Capítulo 31

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Cuando llego a mi casa, cuatro horas después de haber salido del frente de la Casa Blanca, encuentro a Adam caminando de un lado a otro

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Cuando llego a mi casa, cuatro horas después de haber salido del frente de la Casa Blanca, encuentro a Adam caminando de un lado a otro. Se detiene al verme.

—¿Dónde estabas? —sisea. Mantengo mi cabeza en alto porque después de lo de esta tarde, estoy convencida de lo que estoy haciendo.

—Necesitaba estar sola, Adam —digo y paso por su lado para llegar a la cocina. Escucho que me sigue—. ¿Las chicas están bien? —Cambio de tema. Toma mi brazo y me gira de un solo movimiento.

—¿Estabas sola realmente? —inquiere y se inclina hacia adelante, olfateándome. Paso saliva—. ¿Lo viste? —insiste.

Endurezco mis facciones del rostro y lo miro con severidad.

—¿Vas a dudar de mí todo el rato, Adam? —replico. Se aleja como si lo hubiera abofeteado y se toma el cabello con las manos.

—No. Lo siento, preciosa. Me he vuelto loco cuando he vuelto a casa y no te encontré. Creí... Creí que. —Se calla.

—Creíste que me había ido con Eric, porque sigues dudando de que estoy contigo. Adam, estoy aquí, ¿no? Entonces, eso debe ser suficiente para ti —zanjo. Se acerca y toma mi rostro entre sus manos.

—Sí, estás aquí, conmigo. Gracias —susurra. Niego con la cabeza.

—No tienes que agradecerme, Adam. ¿Estamos bien? ¿Las noticias? ¿Qué dijeron de tu enfrentamiento? Mira cómo tienes el rostro —digo y lo sujeto.

Tiene un hematoma junto al labio. Y un corte por encima de la ceja. A la bestia le fue mejor que a Adam, de eso no hay duda.

—Estoy bien, preciosa. Y, con respecto a lo de las noticias, no he querido encender el TV —confiesa. Suspiro.

—No debiste golpearlo, Adam. No sé qué quería, pero debimos ignorarlo y ya.

En mi mente veo en grande un letrero que dice: FARSANTE.

Vaya ignorada la que yo le di a la bestia. Terminé teniendo su polla en cada orificio admisible de mi cuerpo. ¡Joder, es que de dolo recordarlo, me humedezco! Qué mal estoy...

—Él no debió aparecerse —espeta y se aleja unos pasos.

—Tienes razón. No debió hacerlo —admito—. ¿Y las chicas? —pregunto para cambiar el tema. Adam suspira y hace ademanes con la mano.

—Salieron no sé a dónde. Solo les di dinero y le pedí al chófer que las llevara a donde ellas quisieran —explica.

Sonrío imaginando a las chicas en un centro comercial, comiendo un helado, viendo la ropa en los escaparates y pensando que no pueden gastar el dinero que Adam les dio. Como si Adam tuviera poco dinero.

—Gracias por todo, cariño.

Me acerco para abrazarlo y él me recibe con gusto, alzándome y sentándome en la encimera. Me sostiene por la cintura y solo puedo desear que presione sus dedos para que las marcas que la bestia me dejó, él piense que las hizo por esto.

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