Felix estaba muy contento, daba saltitos de aquí para allá por su alcoba mientras una de las sirvientas trataba de terminar de vestirlo con aquellos trapos para no llamar la atención afuera. Porque sí, el pequeño Felix iba a salir por primera vez y eso le emocionaba demasiado, no podía seguir esperando.
Cuando finalmente llegó la hora de partir, fue el primero en subir a la carreta y se posicionó junto a la ventanilla para no perderse de nada durante el trayecto.
Miraba el paisaje con gran admiración por la ventanilla. Amaba ver todas las aldeas, a las personas, los árboles, las flores, los animales y todo lo que allí afuera podía encontrar.
—¡Mira mamá, un caballito blanco! –exclamó apuntando hacia el gran páramo repleto de caballos, donde uno blanco llamaba la atención a simple vista.
La reina asentía sonriente y muy alegre cuando su pequeño se emocionaba por pequeñas cosas tales como salir del castillo, pero le causaba una tristeza terrible no poder permitirle a Felix disfrutar de todo eso al máximo.
—Sube más tu capucha Felix –le dijo su padre cuando esta se cayó de su cabeza, y él solo obedeció sin poder terminar de entender por qué debía usar eso.
—No asomes tanto la cabeza –le reprochó también el rey cuando la emoción lo consumió y sacó su cabeza por la ventana para ver mejor todo. Pero otra vez solo obedecía, pues creía que eso lo hacían por su bien, y eso era suficiente para no cuestionarse nada.
—¡Wow, este castillo es muy lindo! –exclamó al ver el gran castillo de Hudryt, como si fuera la primera vez que lo veía. Y es que para él sí se sentía como la primera vez, lo era.
No sabía exactamente qué hacían en el reino vecino, aunque lo sabría si tan solo recordase las otras ocasiones en las que estuvo allí o en Kao por la misma razón.
Bajó corriendo de la carreta y se acercó a la gran entrada del castillo, el cual estaba lleno de guardias en el exterior, con sus padres siguiéndolo. Los reyes de aquel lugar le saludaron muy amablemente, presentándose al mismo tiempo, pues Felix no los conocía. O no los recordaba.
Luego de terminar con los saludos y las presentaciones, el rey Hwang le permitió entrar al castillo y lo hizo de inmediato, corriendo muy emocionado.
Era irónico que se sintiera tan feliz de estar en un castillo, pues él vivía en uno con casi las mismas características e infraestructura, pero el hecho de que fuera uno nuevo y no ese en el que estaba siempre le emocionaba demasiado.
Inspeccionaba las distintas y variadas salas de aquel lugar sin importarle mucho que quizás sus padres lo estaban buscando, hasta que dos personas llamaron su atención.
Escondió la mitad de su cuerpo detrás del marco de la gran puerta y solo asomó su cabeza para poder ver hacia ese salón en el que estaban dos chicos sentados en la alfombra y apoyados en unos sitiales, uno de ellos tenía un libro en sus manos y el otro veía algo parecido a una brújula mientras conversaban de algo que Felix no lograba entender.
Dejó de espiar y respiró hondo, dándose ánimos y preparándose para lo que estaba a punto de hacer.
—¡Hola! –saludó alegre sacudiendo su mano despacio y los dos chicos dirigieron su atención hacia él, provocándole algo de vergüenza y haciendo que sus mejillas se sonrojaran. El chico de cabello castaño y liso pareció alegrarse mucho cuando lo vió parado allí, pero luego su felicidad fue desapareciendo de a poco, y no entendió por qué, pero lo dejó pasar.
—Hola –le saludó el chico de cabello castaño y ondulado con una pequeña sonrisa. Felix se sintió seguro y confiado entonces y caminó hacia ellos.
—¿Puedo sentarme con ustedes? –les preguntó con la mirada fija en sus pies, sintiéndose tímido de pronto y se sentó cuando vió a ambos asentir —. Me llamo Felix –se presentó estirando su mano hacia el chico de cabellos ondulados primero y este sonrió enternecido, dándole a la vez una mirada algo apenada –que Felix no logró notar–, a su amigo.
—Soy Chan –le respondió este al tiempo que aceptaba su mano y las sacudía de arriba a abajo con suavidad. Cuando lo soltó, Felix movió su mano hacia el otro chico, quien le miraba con una pequeña sonrisa en su rostro y sus ojos parecían estar llenándose de lágrimas.
—Hyunjin –respondió tomando su mano y sin querer soltarla, pero lo tuvo que hacer para no confundir o quizás incomodar a Felix.
—¡Es un placer! ¿Cuántos años tienen? –preguntó con curiosidad.
—Diez –respondió Hyunjin sin poder borrar su melancólica sonrisa que Felix no era capaz de descifrar o explicarse.
—Doce –respondió Chan esta vez.
—¡Yo cumpliré Diez en unos días! –exclamó dando pequeños saltitos en su lugar —. ¿Hyungs, les gustaría ser mis amigos? –preguntó apoyando sus manos en el piso a la vez que se inclinaba un poco hacia adelante, luciendo muy adorable para los otros dos. Iban a aceptar por supuesto, pero el padre de Felix los interrumpió antes de que lo hicieran.
—Felix, ven conmigo un momento, necesitamos tu ayuda –el mencionado se levantó rápidamente y se disculpó con sus nuevos amigos, prometiéndoles que iba a volver para jugar con ellos cuando se desocupara, pero tanto Chan como Hyunjin sabían que eso no iba a pasar.
Felix siguió a su padre hasta una gran alcoba y cuando entraron se encontró con un médico, su madre, los padres de Hyunjin, un hechicero y alguien que estaba recostado en la cama al centro. No entendía en realidad en qué podría ayudar allí.
—Príncipe Felix, acérquese por favor –le llamó el hechicero que estaba a un lado de la cama y antes de obedecer le dio una mirada a su madre en busca de alguna ayuda. Rosé sonrió y le hizo una seña para que fuera con aquel hombre, y así lo hizo —. Yo soy Doying ¿sabes por qué estás aquí? –se presentó el mago y Felix negó a su interrogante.
A unos metros de distancia, Hyunjin y Christopher se asomaron por la puerta sigilosamente para ver a Felix, pero el mayor no pudo seguir viendo cuando el chico allí adentro comenzó a escuchar las explicaciones e instrucciones del mago. Chris dio un paso atrás y pasó sus manos por su rostro, Hyunjin acariciando su espalda para calmarlo.
—No lo soporto, lo están usando y...sé que va a ayudar a mi padre, pero Felix no merece todo esto... –murmuró Chan siendo abrazado de inmediato por Hyunjin.
—Lo sé, a mí tampoco me gusta esto que le hacen.
Dentro de la habitación, Felix escuchaba a aquel hombre con mucha atención, pues quería ser muy útil y hacer que todos se sintieran orgullosos de su logro.
—¿Estás listo? –le preguntó Doying y Felix asintió muy seguro, acercándose al hombre que estaba en la cama para poder ayudarlo.
Puso sus manos sobre la zona en la que se encontraba el corazón, tal como se lo indicó el mago antes y cerró sus ojos, repitiendo las palabras que antes le había enseñado el mismo.
Luego de unos minutos, un leve destello logró colarse por sus ojos aún cerrados y luego los abrió, sabiendo así que su trabajo había terminado. Se volteó hacia los demás y vió a todos algo confundido, pidiendo una explicación a lo que acababa de hacer, a la vez que buscaba recibir aprobación.
—¿Lo hice bien? –preguntó mirando a su madre, quien asintió, y luego su vista fue hacia Doying, quien había puesto una mano sobre su cabeza para revolver su cabello.
—Lo hiciste muy bien Felix –y luego todo se volvió negro para él.
Cuando Hyunjin y Chan vieron a los reyes vecinos salir con su hijo en brazos y envuelto en una capucha, sintieron una presión en su pecho, una punzada en su corazón y un nudo en su garganta, pues sabían muy bien lo que acababa de ocurrir.
—Y borraron su memoria otra vez –soltó Hyunjin, su voz quebrándose al instante en que habló y limpiando rápidamente una lágrima que se había escapado de sus ojos.
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hasta que la muerte nos separe || hyunlix
Fiksi PenggemarFelix y Hyunjin, dos jóvenes príncipes que se enamoran profundamente y desean vivir felices por siempre, pero el mundo está en su contra y ellos parecen ser muy débiles e inexpertos para enfrentarlo. ⁘༻°. ⊰❦⊱ .°༺⁘ ✤ 1500-2000 palabras por capítulo ✤...