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No está bien.
No está bien para nada. Sobre todo cuando el trabajo toca en su horario normal y sus energías se drenan con sus suspiros y las ilusiones escapan de sus manos mientras se levanta temprano a preparar el desayuno; Kwan existe a base de absorberle la energía estando a su alrededor.
Mira el pote de yogurt con frutillas y no puede evitar que una sonrisa baile en sus labios. Hace calor. No sabe si es porque el sol brilla fuerte en lo alto del cielo en pleno mediodía, o porque recuerda la sonrisa del alfa cuando le entrega el presente y le transmite calidez. Todavía puede sentir su calidez, todavía siente que puede ver más allá.
Son los primeros días del mes. Tiene el dinero contado y todavía vive con lo justo. Todavía le duele que el gerente rechazara su solicitud de medio tiempo más. Pero no le culpa, no. Sabe que tiene que ser fuerte, mirar dentro y rasguñar para conseguir algo más de fuerza y seguir. Incluso debe aceptar que no le cambiarán de turno, o que alguien renuncie milagrosamente a su turno nocturno y él pueda ser feliz.
Bueno, no es que no lo fuera en absoluto. Es sólo que quiere más. Un poco más de la calidez del alfa que lo tiene como noqueado. ¿Así sería ser adicto y ser golpeado y perder la consciencia casi por completo? Pues, quizá. Porque, aunque los días son la misma cosa en casa, se descubre esperando a ver si un soplo de suerte hace que pueda ver los bonitos ojos alegres del alfa que lo va a visitar al supermercado.
Incluso cuando los problemas siguen siendo los mismos, y era infeliz durante todas las horas que tenía que estar en casa, parecía haber un tonto switch en su cabeza cuando despertaba y empezaba a descontar horas para ir al trabajo. Al parecer era posible vivir en la fina línea de ambas realidades; una absorbiendo a la otra a distintas horas del día.
Cuando quiere comprar un poco de embutidos para saciar sus antojos (incluso si el doctor se lo prohibió), al abrir su billetera suspira sabiendo que tendría que conformarse con un sándwich sencillo en casa. Odia la primera semana de cada mes, porque son días que pasan más lento, hasta que llega el día de pago. Debía arreglárselas con el poco dinero que gana, invertirlo en comida saludable, aunque no le agrada la idea de seguir subiendo de peso, porque ya lo hizo, sabe que es lo mejor. En cuanto cobrara su cheque compraría toda la comida posible, además de ir comprando leches y pañales poco a poco, debía hacerlo para evitar que Kwan pudiera exigir comprarse tonterías. Era el mejor plan que pudo haber hallado, ya que él no era razonable y una charla sería una pérdida de tiempo y energía. Difícilmente entendería de razones, ni mucho menos, porque Taemin no está en la lista de sus prioridades.
El cómo fue a dar con alguien a quien no le importa darle ni un minuto más del necesario de su vida, es una de las preguntas que rondan su mente junto a las bonitas y viejas ilusiones que Taemin siempre idealizó cuando solía pensar en el amor.
Ahora el amor lo atraviesa salvajemente, lo deshace. Casi se siente como si fuera esas personas corriendo por sus vidas en las vías del tren, pero no son lo suficientemente rápidas para no ser halladas y terminan siendo polvo en los rieles. Taemin se siente de ese modo cada que Minho entra por la puerta principal del supermercado y lo primero que hace es buscarle con la mirada y el sol sale incandescente cuando sonríe saludándole con la mano. Recuerda las películas de vaqueros que su padre tanto adoraba ver, cuando los pobres vaqueros huían, la bala viajaba en cámara lenta y terminaba atravesándoles, la toma mostraba cómo la punta entraba lentamente y cómo salía por el otro lado, matándolo. Tenía más colecciones de películas de acción en su memoria que las románticas que solía ver con su madre. De ahí que se imaginaba a sí mismo sin poder escapar en una escena llena de desesperación.