*
*
*
—¿Quieres una copia de tu ecografía? —pregunta la enfermera y Taemin niega en silencio.
Desde que llegó al centro médico, sintió cómo la gente lo miraba con pena y demasiada curiosidad. Se suponía que, aún con tantos problemas, un omega debía ser feliz al traer a una criatura al mundo. Él era la excepción.
Él es la excepción.
Cualquiera podría decir que estaba peleado con la vida, con el destino, sus decisiones y esas ganas de retroceder el tiempo. Taemin tiene el semblante duro, ni siquiera finge una sonrisa al saludar. Es duro, porque precisamente no quiere la pena de nadie. Que, si alguien podía sentir pena por él, era él mismo. Nadie más tenía derecho.
—Señor Young puede dejarnos a solas por favor —el tono conciliador del médico hace que Taemin sienta que pronto explotará, porque toca la ronda de preguntas sobre su vida marital.
—Señor Lee, tal vez piense que no es de mi incumbencia, pero lo es, me concierne saber su estado de ánimo, los problemas maritales y de cualquier índole que pueden estar afectándole, ocasionando que su anemia se torne severa. Ni siquiera necesito los estudios para saberlo, mirarlo es más que suficiente.
Presiona el borde de su camiseta con fuerza, con todas las que le ayudan a no echarse a llorar como un tonto crío. Odia hablar de su vida, porque detesta recordar todas sus malas decisiones y lo poco que es capaz de hacer para solucionar su vida. Estaba a punto de perder la cabeza de lo desdichado que se siente.
No le gusta estar así. Odia sentirse de ese modo. Un nudo constante en la garganta y ganas de llorar que no sabe cómo soporta, porque ni en casa puede echarse a llorar. No tiene un escondite donde pueda simplemente ser sin pretender ser fuerte y echarse a llorar esas ganas de ser mejor, pero sin tener oportunidades.
—Nos casamos por obligación. Él no tiene trabajo seguro, encuentra trabajos jornales. Nos sustentamos con mi salario de cajero —repentinamente no siente que sea trágico, decirlo en voz alta le recuerda que es fuerte, que todavía lucha y que cada día se levanta sabiendo que ya no se trata sólo de sí mismo. Escucharse decir todo eso le recuerda que no es él quien falla, que todavía avanza.
Cielos, cómo era capaz de estar al borde del llanto y un segundo después pudo sentir que todavía tenía fuerzas para luchar, un poco más.
No se lo decía a nadie, no tenía ni amigos, el único que tuvo alguna vez tuvo que irse de su vida hacía muchos años atrás. Ahora que lo escucha fuerte y claro saliendo de su propia boca, y no está sólo como eco patético reverberando en su mente; se siente real. No sabe si está bien o mal, pero es lo que puede hacer y lo hace. Despierta cada mañana, desayuna y sale a trabajar, almuerza unos emparedados y al llegar del trabajo prepara un poco de comida con sus horribles habilidades culinarias y come lo mejor que puede con los pocos ánimos que tiene. No se detiene, sigue paso a paso, todavía siente que avanza como si cargara una de esas bolas de acero cuesta arriba, pero lo hace y se siente bien. Él podía estar bien. Taemin era fuerte. Cada día era más fuerte.
El doctor apunta debajo de su historial. Taemin agradece que no le mire con pena o que ponga cara de preocupación, porque no lo toleraría y se marcharía. Aunque se siente un poco mejor, debía admitir.
—¿Él es agresivo? —Taemin asiente sin dudarlo— ¿Tiene algún vicio? —niega dubitativo como cuando su madre solía hacerle preguntas cuando hacía travesuras de niño y tenía los dedos cruzados a sus espaldas para poder mentir y no ser condenado a ir al infierno por ello— ¿Es cuidadoso con usted cuando tienen relaciones sexuales?
—No tenemos relaciones sexuales. Dormimos separados.
Lo agradecía, la verdad. Siente cada vello de su cuerpo erizarse al pensar que podría ser una posibilidad. Entonces, parecía existir una deidad divina por ahí que lo protegía, aunque sea un poco de lo peor que podría ser.
Pestañea sorprendido al darse cuenta de que ese aspecto era, a lo más, positivo.
Está agradecido. No sabe con quién ni cómo expresarlo, pero está ahí; el agradecimiento latiendo en su corazón.
—Tampoco lo reclamó —afirmaba el doctor mirándole serio, con esa expresión de quien le dice que no es por entrometido, sino que profesional.
—No.
Él no quiso. Era su verdad. Recuerda cómo fue que le dijo que estaba encinta, su reacción y sólo se recuerda a sí mismo cayendo al abismo de la desesperación. Era terrible, y lastimero, saber que todavía siente que cae, cae y cae sin fin. No se amaban, no había quedado encinta precisamente por amor, pero que el alfa no lo reclamara sería una gran deshonra para él y su familia.
Por eso no entiende cuando ese alfa de ensueño parece coquetearle. Tal vez sólo quería aprovecharse de su estado vulnerable.
Tal vez.
—Llegados a este punto, usted debe estar advertido de que su embarazo no será nada fácil de seguir así. Sé que no tiene una vida fácil, pero debe luchar, no sólo por el bebé, sino por usted —Taemin presiona sus uñas contra la palma de sus manos para no derrumbarse ante la mirada de su médico. Detesta que le regañen, pero no tenía que ponerse hostil y revelarse—. Es su salud de la que estamos hablando. Si usted no está bien y, si esa anemia empeora, podría tener al bebé prematuramente, con bajo peso y posibles complicaciones que pueden terminar en la muerte de la criatura. Además, corre el riesgo de sufrir una depresión posparto, por mencionar sólo un par de complicaciones si no se cuida desde ahora.
Taemin se ve a sí mismo asintiendo como si fuera todavía un niño, sentado en esas pequeñas sillas mientras lloraba por la rabia asintiendo a lo que sus mayores le decían y decidían su vida.
Debería planificar alguna forma de pedir medio tiempo más en el supermercado, como personal de limpieza o lo que fuera. Para comer como se debía, debía trabajar más. La lista de vitaminas al menos las pagaba el seguro médico universal para omegas, pero el listado de verduras (que en su vida había escuchado), carnes y lácteos que debía empezar a consumir, no se pagarían solas. Ni siquiera quería pensar en la ropa que ya no le hacía.
Los meses pasados aprendió que con quien menos debía contar era con su esposo para sus cuidados.
Estaba asustado, por todas las advertencias, sobre todo por esa advertencia de la pobre conexión que tenía con su bebé. El doctor no tuvo que preguntar, pero lo supo mágicamente; él apenas aceptaba su realidad y la existencia de un bebé que llegó y se quedaría por siempre en su vida.
*
*
*
¡Gente preciosa!
Les dejo el capítulo del día <3
Agradezco todo su apoyo, lecturas, estrellitas y sobre todo sus comentarios que hacen magia ;)
¡Besos!