Capítulo 30

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Cuando Adam intenta entrar a las instalaciones de la Casa Blanca, la cantidad de periodistas que se aglomeran a nuestro alrededor es aterrador

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Cuando Adam intenta entrar a las instalaciones de la Casa Blanca, la cantidad de periodistas que se aglomeran a nuestro alrededor es aterrador. Nos aporrean las ventanas queriendo que la bajemos. Se colocan frente al auto para que no podamos avanzar y las puertas se mantienen cerradas para que ninguno entre al interior de la Casa Blanca. Veo a Adam y él me mira a mí.

¿Qué mierda? ¿Será siempre así?

—Tenemos que bajar y entrar caminando —dice Adam, sacando su celular el bolsillo de su saco.

—¿A quién llamas? —cuestiono. No quiero bajar.

—A seguridad para que nos escolten hasta el interior —explica.

Vale, eso me deja más tranquila. Apenas contestan, solicita que lleguen hasta al frente y ya no vuelve a decir nada más y cuelga.

—Enseguida vienen —anuncia.

—Adam, ¿será siempre así? —pregunto, refiriéndome a los periodistas. Suspira lento.

—Quizás sea así unos días más, pero si no les damos de qué hablar, se aburrirán y dejarán de acosarnos —promete.

Asiento y mi puerta es abierta por alguien, cuando veo, no es un escolta, es Eric.

—Bête —susurro al verlo. Toma mi brazo y me saca del auto sin mayor fuerza. Escucho a Adam gruñir y bajar también.

¡Santa mierda!

—¡¿Qué diablos crees que haces?! —espeta Adam, empujando a Eric.

Escucho los flash de todas las cámaras que nos apuntan. Intento sostener a Adam, pero se libra fácilmente de mi agarre.

—¡Vi las noticias, princesse! —grita la bestia, ignorando por completo a Adam, e intentando acercarse.

Adam vuelve a empujarlo y la reacción de la bestia es girarse de golpe y atestar su puño en toda la cara de Adam. Todos los presentes chillan.

—¡Aléjate, maldición! —ordena la bestia y llega hasta mí, acorralándome contra el auto—. Vi las noticias —repite.

Está respirando agitado. Su pecho sube y baja. Y cuando estoy a punto de dejarme caer por la intensidad de su mirada, su cuerpo es apartado del mío y Adam golpea con fuerza su cara.

La bestia gruñe y se cuadra. Adam lo imita.

—¡Es mi mujer! ¡Aléjate, tú! —chilla Adam y lanza un golpe al costado de Eric.

Lo evita y lanza otro hacia la cabeza de Adam, que logra bloquear con su antebrazo y conecta uno con su otra mano en el estómago de la bestia.

Llevo las manos a mi cabeza.

—¡Parad ya! —grito, descontrolada y tomo a Adam del brazo, pero se suelta de un solo movimiento y lanza otro golpe que no va a dar a ningún lado porque Eric se agacha a tiempo—. ¡Bestia, para ya! —le pido a la bestia ahora.

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