Capítulo 10

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—Deja de pensar tanto, princesse —pide la bestia, después de llevar bastante rato encima de sus piernas sin hablar, solo viendo un punto en específico de la pared

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—Deja de pensar tanto, princesse —pide la bestia, después de llevar bastante rato encima de sus piernas sin hablar, solo viendo un punto en específico de la pared. Exactamente donde las esposas forman una X.

—¿Usarás eso conmigo? —La pregunta sale de mis labios antes de poder detenerla o tan siquiera pensarla.

Lo miro un momento y él me mira de igual manera. Señalo con mi mano la pared y dirige su vista hacia ahí.

—Depende de ti —responde. Arrugo el rostro.

—¿Por qué de mí? —replico.

—De lo mal que te portes. Si te ato a esa pared, no será como hasta ahora, princesse. Ahí estarás por completo a mi merced. Te implantaré dolor y placer por partes iguales, excederé tus límites y no sé si tú lo aguantes —confiesa. Saboreo mis labios.

Hasta ahora, las cosas que me ha hecho —salvo la humillación de hace un rato—, me han gustado. Sí, es cierto que al principio, cuando me ata o me coloca contra la mesa boca abajo y comienza a azotarme, al principio siento que es denigrante, que no debería de eso ser algo que excite mi cuerpo, que altere mis sentidos, pero lo hace, así que, pasado unos minutos, mi cuerpo empieza a reaccionar de esa manera que él espera porque me encuentro queriendo más. No interesa si me está azotando con un látigo o con su mano —que duele más que con el látigo—, lo que importa es que cada nuevo azote, hace palpitar mi coño con ganas.

No soy sumisa. No soy una puta sumisa. Al menos no en la vida fuera de lo sexual. Pero dentro de esta sala, cuando estoy con él, encuentro realmente excitante el poner mi cuerpo a su merced. Y es que cada cosa que me hace, mi cuerpo celebra.

—Ven, te llevaré a tu celda —dice y yo niego con la cabeza—. ¿Qué? —cuestiona.

Tomo su muñeca y veo la hora. Son las nueve y cuarenta y dos de la noche. ¿Cómo diablos es que he pasado toda la tarde y parte de la noche aquí y no se siente como si fueran más de dos horas?

—Iré sola. Ya me has humillado lo suficiente por hoy —digo y me levanto de encima de sus piernas.

Mi venda sigue mojada y siento mi pie muy asqueroso por dentro, así que ubico su camisa en el suelo y me la coloco para caminar hasta el baño.

Una vez adentro, sigo derecho hasta la tina y me siento en el borde para comenzar a desatar la venda. Justo cuando introduzco mi pie en el agua de la tina que ya no está tibia, él entra. Sigue desnudo. Toma su bóxer y pantalón del suelo y se lo coloca delante de mí. No lo miro, me dedico solo a masajear mi pie con cuidado. Veo que en la planta del mismo no solo hay un corte largo, hay otros más pequeños. Me han cocido. Veo siete puntos a lo largo de la cortada principal. Yo no sentí nada de eso. ¿Si me habré desmayado o será que me dieron un sedante y no lo recuerdo?

—Toma —dice y me extiende un nuevo paquete de vendas.

La tomo y saco el pie del agua para secarlo con el paño que está colgado junto a la misma. Luego me lo vendo y listo. Me coloco de pie y paso por su lado sin mediar palabras. Camino sin afincar el pie malo, solo el talón y así logro llegar a la sala común, sintiendo sus pasos detrás de mí. Justo cuando el guardia abre mi celda para entrar, la bestia me sujeta del brazo.

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