Las clases avanzaban con la misma monotonía de siempre, y la última del día, informática, se convertía en un verdadero desafío para los estudiantes que luchaban por mantener los ojos abiertos frente a sus computadoras. La maestra Ana, con su tono suave pero persistente, intentaba inútilmente captar la atención de sus alumnos, quienes parecían más interesados en observar la pantalla vacía que en las instrucciones sobre cómo insertar un documento.
El aula estaba sumida en un silencio casi absoluto, roto solo por el murmullo de teclas esporádicas y algún que otro bostezo reprimido. Ana, consciente del letargo que se cernía sobre la clase, trataba de mantener su ritmo habitual, aunque con poca esperanza de que alguien realmente la estuviera escuchando.
—Es importante que inserten el documento de manera manual desde "Inicio", y no a través de "Descarga de documento", ya que... —su explicación fue interrumpida por un leve golpeteo en la puerta.
El profesor de matemáticas apareció en la entrada, su expresión era de prisa y urgencia. Después de recibir una señal de la maestra, entró al aula.
—Disculpa la interrupción, Ana —dijo el profesor, lanzando una rápida mirada a los estudiantes que apenas levantaban la cabeza de sus escritorios.
Ana se giró hacia él, algo confundida por la inesperada aparición. Antes de que pudiera preguntar, él ya estaba explicando:
—Es hora del consejo técnico. Parece que lo adelantaron porque el delegado de la coordinación escolar está en la dirección —dijo con un suspiro resignado—. Son órdenes de arriba...
La maestra asintió, claramente sorprendida por la noticia. No era raro que cambiaran los planes en el último minuto, pero siempre era un inconveniente.
—Entendido. Estaré allí en un momento —respondió Ana, volviendo su atención a los alumnos, quienes comenzaron a susurrar entre ellos al percatarse del cambio en la rutina.
—Por favor, que los estudiantes se dirijan al patio trasero —añadió el profesor antes de salir, despidiéndose con un gesto rápido.
Ana, reconociendo que ya había perdido el frágil control que tenía sobre la clase, decidió adaptarse a la situación lo mejor que pudo.
—Bien, chicos, ya escucharon. Guarden sus documentos en sus USBs y, después de pasar lista, salgan ordenadamente al patio trasero —ordenó con firmeza, sabiendo que en cualquier momento el aula podría convertirse en un caos.
Los estudiantes, aunque adormilados, comenzaron a moverse. Los sonidos de sillas arrastrándose, mochilas cerrándose y teclas presionadas apresuradamente llenaron la sala mientras Ana empezaba a pasar lista, despidiendo a cada uno con una leve sonrisa.
Uno a uno, los nombres fueron llamados. A medida que los estudiantes se levantaban y salían del aula, el ambiente se fue relajando. Ana, tratando de mantener un aire de profesionalismo, intentaba recordar los rostros de los estudiantes que conocía solo de vista.
Finalmente, llegó el turno de Yoongi. Levantó la mano perezosamente cuando escuchó su nombre y se levantó para salir. Apenas había salido del aula cuando sintió una mano en su hombro, deteniéndolo.
Era Lisa, su hermana mayor, que lo miraba con una sonrisa traviesa que él conocía demasiado bien. Antes de que pudiera preguntar, ella empezó a hablar, narrando una historia con entusiasmo.
Aunque Yoongi intentaba escuchar, no pudo evitar notar lo raro que se veía el pasillo, normalmente lleno de estudiantes bulliciosos, ahora casi vacío. Mientras su hermana seguía hablando, él pensaba en cómo aprovechar ese momento de calma.
Lisa, sin embargo, no se dejó desanimar por la falta de atención de su hermano. Estaba demasiado entusiasmada con su historia, aunque Yoongi solo captó fragmentos sobre un incidente en la cafetería que involucraba a un Jung Suk y una bandeja de comida derramada.
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CONSENTIDO | [Terminada]
Fanfiction-¿Cuanto cuestas? -Aaa... ¿Disculpa? -Quiero comprarte.... Jimin es ese chico que tiene todo lo que quiere, menos a ese chico que no se deja comprar con nada, pero yoongi quiere algo que Jimin tiene.