18._ Perfume de Gardenias

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IVÁN

"Perfume de gardenias

Tiene tu boca

Perfume de gardenias

Perfume del amor." Alejandro Fernández

Me duele el estómago. Yo sabía, sabía que estar comiendo puras sopas Maruchans, pizzas de microondas y galletas Gamesa me traerían fractura algún día. Tampoco es que fuera algo nuevo, desde que mi mamá murió se llevó a la tumba todas las comidas caseras, casi desde los doce años yo y mi viejo nos la vivimos de puros puestos de tortas, tacos, sopes, gorditas, pollos rostizados, filetes de pescado, quesadillas, etc.

De por sí la dieta no ayudo mucho a mi cuerpo, por un lado mi fisonomía evito que engordara como debería, pero también ocasiono que no desarrollara musculo, haciendo que desde los doce hasta la fecha carezca de fuerza física y necesite que me ayuden en las tareas más simples como cargar un garrafón.

Todo inicio con un pequeño dolor en el abdomen, estaba con el Ingeniero Vargas entrevistando a los nuevos trabajadores, ya saben, preguntas como: ¿Qué espera lograr en esta empresa?, ¿Por qué dejo su anterior trabajo?, ¿Tiene en consideración que le vamos a dar las prestaciones mininas y le vamos a pagar una miseria pero a la vez queremos que trabaje como si su vida dependiera de ello?

A la mitad de la entrevista comencé a sentir náuseas y mi cara se puso pálida, tanto el ingeniero Vargas como el candidato detuvieron la entrevista y preguntaron si me encontraba bien, yo respondí que sí pero mi cara decía lo contrario (eso me caga de ser güero, uno no puede mentir sobre cómo se siente porque inmediatamente tu rostro se enrojece y delata si estas enfermo, avergonzado o enojado).

El ingeniero me propuso ir con el doctor que tenía la empresa, yo negué y trate de continuar con la entrevista pero en eso mi estómago comenzó a rugir y experimente una burbujeante sensación en el abdomen que subía hasta la garganta y me quemaba el esófago, ya ni si quiera pude terminar la entrevista porque corrí a toda velocidad al baño y expulse todo el ardor que abrasaba mi cuerpo.

Luego apenado me dirigí al doctor y espere a ver los resultados. Al parecer solo tenía una "inflamación aguda de la mucosa gratica" o gastritis leve en mi idioma, la doctora comenzó a revisarme poco a poco y pregunto que he estado comiendo y por cuanto tiempo. Cuando le conté en que consistía mi dieta de los últimos meses, y peor, de los últimos años la doctora que era una señora ya grande me miro horrorizada para luego dar paso a un largo sermón/regaño de porque si seguía comiendo así me iba a morir.

La doctora camino hacia el estante con varios medicamentos y comenzó a tomar algunas cosas, yo estaba confuso porque todavía no me había dejado ir, unos cuantos minutos la doctora regreso y me indico

- Acuéstate en la cama. Descúbrete las nalgas y cierra los ojos.

Yo confundido me acosté la cama y con vergüenza me baje el pantalón - ¿Qué me va a hacer?

- Ash. – Refunfuño la vieja. – ¿Te duele o no el estómago?

-Sí, pero dígame que me va a ha... ¡Hija de su puta madre! – Grite.

Sin avisarme o peor, sin quiera permitir que me preparara mentalmente, la señora tomo la jeringa y me inyecto al mismo tiempo que yo no paraba de gritar. No soy muy fan de las inyecciones, es más, las odio con toda el alma, y para colmo la aguja parecía ser de aceite porque sentía como lentamente el líquido entraba en mi cuerpo.

- No te muevas chamaco. – Gritaba la doctora, -Ya voy a acabar.

Fueron tan solo diez segundos, diez segundos que se sintió como una eternidad, apenas termino de limpiarme con alcohol me levante de la cama adolorido y llorando, a mí me daba mucha vergüenza que me vieran llorar pero esto si tenía justificación, mi cara se enrojeció completamente y mis ojos no paraban de llorar, la doctora burlándose añadió.

Soledad y El MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora