Lanzo la bola blanca contra una completamente azul. El tiro parece perfecto, de hecho el mejor que he tirado y, sin embargo, roza el agujero pero no cae. Suspiro viendo como la bola se ha quedado al límite y dándole el turno a Cassiel para meter más bolas. Me fastidia, pero debo admitir que Cassiel es terriblemente bueno en el juego. Acabamos de empezar y aún creo que su primer fallo ha sido aposta, cosa que me ha cabreado y le he respondido metiendo dos bolas, pero esta tercera se me ha resistido. De nuevo, suspiro viendo la maldita bola azul aún en el tablero.
Cassiel hasta entonces estaba apoyado en otra mesa viendo como jugaba, pero al ver mi expresión se ríe disimuladamente.
—Fallé—digo dejándole espacio para que pueda tirar.
En apenas tres pasos ya está listo y apuntando a otra bola suya con una sonrisa en la cara. Incluso se atreve a guiñarme un ojo apartando la vista del juego a la vez que golpea. Como no, la bola entra perfectamente.
—Engreído—lo digo lo suficientemente alto para que lo escuche.
—Envidiosa—contraataca posicionándose para golpear la siguiente.
Pongo los ojos en blanco y me apoyo en donde él estaba antes observándome.
—¿Cómo aprendiste a jugar?—le pregunto.
Su postura es perfecta y la precisión con la que golpea la bola blanca es suficiente información para que cualquier persona que sepa un poco del juego admita que no es un jugador mediocre.
—Nick me enseñó.
Otra bola suya entra, muy a mi pesar.
—Dile de mi parte que es un buen profesor.
Cassiel camina alrededor del tablero hasta colocarse en una esquina observando con el ceño fruncido el tablero. La verdad que ahora tiene pocas oportunidades de meter. Una bola roja suya está irresistiblemente cerca de la bola negra. Podría jugársela y meter la bola rayada roja o la negra, cosa que con esta última, yo ganaría el juego. Debe notar mis ansias de que lo haga porque me mira enseñándome los dientes.
—No voy a darle a esa bola.
Me encojo de hombros fingiendo que no sé a qué se refiere.
—Tú sigue jugando.
Suspira y con una mueca se acerca a otra bola.
—Nick me enseñó a jugar con este tablero.
—¿Este?—le pregunto señalando el que tengo enfrente.
—Somos amigos de la infancia y he dormido muchas veces en su casa, concretamente en esta habitación por lo que bastantes noches en vez de mirar películas o hablar como otras personas, jugábamos al billar—cuenta mirando fijamente el tablero—. Había incluso veces que no dormíamos.
Una sensación pudorosa me recorre la cara al estar en un sitio tan íntimo de Cassiel y Nick. ¿Cómo no me he dado cuenta? Aparte de las amistades que tienen con el equipo de baloncesto nadie puede poner en duda la relación tan estrecha que tienen Cassiel y Nick.
Con el rabillo del ojo observo más detalladamente la habitación. La cama es negra cosa que no me sorprende y sin poder evitarlo me imagino a Cassiel ahí, con muchos años menos, durmiendo o viendo alguna película con Nick. También hay posters de jugadores de baloncesto pegados en un armario negro, pero con una parte transparente donde deja al descubierto un par de prendas de ropa, todas negras o grises. No hay ninguna duda de que Cassiel ha dormido aquí bastantes veces.
Inconscientemente aprieto el palo de billar entre mis manos. Estar en un sitio tan íntimo de Cassiel me pone más nerviosa de lo que debería.
El golpe de las bolas de billar me devuelven a la realidad.
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La Promesa Eterna-1 ✔
Genç KurguEn Denver, la ciudad de las oportunidades y las esperanzas llega Keira Selby para poner todo patas arriba. Su repentina llegada al comienzo de su primer año en la Universidad de Denver, levantará a su paso secretos que nadie había pensado poniendo e...