•••┊🌙┊┊ CAPÍTULO X┊┊🌙┊•••

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Era tan obvio que ni siquiera tuve que preguntar – su aura había cambiado de un momento a otro.

Mi dulce y amistosa Marinette se había ido – en su lugar, mi ex mejor amiga me miraba, haciendo que no pudiera respirar bien.

«No. No, no aún. Era muy pronto. No estaba preparado. Yo...»

—Marinette...— susurré, desesperadamente buscando en mi cerebro algo que decir, algo inteligente que hiciera que todo estuviera bien, algo que hiciera que esa mirada se fuera.

Pero Marinette no me dejó.

—¡Vete!— dijo en un siseo.

—¡Marinette!— dije desesperado. —¡Por favor, deja que hablemos! Yo-

—¡No quiero hablar!— gritó poniéndose de pie y mirándome furiosa. —¡¿Qué creíste, que usando mi amnesia podrías robar a Plagg y a Tikki? ¿Pensaste que era la oportunidad perfecta porque no podía defenderme? ¡Esto es bajo incluso para ti, Gabriel Agreste!

—¡No, Marinette!— dije sacudiendo la cabeza desesperado. —¡No trataba de hacer eso! Yo–

—¡Esto es tan bajo, incluso para ti, utilizarlo de esta forma!— gritó sin escucharme.

—Pero..., pero tú querías que esté a tu lado.— Dije con voz quebrada, porque... ¡Rayos! ¡No se suponía que así sucedería! ¿No me había dicho ayer que le importaba mucho nuestra amistad? ¿Y por qué me hablaba como si hablara con Gabriel?

—¡Por supuesto! ¡Porque en ese entonces no conocía lo que eras!— Gritó Marinette, haciéndome retroceder cuando pateó la mesa de centro, tirando al piso las sobras de anoche, y rompiendo los platos.

—Pero anoche-— me trabé con las palabras empezando a temblar. —A-anoche dijiste que-

—¡Lo que dije anoche no importa!— gritó y sus palabras fueron como un golpe directo. —¡No estaba siendo yo misma anoche! ¡Regrésame el anillo! ¡Lo usaste sin vergüenza alguna, y-

—¡Sí importa!— protesté. —Para mí, significó mucho y tú dijiste que te recordara que-

—¡No quiero que me recuerdes nada! ¡No vas a manipularme para quitármelo! — dijo con voz dura, sintiéndola como otro golpe mientras jalaba el anillo de mi mano. —¡Ayer, aún tenía la mente de una niña, Agreste! — enfatizó mi apellido, haciendo que una lágrima bajara por mi mejilla, pero ella la ignoró mientras seguía hablando sin misericordia. —¡Soy una adulta ahora, y la yo adulta alejará todo lo que ama de ti! ¿Entiendes eso?

No contesté.

Tragué en seco tratando de reprimir mis lágrimas.

«¡Carajo! ¿Qué le pasó a mi confianza sobre rehacer las cosas con Marinette otra vez?»

Porque ahora se sentía más imposible que nunca.

Solo quería que la tierra se abriera y me tragara. Que me alejara de este departamento, de los gritos de Marinette, de sus fríos ojos, del mundo entero.

Solamente quería desaparecer, porque me odiaba a mí mismo por haber dejado que las cosas llegaran a este punto, por destruir a mi Marinette, a la Marinette del pasado, a mi mejor amiga, y en su lugar, crear a esta extraña de la cual no sabía absolutamente nada... Y que también me odiaba.

—¿Estás escuchándome, Agreste?— dijo en un siseo haciendo que regresara a la realidad y la mirara. —¡Vete de mí departamento, y de mi vida! ¡Y no te atrevas a regresar! ¡El anillo es mío!

—Marinette...— susurré, pero en lugar de escuchar, me sacó a rastras hasta la puerta.

—¡Vete!— gritó.

Sentí que también estaba temblando, ya que estaba sosteniendo mi brazo.

Abrió la puerta y me sacó, sin siquiera darme la oportunidad de ponerme las zapatillas.

Me quedé de pie en el pasillo, contemplando que Marinette me aventaba las zapatillas junto con mi casaca, antes de cerrarme la puerta en la cara, sin volver a mirarme.

Miré mis zapatillas, como si pudieran decirme que había pasado, mientras las lágrimas caían de mis ojos.

Ni siquiera traté de evitarlas.

Sentía que me habían arrancado el corazón, y era peor que la primera vez, porque ya había experimentado mi vida sin ella.

Ya la había perdido una vez, y la había vuelto a tener durante 2 semanas, pero ahora, no estaba seguro de cómo regresar a mi otra vida.

¡Mierda! Mi otra vida era un asco.

No sé ni cómo me puse los zapatos y fui a mi auto, pero cuando me senté en el asiento del conductor, simplemente descansé mi cabeza contra el volante, sollozando incapaz de conducir.

Tenía mi celular en mi casaca, así que llamé a la única persona que vino a mi mente.

Después de todo, ella había visto venir todo esto.

Ella me lo había advertido, pero yo no había querido escuchar.

—¿Adrien?— preguntó preocupada cuando escuchó mis sollozos. —¿Qué pasó?

—¡Me echó del departamento, Kagami!— lloré aferrado al celular. —Ya recuerda todo. ¡Todo! Y ahora me odia. ¡No quiso escucharme! Yo-

—Adrien...— dijo acongojada. —Sabía que esto pasaría, yo- —suspiró antes de preguntar. —¿Dónde estás?

—En mi auto.— Susurré, frotando mis mejillas para eliminar los rastros de lágrimas, sin embargo, ya que estaba llorando histéricamente, no servía de nada. —Frente al departamento de Marinette.

—Voy para allá, ¿sí?— manifestó. —No te muevas, o chocarás con un árbol. Solo quédate y espérame, ¿sí?

Asentí, aun cuando Kagami no podía verme, sin embargo, no esperó por mi respuesta – ella ya había colgado, dejándome a mí y a mis lágrimas.

Dreaming Alone (Adrienette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora