C U A T R O

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[...]

Kirishima había insistido en que desayunara con ellos, y como Midoriya seguía evitándole la mirada había aceptado. Total, sabía que su dramático amigo lo olvidaría todo a la mañana siguiente.

Conocía a sus compañeros, pero de una manera más profesional, nunca los había tratado personalmente y estaba un poco nervioso.

Sero fue quien le obligó a sentarse junto a Bakugo, Denki le había pedido dinero prestado y había salido corriendo y Mina tomaba fotografías divertida. Eran personas realmente curiosas. Todos hablaban al mismo tiempo pero parecían entenderse a la perfección. Ni siquiera haría el intento de unirse a la conversación, sabia que no podría manejarlo. Dirigió su mirada al rubio, y solo bastó un segundo para notar que aunque fingiera ignorar a todos por ver su celular, escuchaba atentamente lo que sus amigos decían.

—¡Volvió por quien lloraban!— soltó Kaminari, volviendo junto a Kirishima con muchas bandejas de comida. Le dejó un plato de soba fría.

Hubiera agradecido el gesto, de no haber recordado el detalle del dinero. Las gracias deberían ser para él, técnicamente había comprado el desayuno de todos contra su voluntad.

—Cuéntanos Todoroki, ¿por qué te estás tan pegado a Bakugo hoy?— soltó el pelinegro. —¿Te gusta?

—Si, lo hace. — respondió sin dudar, haciendo que Kirishima se atragantara con la hamburguesa. Le miró confundido ante la curiosa reacción.

—Bro, sabes que Todoroki no entiende ese tipo de cosas, deja de molestarlo. — pidió.  — Bro dos, no prestes atención, están emocionados de que te nos unieras...

—No me molesta. — aceptó. —Gustar significa que alguien me agrada lo suficiente como para estar con él por mi voluntad ¿no?, entonces también me gustas tu, Kirishima.

El pelirrojo llevó  una mano a su pecho, dramático.

—Que varonil...

—¿Y yo?, ¿yo te gusto?— pregunta emocionado Kaminari, poniendo ambas manos en las mejillas en un intento de verse adorable.

—No, la verdad no.

—Ay...

De nuevo, le parece oír esa sutil risa. Esta vez más cerca, dejándole un cosquilleo en el oído. Giró su vista bruscamente, asustando a todos. Bakugo comía de sus fideos, tal vez para disimular, con éxito porque nadie más pareció oírlo, su bonita risa.

Quiso preguntar el porqué no reía así más seguido, el porqué no lo hacía en alto o el porque cubría su boca, pero las palabras se negaron a salir.

—¿Qué me ves, bastardo?

—Eh...— murmuró. —Tus fideos se ven deliciosos... —excusó,  pareciéndole a sí mismo lo más tonto que pudo haber dicho.

El otro sonrió arrogante, como solía hacerlo. Le acercó el plato, invitándole en silencio a que lo probara.

¿Bakugo estaba habiendo eso? , ¿de verdad?,  ¿a él?, ¿por qué algo tan simple le estaba emocionando tanto?

Tomo un poco y lo comió. Y mientras su mueca aparecía, la sonrisa de Bakugo se agrandaba.

Mina comenzó a regañar a su líder, aunque Todoroki lo sintió hipócrita, si de verdad le importara lo hubiera detenido desde el principio.

Kirishima daba palmadas en su espalda mientras él buscaba desesperado alguna bebida fría que calmara el ardor en su boca. Bakugo le ofreció un tazón, tal vez el de su soba para que bebiera.

De acuerdo, a veces si se ganaba a pecho que le dijeran que era ingenuo y tonto.

¿Por qué otra razón confiarías en que el maldito que te había dado fideos picantes te ayudaría?, claro que no, él solo se aprovecha de tu desesperación y te daba el caldo picante de sus picantes fideos.

Sintió sus ojos cristalizarse cuando se quitaba el saco del uniforme y escucho las risas burlonas del rubio.

Esta vez definitivamente no le resultó un sonido agradable.

—Borra esa linda sonrisa...— le tomó de la camisa acercándonose amenazadoramente a él, molesto.—... O juro que congelare tu bonita cara para que no puedas volver a hacerlo en tu vida. — le empujó, para poder irse a buscar alguna cosa que le calmara.

Su solución fue sencilla, la bebida de Midoriya.

—¡Oye!— quiso acusar.

—¡Cállate!— gritó, robando ahora la bebida de Iida.—¡No se quita!

—Entonces... — comenzó Sero, viendo desde su lugar como el bicolor robaba las debidas de todos los que se acercaban a él.—¿Borraste tu linda sonrisa para mantener tu bonita cara a salvo?— soltó burlón.

—Que te jodan. — respondió sin más, levantándose para regresar los utensilios vacíos y volver al salón.

Sentía su corazón contra su pecho y una rara mueca se negaba a desaparecer. Tal vez era un gran maestro, incluso si no había hecho nada aún.

[...]

Teach Me, Please.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora