suspiro 22

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—Más te vale haber venido a visitarme, idiota.

Taemin ríe y Minho hace una mueca al ver su imagen ser pisoteada por su estúpido amigo. No lo perdonaría, nunca, de no ser que el pequeño niño despierta y empieza a mirarle desde su cuna.

—Es tan pequeño.

Y Minho olvida lo que sea que su amigo estuviera diciendo, porque es tan pequeño que parece imposible que estuviera ahí mirándole atento mientras Minho hace algunas muecas divertidas para hacerle reír, cuando lo logra y empieza a mover las manitos torpemente, siente que su objetivo del día fue cumplido.

—¿Cómo es que conoces al cascarrabias?

Necesitaba saber cómo es que alguien como Taemin era amigo de alguien como Kibum.

—En realidad, Jjonghyun es amigo mío, somos amigos desde niños.

Minho procesa la información. El mundo era tan pequeño. Quizá era el destino que los juntaría de todos modos, o quizá eran esas ganas de que lo imposible fuera posible que a veces parecían cobrar vida propia cuando se descuida.

—Es muy agradable, no entiendo cómo se casó con Kibum.

Taemin ríe en el asiento del copiloto. A Minho le encanta cuando ríe, porque en sus recuerdos él se veía tan triste. Y, si tan sólo pudiera, volvería al pasado para hacer que sonriera más, justo como ahora. Y todos sus intentos de hacer que sonriera más, fueron algo inútiles, ahora que lo piensa, porque nunca logró que se viera así.

—¿Ustedes se conocieron en el trabajo?

—¿Con Kibum? —frena al semáforo rojo y se voltea a mirar a su acompañante que asiente mirándole todavía con una pequeña sonrisa bailando en sus bonitos labios— También somos amigos de infancia. Fue una enorme coincidencia cuando envió su hoja de vida para ser mi asistente. La verdad, confié en él, porque tenía miedo y estaba inseguro por el arranque de la red de cafeterías de mi familia y, bueno, creí que sería mejor tener a alguien apoyándome mientras cometía errores. No le cuentes nunca por favor, se le subirán los humos.

Minho se relaja más cuando Taemin vuelve a reír. Le gusta cómo suena, le gusta cuando se cubre la boca con la mano para no ser tan evidente.

Se mordió la lengua para no decir que era el destino que juntara a la gente que conocían, porque el destino, bueno... pronunciar la palabra sería catastrófico por lo que implicaba.

—Jjonghyun solía ser mi niñero, luego se hizo mi amigo —contó con una sonrisa que Minho no logra definir bien: una mezcla de añoranza y tristeza.

Eso no le gustó.

Ver ese rastro que desaparece cuando se voltea y le sonríe mostrándole un brillo bonito en sus ojos, intentando disimular.

—Todavía recuerdo la cara de Jjong muy enamorado y casi loco cuando me contaba todo sobre Kibum —la añoranza y la tristeza vuelven a teñir su rostro—, luego llorando porque los querían separar —suspira pesado— no entiendo ¿por qué todo tiene que ser tan complicado para la gente? ¿por qué se complica todo?

Minho podía decir que todavía tenía muchas dudas sobre Taemin, se siente bien tener un tiempo para hablar de cosas personales, sólo que se tiñe de tristeza y un montón de interrogantes que lo carcomen, que le gustaría saber, pero, al mismo tiempo, teme. Era una estúpida combinación de valentía y temor que le tienen flotando en medio, como si estuviera entumecido y las ordenes de su cerebro no alcanzaran a su cuerpo.

—Mi abuela los apoyó cuando decidieron mudarse —sonrió sintiendo la nostalgia invadiéndolo como un rayo partiéndolo en mil pedazos—. Le consiguió un trabajo a Jjong para que pudieran mantenerse mientras reiniciaban sus vidas.

—Que linda —Minho se volteó a verlo, y su expresión le gustó tanto como el tono suave de su voz al referirse a su abuela. Hermoso, pensó—. Al mundo le hace mucha falta personas como ella —y está tan de acuerdo con lo que dice que le duele, porque la extraña demasiado.

—Demasiada falta.

Pero el clima es bonito, un día especialmente soleado casi en pleno invierno, con una sonrisa dulce que lo derrite, que piensa que es mejor cambiar un poco el tema de conversación, porque quiere invitarle a cenar, pero sabe lo que implica, y no puede.

Jamás podría. Y su valentía se derretía como la nieve cayendo al piso.

Se pregunta si esa sensación agridulce estaría siempre presente cuando se trata del bonito omega. O si después de que termine el contrato realmente seguirán siendo parte de la vida del otro. Tal vez simplemente sus caminos volverían a separarse y (con suerte) se verían otra vez en el futuro, cuando nazca el décimo hijo de Kibum y Jjonghyun.

—Si gustas puedo llevarte a casa, o también puedo dejarte en la parada de autobuses —ofrece mirándole mientras la luz roja continúa y los segundos descontándose pasan lentamente.

—La parada de autobuses está más cerca, gracias.

Ahora la sensación es agria y se la traga de todos modos.

Él ya tiene una vida hecha, y Minho es quien sobra, él y sus ilusiones que renacen sólo para estrellarse contra el piso al final del día; con suerte duraban tanto.

—Señor Choi, necesito hacerle una petición, claro que dejaré una carta solicitando permiso, pero —calló, sonriendo para encubrir el nerviosismo que florece repentinamente— debo realizar un viaje y me ausentaré dos días la siguiente semana, por asuntos personales, por favor.

No es que vaya a morir con tanto trabajo si él se va, no es como que Kibum no lo haya dejado colgado alguna vez, pero le intrigó más la razón por la que viajaría, por la expresión llena de preocupación que disfraza con una suave sonrisa.

—Por supuesto, señorito Lee.

Él sonrió y el sol que estaba brillando se vio opacado.

—¡Muchas gracias! Dejaré todo en orden e intentaré adelantar trabajo, dejaré los números de teléfono, y...

Se ve tan bien parloteando e intentando enumerar con sus regordetes dedos todo el trabajo que quedaba por hacer. Es tan dedicado. Y es tan bonito al darse cuenta de que no podría adelantar tanto trabajo y empezó a hacer pucheros y a suspirar preocupado.

Minho lo disfrutó.

Disfrutó de la quimera.

—¡Hasta mañana, señor Choi!

Agradece que se vaya corriendo sin voltearse, mientras él se queda mirándole sintiéndose impotente desde el asiento del viejo automóvil que conduce. Qué ganas de que fuera suyo.

Maldita sea.

Era hermoso tenerlo en su vida, pero no podía evitar sentirse atormentado sabiendo que tiene pareja y una hija; una vida hecha. El lugar de su acompañante estaba ocupado ya.

En su mar de contradicciones vuelve a conducir sin ganas de seguir sintiéndose estancado. Necesita zarpar de una vez y dejar puerto.

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¡Hola público precioso!!

Muchas gracias por seguir esta historia breve, gracias por pasarse a leer, por dejarme estrellitas y comentario <3 <3 <3  ya los estaré contestando pronto, mientras tanto dejo este capítulo aquí y mañana, es que aquí es feriado nacional,  subiré otro ;)

¡Les mando un fuerte abrazo!

No es lo que pedíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora