Epílogo

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Narra Jessica

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Narra Jessica.

Ocho meses, tres semanas y cuatro días, es el tiempo exacto que tengo sin ver a Eric. Al día siguiente, luego de haber dormido toda la noche acurrucados, me levanté a primera hora y me fui, dejando solo un mensaje en su teléfono: No me olvides.

Esa noche sus brazos se aferraron a mi cuerpo con fuerza, como si no quisiera dejarme ir, y yo lo sentí, pude sentir con hecho, acciones y no con palabras que me amaba.

Espero que me siga amando... Porque yo sí lo sigo amando.

—¿Lista? —Pregunta Sop, entrando a mi habitación. Asiento, viéndome en el espejo. Hoy es el cumpleaños del presidente, es ahí donde espero volver a ver a Eric.

Y espero no verlo de la mano de otra mujer...

El presidente se ha convertido en estos meses en el padre que mi papá dejó de ser. De ellos no sé nada. Solo colocaron una exuberante suma de dinero en mi cuenta bancaria. Quizás y piensan que con eso, ya no los necesito.

Muy alejado de la realidad, por supuesto.

Llevo puesto un vestido largo, rojo pasión que deja toda una pierna al descubierto. Mi cabello ha crecido bastante, lo llevo suelto y con unas ondas que se ven muy naturales. Un maquillaje de infarto que me costó la última hora y, por supuesto, el reloj de diamantes que me regaló y el perfume de Hugo Boss.

Espero que con eso entienda y note que no lo he olvidado. Que lo llevo conmigo... Que lo quiero conmigo.

Suspiro y sigo a Sop hasta el auto, dentro ya se encuentra Ludmila. Les sonrío a ambas y enseguida se coloca en marcha el taxi. Me la paso todo el recorrido viendo por la ventana porque estoy nerviosa, estoy demasiado nerviosa.

Veré de nuevo al presidente, a mis padres, a la bestia. Y a los malditos reporteros de mierda. A esos sí que no los extraño en lo más mínimo.

Sé que el presidente y Eric se han vuelto cercanos porque el mismo presidente me lo dijo. Incluso le había ofrecido a Eric ser parte de la guardia real, pero él se negó porque dijo que no quería nada que ver con ese mundo. Pero, al presidente le gusta torturarme y me envía fotos de Eric cuando salen a cenar o al club de tiro.

Sí, la bestia ha corrompido también al presidente y ahora, en vez de visitar el club de golf con los diplomáticos, se va a disparar con Eric. Apenas el taxi estaciona frente al salón donde será la gran celebración, hay miles de reporteros afuera y hay una larga fila también de personas famosas entrando y fotografiándose.

—¿Será muy tarde para enviarle un mensaje y decirle que se me olvidó? —Cuestiono, sintiendo de pronto un pavor de bajar.

No por los reporteros, sino por ver a Eric con otra. O, mirarlo solo, pero que ya no quiera estar conmigo. Eso me aterra más que los propios periodistas.

—La Jessica Rivas que yo conozco no le tiene miedo a nada —zanja Sop. Sonrío.

—Y la que yo conozco es una perra que se come el mundo, no espera ser devorada por él —dice ahora Lud. Mi sonrisa aumenta.

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