suspiro 8

218 36 6
                                    

*

*

*

Es tarde. El sol se escondió entre los altos edificios hacía ya un par de horas atrás. La anciana (su única amiga en el trabajo) le pidió un cambio de turno por ese día para uno de sus conocidos. El tráfico de gente en ese horario le hizo pensar en cambiar su horario, parecía más llevadero. Sentirse inútil pasando el medio día era mejor que sentirse así desde la mañana (si podía decirse que era bueno).

Taemin cerró su caja hacía unos minutos atrás. Esa noche le tocaba atender los últimos clientes a una joven alfa que le mira con algo de preocupación. No se conocían. Era nuevo y en cuanto cruzaron saludos ella fue muy atenta.

—Señor Lee —dijo ella entregándole la etiquetadora—, el gerente dijo que bastaba con que termine de etiquetar el área de cereales.

—No me digas señor, Yuri —rogó y ella sonrió algo nerviosa.

—Se supone que ya lo eres ¿no? —la joven alfa comenta y Taemin no ve malicia en lo que dice, sus ojos pequeños son claros— ¡perdón...!

—Es cierto —reflexiona Taemin interrumpiendo su disculpa—, pero me echaré a llorar si me vuelves a llamar de ese modo.

Ella pone cara de susto, como si hubiera visto un fantasma. A Taemin le causa gracia y ríe divertido. Es la primera vez que saca provecho de su estado y ríe a costillas de la joven alfa que frunce el ceño y haciendo un pequeño puchero se retira.

—¡No fue nada gracioso, señor Lee!

Es instintivo. La amistad y respeto parece surgir de manera natural entre ambos. Durante su turno ella fue tan amable y atenta por su estado; Taemin creyó que era un ángel que fue a visitarle.

El supermercado cerraría a las diez de la noche. Él debía etiquetar lo más rápido posible todos los productos nuevos y podría marcharse de inmediato. No entiende el porqué de su buen humor, pero le gusta. No sabe si es el cambio de ambiente, de horario o simplemente son sus tontas hormonas o los niveles de su serotonina estaban haciéndole desvariar y su cabeza estaba llena de ella, reventándole de pensamientos ridículamente positivos.

En todo ese tiempo no recuerda haberse sentido bien, así de bien. Incluso estando cansado, tiene ganas de superarse, aunque fuera en una diminuta tarea. Empieza por las cajas de avena y ve el fondo del pasillo; no parece demasiado. Es más, le gusta poder superarse. A los ojos de los demás podría ser idiota, sí, pero es un cambio demasiado significativo en su vida, en general.

La media hora que le quedaba sería bien aprovechada. Media hora en que no se quedaría lamiéndose las heridas y haría que valiera la pena. Cuidadosamente sujeta la etiquetadora y marca el precio designado para esos productos. No es la gran cosa, pero significa demasiado poner cuidadosamente etiquetar cada caja, alineado, en el mismo lugar, sin cubrir la sección de la información o fecha de vencimiento. Le gusta cuando termina con esas cajas y todas están ordenadas, las etiquetas relucen en el mismo lugar y están a la vista para el cliente.

—¿Hola?

Se voltea rápidamente y se sorprende al ver al alfa. Estuvo tan concentrado que apenas se dio cuenta de que alguien caminaba a sus espaldas. Además, no lo había visto qué, una semana, si no es que más. Así que estuvo contando los días, cayó en cuenta.

—Hola...

No sabe si ese saludo salió de su boca. No está seguro de nada. Su cuerpo y todos sus sentidos parecen idiotizarse por la extraña cercanía del alfa, su perfume leve y esos ojos que parecen encerrar una galaxia en ellos. Ojalá fuera tragado por ellos y poder vagar pacíficamente conociendo cada planeta, estrella y sol que le atraen mal.

No es lo que pedíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora