Capítulo 1

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Lo primero que siento al despertar es un fuerte manotazo en todo mi estómago que me quita el aire

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Lo primero que siento al despertar es un fuerte manotazo en todo mi estómago que me quita el aire. ¡Mierda!

—¡¿Pero qué mierda?! —espeto y veo a Sophie vestirse.

—Levántate ya si no quieres que te levante Madame Dubois de otra manera. Una mucho peor —advierte.

Gruño y salto de la cama. Sophie señala una muda de ropa de uniforme blanco. Suspiro. Me quito mi camisa de pijama y el pantalón de lo mismo para colocarme la franela sin mangas blanca. Encima me coloco la camisa de botones y el pantalón del mismo material. Aquí no hay espejos, cosa que agradezco. No quiero ver lo horrible que me veo con esta ropa. Me queda grande. Así que saco la camisa del interior del pantalón, desabotono los últimos botones y hago un nudo por debajo de mis senos.

Cuando salgo, justo se abre la puerta por la que yo entré ayer con Amelia, y todas las chicas corren de nuevo hacia la pared del fondo. Pongo los ojos en blanco y me quedo en mi sitio. Amelia entra y enfoca su vista en mí. Enseguida se le dilata. Dudo que por excitación.

—A la pared, Rivas —ordena. Le mantengo la mirada fijamente.

—No soy una reclusa. No estoy cumpliendo una condena. Esto es solo un puto capricho de mi padre y lo demandaré a él y al centro este si me obligan a hacer cosas que no quiero —declaro.

En unos cuantos pasos ya está frente a mí. Le mantengo la mirada.

—Querida, ¿crees que ganarás una demanda contra tu padre o contra el centro cuando tu padre muestre las pruebas de que te estabas prostituyendo, drogada y alcoholizada? ¿Crees que tendrás oportunidad? —me desafía. Evito hacer una mueca.

En mala hora mi padre tuvo que llegar a ese burdel de mala muerte. Es que si supiera la verdad, estaría a mis pies, besándolos y pidiendo perdón. Imbécil.

—Obsérvame intentarlo y veremos quién gana —la reto.

Ella sí no evita hacer una mueca de desagrado.

—Camina a la puta pared y haz la jodida fila junto a las demás. Acá vas a seguir las mismas reglas que todas. No eres especial. No te creas que lo eres —sentencia. Sonrío con prepotencia.

—Ya estoy leyendo las primeras planas: La hija del flamante Jorge Rivas, Ministro de Justicia, ha comenzado una demanda contra Amelia Dubois, directora del Centro Correccional de Florida, por maltrato físico y psicológico dentro de sus instalaciones —digo, sonriendo en el proceso.

La cara de Amelia es digna de fotografiar. Está furiosa.

—¡A la sala de castigo! —chilla y de inmediato dos hombres me alzan por los hombros, haciendo que mis pies no toquen el suelo y me sacan de ahí.

Bien, puede que me vayan a castigar, pero al menos no me puse en la puta pared a mirarme los zapatos como si fuera un perro regañado. ¡Qué le den por el culo!

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