XV

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El pequeño Felix se encontraba parado sobre un cajón de frutas vacío para alcanzar la encimera y así poder mezclar los ingredientes de aquel pastel con más comodidad. Yubin estaba diciéndole todo lo que debía hacer mientras ella cocinaba otra cosa. Felix había llegado muy emocionado a la cocina ese día después del almuerzo para pedirle a su tía Yubin si podía hornear algo para la hora del té. Ella por supuesto no pudo negarse a esos ojitos tan grandes y brillantes y a esas manitas juntas a modo de súplica.

Cuando Felix terminó con la mezcla, bajó del cajón y fue a buscar el molde que necesitaría por su cuenta, no quería molestar más a Yubin y él ya sabía donde guardaban los moldes. Volvió con uno y se subió otra vez al cajón con sumo cuidado. Comenzó a poner la mezcla en este con la mirada enternecida y orgullosa de la mujer a su lado sobre él.

—Eres muy bueno horneando pequeño –halagó Yubin y Felix rio suave.

—Usted lo es, usted me enseñó tía Yubin ¿lo recuerda?

—Claro que lo recuerdo, cariño, pero cada vez eres mejor, vas a superarme pronto –Felix rio y le entregó el molde con la mezcla a la mayor para que lo pusiera en el horno, pues esa tarea todavía era muy difícil al parecer de Felix.

El pequeño quería quedarse ayudando en la cocina mientras estaba listo el pastel, lavando los utensilios que había usado, pero Yubin le insistió en que fuera a jugar, así que eso hizo.

Salió al jardín y cerca de la fuente vio a un chico, lo había visto muchas veces, sabía que era el hijo de Yubin, pero no sabía su nombre. Decidió acercársele, ignorando la voz de su padre en su cabeza diciéndole que no lo hiciera.

—Hola –le saludó sentándose a su lado y el chico levantó su vista del viejo libro que tenía con él.

—Hola –saludó de vuelta.

—¿Qué leías? ¿Ya sabes leer? Yo no muy bien, me cuesta un poco –Felix se encogió de hombros y el chico asintió ante su relato.

—En realidad no sé leer, solo miraba los dibujos –Felix sonrió y se acercó más para tratar de ver con el chico, pero este cerró el libro, bajando la mirada. Eso extrañó a Felix, pero decidió ignorarlo.

—No se ve como los libros de la biblioteca –observó Felix, y fue como si eso animara al chico a abrir el libro de nuevo.

—No lo es –respondió mientras pasaba las páginas llenas de letras que ellos aún no podían comprender y con muchos dibujos de paisajes, insectos, plantas y demás cosas —. Era de mi padre, mi mamá dice que era como su bitácora de viajes, era un aventurero. Quiero aprender a leer para poder leerlo cada vez que quiera y no tener que pedirle a mamá que lo lea por mí.

A Felix le pareció muy dulce eso, y aunque no entendía por qué ese chico hablaba de su padre en pasado, algo le decía que era mejor no preguntárselo. Al final vieron las ilustraciones del libro juntos y Felix se levantó de su lugar cuando terminaron.

—No nos hemos presentado, soy Felix –el chico rio bajito porque claro que sabía quien era, todos lo hacían, pero el inocente Felix no estaba al tanto de eso —. ¿Cómo te llamas? –preguntó sonriente.

—Seungmin.

Esa fue la primera vez, para Felix, en que él y Seungmin se presentaron, y la milésima para el último, todo gracias a que Felix jamás podía recordar que ya lo habían hecho varias veces antes.

Y de la nada el escenario cambió. De pronto se encontraba en su balcón, observando con una gran sonrisa la carroza que entraba al castillo. No sabía quién había ido a visitarlos, pero lo descubriría por supuesto. Salió de su habitación a paso apresurado y se escabulló por los pasillos, antes de que llegara aquel hombre que sus padres dejaron a cargo de encerrarlo en su alcoba cuando llegaran visitas.

hasta que la muerte nos separe || hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora