Esta vez para la fiesta me decanto por algo más cómodo. Pantalones anchos grises y una camiseta de color blanca de manga larga que deja al descubierto mis hombros. Tampoco he querido llevar unos tacones por lo que he cogido mis zapatillas más cómodas. Dejo mi cabello suelto y me atrevo a darme un poco de maquillaje por la cara.
Abby nos dio unas clases a Laylah y a mí un par de días, aunque debo decir que parecían más clases dirigidas hacia mí que hacia las dos. Laylah y Abby parecen tener un don para el maquillaje, todo lo contrario a mí. Aun así, he logrado retocarme la cara con polvos y he resaltado mis ojos grises de una manera que a Abby se le saltarán las lágrimas de felicidad cuando me vea.
Agarro mi móvil y un poco de dinero además de una goma de pelo por si tengo que sujetar el pelo de alguna mientras vomita. Mejor ir preparada. Junto con la goma, meto el móvil y mi cartera en uno de los muchos bolsillos de mi pantalón ancho. Después, agarro mi abrigo mientras bajo las escaleras.
Escucho ruidos procedentes de abajo. Me quedo quieta cuando veo a mi tía entrando por la puerta principal. Son las nueve. Normalmente ella viene por las diez de la noche. Es extraño verla llegar tan temprano.
Soy la primera que se da cuenta de su presencia porque cuando me mira se sorprende.
—Hola.
—Hola—me responde quitándose los zapatos en la entrada. Me mira de arriba abajo—. ¿A dónde vas?
Trago saliva, pero sigo bajando las escaleras al mismo ritmo de antes.
—Voy a una fiesta con Abby y Laylah.
Se aparta de la puerta yendo a la cocina donde saca su botella de agua, mientras tanto, yo cojo las llaves de la casa de mi tía y las de mi coche notando un ambiente pesado a nuestro alrededor. La situación es bastante incómoda.
—Diviértete—dice guardando la botella de forma brusca y lista para subir a su habitación para quedarse ahí encerrada toda la noche.
Estoy a punto de ignorar su tono, de hecho tengo la mano en el pomo lista para irme y recoger a Abby para encontrarnos con Laylah en la fiesta, pero no lo hago. Me doy la vuelta y la miro.
—No volveré tarde y tampoco beberé mucho, no tienes de qué preocuparte—Se para en las escaleras aún dándome la espalda. Lo tomo como una invitación para seguir hablando—. Tengo el móvil cargado por si quieres contactar conmigo y no me separaré de Abby y Laylah.
No recibo respuesta por su parte. Espero durante unos segundos que me parecen eternos, pero no me dice nada. Tampoco se mueve, se dedica a darme la espalda por lo que al final abro la puerta suspirando. Justo cuando doy el primer paso a la calle es cuando la escucho.
—Mañana me gustaría hablar contigo sobre eso.
Sé que no me está mirando al igual que yo a ella. La tía Adolfina está en las escaleras y yo afuera. Ninguna se mira, pero las dos sabemos a qué se refiere.
—Esta bien—me decanto por decir cerrando la puerta a mi espalda.
No voy directa al coche. Tengo que apoyarme contra la pared para lograr respirar y calmarme. Me alegro de que vaya a compartir eso que tanto le atormenta de forma abierta, sin presión, pero estoy nerviosa, demasiado nerviosa y solo hay algo que sé que me pueda calmar ahora mismo.
Saco mi móvil y le escribo a Abby.
"Estoy en tres minutos".
La casa de Abby está aproximadamente a seis minutos en coche, pero ahora mismo soy capaz de hacer lo que pueda con tal de conseguir lo que tanto ansío en estos momentos.
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La Promesa Eterna-1 ✔
Ficção AdolescenteEn Denver, la ciudad de las oportunidades y las esperanzas llega Keira Selby para poner todo patas arriba. Su repentina llegada al comienzo de su primer año en la Universidad de Denver, levantará a su paso secretos que nadie había pensado poniendo e...