4._ Desvelado

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"Voy desvelado
Por estas calles esperando encontrar
A esa voz de ángel que quiero amar
¿Dónde andará?"
Bobby Pulido

Apenas llevaba una quincena. Una insignificante quincena y tenía la sensación de que jamás me largaría de este infierno, ya no recordaba cómo era caminar por las calles sin que el sol tratase de asesinarme, sin estar todo sudoroso y con la cara enrojecida no importando si fuera de día o de noche, sin tener que gastarme todo mis viáticos (y parte del dinero que mi viejo me dio para mi cumpleaños) en botellas y botellas de agua.

Y lo peor de todo, es que siento que los pueblerinos sabían que no era de aquí, no solo mi vestimenta lo delataba, pues era el único tonto que se le ocurría ir a la playa usando pantalones y camisas de vestir, si no que los habitantes se aprovechaban de mi situación y me vendían todo a sobreprecio.

¡Cómo es posible que una botella de agua de 600 mililitros este en $35! Se que este país está cada vez más de la chingada, pero tampoco para que me aumenten de manera desmedida los precios.

En fin, creo que me estoy quejando más de lo debido y debo de centrarme en lo importante de esta semana. Al principio la ostentosa pero mal arreglada Licenciada Buenrostro (sigo pensando que es el apellido mas irónico que he escuchado en mi vida) me comento que una de mis funciones seria revisar y corregir el proyecto de construcción para la terminal, ya le había echado una ojeada previamente por lo que no creí que me fuera a tomar bastante tiempo; vaya ingenuo que fui.

Estos días me las había pasado revisando el susodicho plan y estaba peor de lo que creí, no bastaba con que varias partes estuvieran mal acomodadas o mal hechas, si no que de plano faltaba realizar varios estudios como los del suelo o la maquinaria. Por lo que tenía que estar variando entre corregir el proyecto y hacer trabajo de oficina, y no es que trabajar en la terminal fuera más fácil. El ingeniero Vargas y yo nos encontrábamos la mayoría del tiempo en una pequeña oficina, mientras él se encargaba del reclutamiento y el pago de salarios yo conseguía toda la información necesaria para realizar los estudios e investigaciones que me solicitaba el proyecto.

Si alguien me hubiera dicho que la porquería de casa en donde vivo no era tan mala como la oficina de la estación no le hubiera creído, pero al estar tan solo dos semanas trabajando en este lugar lo comprobé sin ninguna duda, no solo la estación contaba con equipo del año del caldo, algunas partes no contaban ni siquiera con piso, las cortinas apenas cubrían del insoportable sol y lo peor, no contaba con aire acondicionado o ya de perdido con un ventilador de techo, algo que de suerte la casa de mi abuelo si contaba.

Bueno, tampoco es que el ventilador fuera de gran ayuda, porque si hay algo peor que los días en Chopitlan son las noches; por los menos en los días no tienes que luchar a muerte contra los mosquitos, mis primeras noches fueron espantosas, no podía dormir con pijama por que me tenia que levantar cada dos horas a cambiarme de lugar debido a que mi cama terminaba llena de sudor, y tampoco podía dormirme en ropa interior porque los mosquitos se daban un festín con mi sangre terminando más picoteado que sandia en la comer durante temporada naranja.

Con todo el dolor el mundo no tuve más opción que convertir el pantalón de mi pijama en short y quitarle las mangas a mi playera. ¿Qué porque me dolía tanto cortar partes de una pijama? Muy fácil, porque era una pijama oficial de las Chivas, el mejor y más sobrevalorado equipo de futbol después de los Pumas, que por cierto, tampoco es que me saliera muy barato el conjuntito ese.

En conclusión, así fue mi primera quincena en Chopitlan, luchando contra el sol en las mañanas, batallando en encontrar la información necesaria para realizar el proyecto en las tardes y combatiendo ferozmente contra los mosquitos por las noches.

Hoy era fin de mes, por lo que me tuve que quedar hasta las 12 preparando el informe que le mandaría a la jefa, cuando venía de regreso a mi casa sentía unas intensas ganas de morirme, caminaba por la calzada esperando a que un coche pasara y me atropellara para así poder regresarme a Guadalajara por incapacidad. Pero no pasaba, aquí nunca pasaba nada, la gente del lugar sin importar si era del trabajo o de la calle se mostraban indiferentes a las personas extranjeras como yo, el único que realmente se había mostrado amable era ese chico con cabello de chica, pero que no era chica porque tenía hombros de chico: Grillo.

Soledad y El MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora