Extra 01

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Cassiel

No quiero levantarme, no quiero salir de la cama y tampoco quiero socializar con gente. En verdad, no quiero hacer nada. Si no fuera por los repetidos golpes de mi hermana contra la puerta de mi habitación mientras me grita que salga ya, me quedaría en mi habitación para siempre. Bufando salgo de muy mal humor de mi cama. Me pongo mis zapatillas y no espero a que mi hermana termine de dar golpes. Abro la puerta abruptamente sin importar mi aspecto de recién levantado. Por poco Laylah se cae encima mía.

—¿No te das cuenta de que hacer eso a las siete de la mañana solamente sirve para joder?

Mi melliza no flaquea. Se cruza de brazos y con esos ojos grises que compartimos, me recorre de arriba abajo de manera indiferente.

—Me voy en diez minutos a la uni, quiero llegar puntual el primer día de clase.

Ruedo los ojos y sin decirle nada más cierro la puerta. La escucho resoplar, pero por lo menos no vuelve a aporrear la puerta. Al final, al cabo de unos minutos, efectivamente la escucho marchar y yo aún sigo en pijama mirando el techo de mi habitación. Ojalá existiera un estúpido botón para poder vestirme al segundo y otro para teletransportarme, la vida sería mucho mejor y definitivamente no llegaría tarde a la universidad. Aunque si soy sincero, el ir impuntual a una clase es el menor de mis problemas.

Bajo ya vestido a la cocina mientras mi estómago ruge al oler el olor de tostadas. No me sorprendo cuando veo que no es para mí. Es mi madre quien come esas tostadas, acompañada de una taza de café calienta mientras mira el periódico. Yo me limito a ir hasta la tostadora, como si fuera un perezoso, y hacerme el desayuno. No sé que me pasa pero termino con las tostadas quemadas. Bufo y me siento mientras me como aquellas partes que han salido vivas, que aunque son pocas, me indigno a hacerme otras. Al parecer lo único bueno de hoy es que mi estúpido padre no está.

—Vas a llegar tarde—dice de pronto mi madre sin mirarme siquiera.

Dejo el desayuno vacío en la encimera.

—Qué más da llegar cinco minutos tarde si ya voy a llegar tarde.

Claramente no era la respuesta que quería. Aprieta la mandíbula y salgo con una pequeña sonrisa de la cocina. Mi madre no suele preocuparse por mí salvo si tiene que ver con ir a alguna ceremonia de apertura de alguna mierda de su trabajo. Es decir, si no hay dinero o reputación en juego yo no estoy dentro de sus planes y de ahí lo de la impuntualidad. Ya me la imagino contándole enfadada a su asqueroso marido que muy a mi pesar, es mi padre, como le he contestado. Simplemente patético.

Una vez listo, voy hasta la habitación de mi hermana pequeña, Gaara. Subo las escaleras de dos en dos y cuando llego a su puerta toco dos veces antes de entrar. No me extraña encontrarla con un libro en su regazo y con la cortina ligeramente abierta para que entre la luz, pero no mucho. Compruebo dos veces que no llega a tocarle la piel.

—¿Ya te vas?—me pregunta dejando el libro a un lado.

Sonrío al ver como corre hasta mí y me abraza. Le correspondo el brazo mientras miro el libro. Sin duda, no acaba de despertarse. Las sábanas están revueltas y la almohada en el sitio contrario al que debe ir. Probablemente debe de estar leyendo desde hace una hora o dos. Nada raro en Gaara quien es una adicta a la lectura, pero no tanto como Laylah. Jamás entenderé cómo son capaces de estar horas leyendo páginas y páginas llenas de palabras. Él solo de pensarlo me marea y en parte me culpo de que Gaara tenga prácticamente el mismo gusto que Laylah. Debí haberle enseñado a hacer bromas a nuestro padre y no haberla dejado sola durante tardes enteras con Laylah. No hay duda de que la ha adoctrinado.

La Promesa Eterna-1 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora