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No fue en extremo atento, como esos alfa que suelen actuar de un modo agradable sólo para aparentar ser lo que no son. Taemin lo había visto de primera mano con Kwan.
Cuando ingresaron el alfa ayudó a colgar su abrigo al ingresar a la pequeña cafetería que, Taemin agradece, tenía un calentador cerca a la mesa que está vacía. No intentó ser nada más. Incluso cuando miran el menú que le es familiar, al parecer, y le enseña las delicias que probó del lugar.
Le gusta cómo se inclina sobre la mesa y hojea animado el menú. Su flequillo algo húmedo cae por su frente dándole un aspecto relajado. Le gusta cuando sus miradas golpean de vez en cuando y sus enormes ojos huyen de su mirada.
Taemin recuerda el intercambio de cupones por aquella taza de esa marca de café que era tan ansiada por mucha de su clientela.
—Mamá adora ese café —Minho sonríe ante la pregunta tan casual y poco rebuscada—. Ya consiguió la colección completa.
Taemin le escucha hablar sobre ella, el gusto heredado por el café y las masitas con las que él congenia fácilmente. Le parece que para el alfa es muy familiar hablar de aquello, como si fuera muy conocedor de los distintos preparados y masitas.
Le sorprende para bien, porque habla y habla y se ve tan animado. Se ve lindo e interesante, sin pretender nada en absoluto.
Es natural.
Cuando sujeta el trozo pequeño de chocolate no cree que será la gran cosa. Con cierto escepticismo lo ve hundirse en la taza de leche y empieza a derretirlo con una larga cucharilla.
—Pruébalo —incita él con mucha expectativa en su mirada, una que no disimula para nada.
—¡Mn!
Taemin queda mentalmente con la mandíbula por los suelos, demasiado sorprendido para bien, porque el pedazo de chocolate dulce continúa derritiéndose en su boca mezclándose gloriosamente con la leche.
El alfa celebra haciendo un puño. Muy sonriente.
—Es una delicia —admite metiéndose otra cucharilla en la boca. ¿Hacía cuánto que no se deleitaba de ese modo con algo tan simple como un vaso de leche con chocolate? — Gracias.
Parece de ensueño, estar disfrutando tanto la leche, el chocolate, la suave risa del alfa que parece haber ganado alguna competencia al verle rendido por su sugerencia.
—El muffin no se queda atrás —saborea la masita caliente con chocolate derritiéndose en su interior. Extrañamente no es empalagoso. Es divino.
La hora pasa volando, apenas pueden hablar de un par de cosas que el alfa quiere invitarle a probar, en otra ocasión, a lo que Taemin no contesta, porque no parece una invitación directa.
Jamás el tiempo había sido tan denso, tan corto y tan significativo para Taemin. No sabe cómo agradecer esa oportunidad de disfrutar la vida en lo más simple. Cuando salen de la cafetería Taemin está envuelto en su bufanda y su abrigo enorme mirando fijamente al alfa. Tiene tantas ideas en la mente, reverberando y burbujeando como la sangre en su torrente, circulando alegre, como si alguien hubiera impulsado su funcionamiento.
—Mi parada queda por allá —señala la dirección pensando que es demasiado pronto para decir adiós.
Es que parece tan corto, demasiado corto y quiere quejarse porque esa hora no había durado una hora, porque siente que entró y salió de esa cafetería con una estúpida sonrisa pintada en su cara, como si hubiera pasado un minuto a lo mucho. Además, cómo podría ser la única vez que pueda hablar así con él, siendo que no pudo preguntar nada realmente importante, porque simplemente no parecía necesario. Ahora tiene la boca llena de preguntas y las ideas colisionando unas contra otras como el cernidillo que hace que las gotas de agua diminutas golpeen contra su cara y sus cabellos que no son un aliado esta noche. Sin embargo, sabe que preguntar por la universidad, su carrera y demás cosas que quisiera saber porque sí, sería como echarle agua fría a una fogata que arde con el fuego más cálido entre ellos.
—Permíteme acompañarte, por favor.
Son un par de cuadras que van lado a lado. De vez en cuando sus hombros rozan contra el ajeno y no se alejan. Puede ser el paraguas compartido, o simplemente se ven atraídos y es inevitable que sus miradas se encuentren de vez en cuando mientras avanzan y ninguno rompe el silencio, aunque en el fondo tienen tanto que decir.
—Entonces, ¿podría volver a invitarte o... —el alto alfa desvía la mirada, pero valientemente voltea y vuelve a mirarle fijamente, como si en ese simple acto hubiera podido conseguir valor para decir lo siguiente— no te agradó y ya no quieres volver a verme? —repentinamente la valentía se tiñe de tristeza en sus cejas que caen y sus ojos angustiados por el posible futuro—. Es cierto que fue demasiado rápido, ¿o para ti fue insoportable?
Taemin ríe cubriéndose la boca con el dorso de su mano. Quiere responder, pero es preciosa la forma en la que el alfa parece nervioso y sus pensamientos borbotean por su boca desordenadamente.
—Puede, señor Choi —dijo sintiéndose feliz de poder responder—. Más adelante quizá pueda más tiempo.
Su bus da la curva y se estaciona haciendo sonar con fuerza los viejos frenos que chirrían como destemplar todo su cuerpo. Taemin, sin embargo, sabe que el escalofrío de nervios no es por ello; es la sonrisa que alcanza los ojos de ese alfa que le ayuda a subir al bus de inmediato.
No tienen tiempo para una despedida larga, sólo para quedarse mirando el uno al otro mientras el bus arranca y Taemin se ancla al tubo más cercano antes de buscar un asiento.
Cuando al fin pudo sentarse al lado de la ventana, se da cuenta de que, en contra de lo esperado, la ilusión no había muerto, ni el alfa lo había rechazado al verlo tan desastroso como se ve en el reflejo del vidrio de la enorme ventana salpicada de gotas de agua.
Su cabello está por todos lados y está creciendo desordenadamente. En esos meses no hizo nada al respecto, no tuvo ni las ganas que antes sentía por cuidar su cabello y tenerlo siempre algo presentable, incluso solía teñirlo, decolorarlo y hacerse cortes muy a la moda. Ahora es lamentable. Eso sólo empeora todo, porque siente que de algún modo el alfa encontrará algo en él y se desencantará para luego rechazarlo sin piedad, ¿y Taemin? ¿qué sería de Taemin?
Cierra los ojos al tenderse en su cama. Por suerte Kwan estaba ya durmiendo y no tuvo que soportarle.
Suspira y puede recordar esa charla tan cotidiana, pero todavía se siente tan especial. Todavía puede escuchar su risa como si estuvieran aún en la cafetería.
Lo guardaría en su pecho, esa risa y esa mirada justo en el lugar más cálido de su corazón, para que le recordaran que la vida todavía tenía cosas por las que valía la pena seguir y seguir, cuando las cosas se pusieran difíciles.
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!Gente preciosa!
Gracias por la paciencia y su cariño.
¡Nos leemos pronto!
Besos <3