D I E C I O C H O

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[...]

Lo mira sin siquiera tratar de disimularlo.

Solo lo hace, tan hipnotizado que nada más parece importar. Trata de grabar en su memoria cada detalle de él. 

No su rostro hermoso o sus bonitas facciones, sino más bien, la manera tan peculiar que tiene de morder su labio mientras lee. Tal vez el como sus ojos se deslizan lentamente de un lado a otro siguiendo la lectura, esas pequeñas manchas en sus mejillas, como mueve sus labios mientras murmura una y otra vez la fórmula matemática para las clases. Quiere memorizar su esencia, esa con la que sueña de vez en cuando.

El físico era efímero. Shoto no quería perder el tiempo alabando un cuerpo, quería besarle el alma de ser posible.

Su sutil risa, el gruñido que soltaba ante la molestia.  Quería verse reflejado en los ojos rubíes que le tenían loco, tal vez así podía descubrir quién es.

—¿Qué tanto me ves?— pregunta el rubio por fin. Parece cansado de la insistente mirada.

Shoto lo medita un segundo, aunque muchos crean que es imposible para él hacerlo.

Puede poner cualquier excusa y volver al libro que se supone estudia; porque es lo que debería estar haciendo. Bakugo había accedido a estudiar juntos bajo la condición de entrenar juntos después, no podía arriesgarse a decir algo fuera de lugar y perder la milagrosa compañía.

Aun así, le parce triste el tener que ocultarlo.

¿Qué tenía de malo decirle lo mucho que le hacía sentir?, ¿deberia omitir mencionar los desenfrenos que le provocaba?

Se le escapa una sonrisa.

—Todo. — le responde. —Estoy tratando de no perder detalle alguno sobre ti...— suelta. Bajo, en un murmullo suave, como ronroneo. Como si de pecado se hablase. —No, olvidalo, dejaré de hacerlo. — levanta el libro, notando por primera vez que lo tenía de cabeza.

Bakugo lo observa sonreír, y lo siente como deja vu.

Shoto sonríe como cuando lo escuchó llamarlo por su nombre la primera vez, como cuando pelea por cosas que no entiende con Kirishima, sonríe como cuando lo ve y cree que no lo nota.

Katuski quiere creer que esa es una sonrisa única; que solo le pertenece a él.

Le agrada el calor que le embarga el pecho al pensarlo... pero le asusta pensar en la razón.

Shoto en general le asustaba, para ser sincero.

En tan poco tiempo se había metido tanto en su vida que era aterrador. Le seguía a todo lados con la excusa de copiar su comportamiento que verlo a diario era ya rutinario, tanto que estaban ahí, en su habitación, como si nada.

Él y su monótona presencia calaban cuando faltaban.

Su ceño fruncido ante insultos que no comprende, el como separa sus labios porque quiere decir algo pero no encuentra como, como puede hablar de temas tan ridículos sin perder la seriedad en su rostro, su sonrisa...

Su maldita sonrisa.

Esa que se le contagiaba casi sin notar cada que la veía, esa que se sentía como fría primavera.

—No lo hagas. — pide. Notando muy tarde que lo ha hecho en voz alta.

—¿Qué?

—No dejes de mirarme.

Se replantea la existencia entera al escucharse a si mismo pidiendo semejante cosa. Trata de ocultar su persona volviendo al libro, aunque sea visible lo nervioso que se ha puesto.

—¿Puedo verte?— pregunta, solo para confirmar que no ha alucinado. Estira su mano sobre la mesa, con cuidado, hasta colocarla a un lado de la del rubio.

Acaricia el dorso de la mano ajena con el dedo índice, tan lento que siente que quema.

Bakugo solo se deja acariciar, y eso es respuesta suficiente para entenderlo todo.

—¿Puedo verte, Katsuki?— repite, subiendo lentamente la mano, acariciando el brazo con tanto cuidado que por un momento Bakugo de verdad cree ser frágil.

Entonces le acaria la mejilla, preguntándose si la temperatura de su mano es la correcta.

Le es difícil verle a los ojos, pero lo intenta. Trata con fervor el no perderse en la heterocromia que lo mira con tanta devoción.

Traga saliva pesadamente, porque siente su garganta hecha un nudo.

—Mírame. — ordena.

Para cuando lo nota, Todoroki ya esta cerca. Más de lo que jamás estuvo. Sus frías manos siguen en sus mejillas y su respiración se mezcla con la suya.

Recuerda por un segundo todas las platicas que creyó ridículas y que mantuvo con su mejor amigo por un segundo. Lo estúpido que le había parecido el amor hasta ahora.

No, decir amor  se sentía demasiado. No se sentía enamorado, al menos no como Kirishima le dijo que se sentiría el estarlo.

Justo ahora solo se sentía él mismo, sin miedo o duda. Y le gustaba.

Entendió a la perfección el porqué  Shoto  detuvo su acercamiento tan abruptamente a pesar de estar tan cerca. Lo entendió con solo ver sus ojos; al notar el brillo que tenían y al ver el temblor que sus labios mostraban.

Entonces lo supo.

Estaba perdido.

Porque entendía tanto al chico frente a él que con solo verse reflejado en sus ojos supo lo abrumador que sería dejar que le besara.

Y porque, aun así, él había acortado la distancia.

[...]

Teach Me, Please.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora