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El aire parece más liviano. La luz del sol parece lograr escabullirse más veces de las que normalmente puede de entre las densas nubes negras invernales. La pequeña maceta que Kibum le obligó a comprar para adornar la oficina tiene una flor amarilla tan pequeña, tan bonita que le hace suspirar; eso o estaba jodidamente enamorado de lo imposible.
Minho ni siquiera habría podido imaginar lo que sería tener al omega cerca cada día y por tantas horas. Era increíble. Sólo lo enamora sin piedad, es lo único malo que halla de él.
Pero se siente feliz, incluso sabiendo que jamás tendrán nada. Lo que tiene con él mientras van de supervisión a las instalaciones de las cafeterías y roban pasteles de todo tipo antes de volver a la oficina, no tiene precio.
Taemin lo tiene mal siendo su cómplice.
Como fuera, si él es feliz, Minho no puede hacer más que gravitar a su alrededor, encantado de verlo tan serio y con el ceño fruncido mientras anota cosas en ese papel y revisa la calidad de los insumos.
—Señor Choi —Minho pone los ojos en blanco sonriendo en su interior—, hoy la niñera no podrá cuidar a mi bebé por la tarde, quería pedirle, por favor, me permita traerla al trabajo.
Minho adora los niños, quiere un par (bueno, quiere más, como tres o cinco quizá) pero no se esperaba para nada que el día en que llegara conocer al hijo o hija de Taemin realmente llegaría. Después de todo, lo conoció cuando estaba encinta.
—No hay problema, mientras no arruine las cosas de Kibum.
Después de todo, ¿qué podría hacer un pequeño en una oficina aburrida? Kibum era el único quisquilloso con sus cosas, hasta con el aire que respiraba. Minho estaría feliz de que arruinara muchas de sus cosas, sobre todo ese calendario rosa colgando de la pared que puso sólo porque Minho dijo que era ridículo.
—Yo la cuidaré, es tranquila, duerme la mayor parte del tiempo.
Si Taemin le hubiera pedido tiempo libre, Minho le habría dado, o podría haberlo propuesto, pero qué más daba, conocer a la sangre del chico fabuloso que sonríe tan resplandeciente, no podía ser nada malo.
Minho tamborillea los dedos sobre la madera del escritorio, un poco nervioso tal vez. Ahora que lo piensa, no es que no hubiera visto por casualidad el rostro regordete de la pequeña cuando Taemin le mostraba algún dato en la pantalla de su móvil.
Es sólo que cuando Taemin ingresa a la oficina sujetando un bolso gigante y en la otra mano va una pequeña niña con coletas que entra mirando curiosa la oficina, hasta que sus inocentes ojos se encuentran con los de Minho y él siente que el mundo se ilumina dentro de su oficina en un día tan nublado.
Es tan bonita.
—Eunji, ve a saludar; di: buenas tardes señor Choi —Minho ve el cariño con el que el omega habla con la niña y se derrite.
—¡Oke!
Dios. El intento de decir Okey hace que Minho se acerque y se arrodille sin importarle que estuviera llevando un traje caro. Era tan bonita y tan dulce, mirándole con curiosidad.
Es tan pequeña, su pequeño abrigo lila llena de flores de colores, su pequeña bufanda con motitas negras, sus medias con bordes de encaje lila y esos pequeños zapatitos tan bonitos. Qué ganas que fuera su hija.
—¡Buenas taldes señol Choi!
Minho explota en risas. Era conmovedor ver una existencia tan pequeña, tan viva y llena de luz.