siempre sufría y no era por el hecho de ser inmortal.
—El te está esperando. - un hombre de ojos rojos como la cereza se paró detrás de ella.
Su piel era como leche y su cabello era tan negro como la noche.
—¿No le basta con verme sufrir desde su asiento? - gruñó.
Sentía que en cualquier momento perdería los estribos y cometería la peor decisión de todas, enfrentarlo.
—Debiste pensar mejor las cosas cuando lo desafiaste.
No quería recordar, todo el tiempo se arrepentía de haber hecho aquella estupidez.
—Te recuerdo que no le gusta perder el tiempo.
Chasqueo los dedos y apareció un aro de fuego.
Como siempre, tenía que verle la cara al responsable de tan terrible maldición.
—Ah mi pequeña rebelde. - sonrió.
Odiaba tener que verlo sonreír.
—No me mires así - soltó una sonora carcajada que empezaba a fastidiar a aquella joven.
Existir en el mundo no le parecía nada agradable, quería que el lo supiera con su expresión cada que la mandaba a llamar.
—Me gustan los obedientes, ¿Tu lo eres?
¿Tenía que responder? No quería hacerlo pero esos ojos, amarillos como una pintura con brillantina mostraban su claro castigo.
No quería más sufrimiento.
—Por supuesto. - contestó.
—Bien dicho, ¿ya te comenté que tienes potencial? - odiaba los falsos halagos.
Todo por tenerla de su lado, aun no sabía que mal había hecho para sufrir tales consecuencias pero allí estaba, cerca de las ardientes flamas del mismo infierno oyendo como las almas clamaban clemencia, ayuda, gritaban disculpas sin alguna gota de arrepentimiento.
—¿Ahora que quieres que haga? - era fácil para él mandar a otros, siempre esperando que esos cumplieran con alguna de sus peticiones para solo quedarse con el triunfo, no, no era como aquellos que lo tomaban como el héroe, pensaban, ese ser infernal, ese...ese demonio era peor.
—Oh no, como crees. - sonrió. Aquella marca en su rostro se veía asquerosa como siempre y la leve torcedura de su nariz los hacía ver como un tonto, o al menos eso ella piensa. —después de todo no has hecho nada malo. - lo que para ella era sin importancia para él era malo, existían leyes que ni el podía desobedecer y a castigos hacia que los otros que dirigía tuvieran eso muy en claro. —te alimentas de humanos, me traes almas, vives tranquilamente entre esos mortales, no hay nada de malo. - al menos para ellos.
Al saciar su sed le arrebataban la vida a alguien y eso lo seres divinos no iban a permitir.
Ellos eran vampiros, hambrientos, fuertes, rápidos, eran completamente sobrehumanos con la inútil diferencia de que no toleraban el sol.
—¿Y para que me has llamado? Sabes que detesto estar aquí. - gruñó sin quererlo, aún así el tipo lo dejó pasar.
—Tranquila pequeña, solo quiero saber que tal con...ya sabes.
—Me largo.
—Pero que aburrida vamos, ya pasó ¿cierto?
Sus puños se endurecieron y las palmas de sus manos empezaron a sangrar, sus ojos parecían querer brillar y sus uñas parecían pequeñas cuchillas que querían sumergirse en la garganta del mismo diablo.
—Te lo recuerdo mocosa insolente. - su manera de molestarla era tan efectiva que sabía que la sonrisa que portaba sólo era para hacerla caer del miedo, y funcionaba. —que a la próxima que decidas retarme, lo pienses dos veces.
Dicho eso, le dio la espalda caminando hacia su trono, hizo un círculo con su dedo haciendo aparecer el mismo aro flameante que la había traído.
—¿Que tal te fue?
—Vete a la mierda Hunter.
—Veo que no muy bien, ya pasó ¿cierto? - otra vez con el mismo tema.
Quería que lo dejaran de mencionar como si fuera un tema simple y sin importancia.
—Si. - aún así contestó. Revoloteando se alejó de allí perdiéndose entre la oscuridad de la ciudad.
Su estómago rugía cuál león. Ella era la más hambrienta de todos y era lo que detestaba con todo su inhumano ser.
🥖
Espero les haya gustado, quisiera saber su opinión, como dije antes, cuídense mucho por favor. Los quieroooo uwu.
Pan.
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Lamento de demonio - Lumity
FanfictionMaldecída a una infinita inmortalidad, deberá soportar los miles de recuerdos de como asesinó terriblemente a la persona que más ama.